capitulo tres

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El gran salón del castillo estaba decorado con elegancia, luces parpadeantes y guirnaldas de flores frescas que colgaban del techo, creando una atmósfera mágica. Abriel miraba a su alrededor, sintiendo una mezcla de emoción y ansiedad. Esta noche se celebraría un baile en su honor, un evento destinado a encontrarle un prometido. Su padre había insistido en que debía considerar a los jóvenes que asistirían, mientras que ella luchaba por no pensar en Timothy.

Las risas y las charlas llenaban el aire, pero Abriel no podía evitar sentir que era el centro de atención, aunque no de la manera que deseaba. Se había puesto un vestido azul claro que realzaba sus ojos y su figura, pero su corazón no estaba en el lugar adecuado. En su mente, la imagen de Timothy ocupaba cada rincón, su sonrisa, su mirada cálida, su forma de hacerla sentir viva.

Al otro lado del salón, Timothy observaba la escena con una mezcla de admiración y frustración. Era difícil para él ver a Abriel rodeada de tantos hombres, todos deseando impresionarla. Desde que había decidido que asistiría al baile, su mente no había dejado de cuestionar si había tomado la decisión correcta. Sabía que debía apoyar a su prometida, Adelaine, pero cada vez que miraba a Abriel, sentía una punzada de celos que no podía ignorar.

—¿Está todo bien, Timothy? —preguntó Adelaine, acercándose a él con una sonrisa. Llevaba un vestido rojo que la hacía destacar entre la multitud.

—Sí, solo... observando —respondió él, tratando de sonar despreocupado, pero su voz traicionó su desasosiego.

—No parece que estés disfrutando de la fiesta —dijo ella, notando la tensión en su expresión—. Abriel se ve hermosa, ¿no crees?
Timothy asintió, pero su estómago se revolvió. Esa afirmación era un recordatorio de que todos los hombres en la sala tenían la mirada puesta en Abriel, y cada sonrisa que le dedicaban le provocaba una punzada de celos.

—Sí, es... hermosa —murmuró, sin poder evitar mirar a Abriel, que ahora conversaba animadamente con un grupo de jóvenes. Sus risas resonaban, y Timothy sintió una punzada en el corazón.

Abriel, sintiendo la presión de la situación, intentó sonreír y mantener la conversación ligera, pero en su mente, las palabras de su padre resonaban: Necesitas un prometido, alguien que cuide de ti y de tu futuro. Sin embargo, su corazón seguía atado a la conexión que había compartido con Timothy.

—Abriel, ¿quieres bailar? —preguntó un joven alto y apuesto, con cabello oscuro y una sonrisa encantadora. Era el hijo del conde de la región vecina, y su llegada había causado revuelo entre las damas.

Ella dudó, mirando hacia donde estaba Timothy, pero la presión de su padre y la expectativa de la velada la empujaron a aceptar.

—Claro, será un placer —respondió, tratando de ocultar su desagrado. El joven la tomó de la mano y la llevó al centro del salón, donde la música comenzaba a sonar con fuerza.
Timothy observó, sintiendo cómo el aire se volvía más pesado a medida que los celos se apoderaban de él. El conde danzaba con Abriel, sus manos en la cintura de ella, y la risa de Abriel se mezclaba con la música, una melodía que lo mantenía al borde de la desesperación.

—¿Qué te pasa, Timothy? —preguntó Adelaine, al notar el cambio en su expresión—. Pareces muy distraído.

—Solo... no me siento muy bien. Tal vez deba salir un momento —respondió, sin poder evitar que su voz sonara áspera.

Adelaine frunció el ceño, pero no pudo hacer nada para detenerlo. Timothy se alejó de la multitud, buscando un rincón tranquilo donde pudiera pensar. Se apoyó contra una pared, tratando de calmar la tormenta de emociones que se arremolinaba dentro de él. ¿Por qué estaba sintiendo celos por Abriel, cuando su compromiso con Adelaine estaba prácticamente sellado?

Unos momentos después, Adelaine se unió a él, preocupada.

—Timothy, ¿realmente estás bien? No parece que estés disfrutando de la fiesta —insistió, con una mirada de preocupación en sus ojos.
—Lo estoy, simplemente... necesito un momento para mí —respondió, sintiendo que la presión aumentaba. En el fondo, sabía que no podía seguir así.

Mientras tanto, en el centro del salón, Abriel trataba de disfrutar de su baile, pero cada vez que giraba su cabeza, sus ojos buscaban a Timothy. A medida que el joven conde se inclinaba hacia ella, hablando de sus tierras y su fortuna, Abriel se sintió atrapada en un mundo que no deseaba. Se preguntaba si el destino realmente la estaba empujando hacia este tipo de vida.

Cuando el baile terminó, Abriel agradeció al conde y se despidió con una sonrisa forzada. Se dirigió a la mesa de bebidas, donde vio a Timothy al otro lado del salón, apoyado contra la pared, perdido en sus pensamientos. Su corazón se aceleró al verlo, y por un momento, olvidó la presión que sentía.

—Timothy —lo llamó, acercándose a él—. ¿Te gustaría bailar?
Él levantó la vista y se encontró con sus ojos, y por un instante, el mundo a su alrededor desapareció. Las luces brillantes, el murmullo de la multitud, todo se desvaneció.
—No sé si es una buena idea —dijo Timothy, su voz baja y cargada de emociones contradictorias.

—Pero no quiero que esta noche se sienta así —insistió Abriel, sintiendo la necesidad de romper la tensión que los rodeaba.
—Está bien, solo un baile —respondió
finalmente, rindiéndose ante su insistencia. Caminó hacia ella, y cuando sus manos se encontraron, una corriente eléctrica recorrió sus cuerpos.

La música comenzó a sonar nuevamente, y mientras bailaban, Abriel sintió que el mundo se desvanecía. Sin embargo, a medida que giraban, Timothy no podía dejar de pensar en la mirada de los otros hombres que habían estado cerca de ella. La risa que compartía con el conde resonaba en su mente, y la inseguridad crecía.

—Me alegra que hayas decidido bailar —dijo Abriel, sonriendo, pero notando la tensión en su rostro.

—Sí, pero... no puedo dejar de pensar en que esta noche no es solo sobre nosotros —respondió, su tono cargado de melancolía.

—Lo sé, pero también es una oportunidad para conocernos mejor —dijo ella, intentando inyectar un poco de optimismo en el aire.
Timothy la miró fijamente, sintiendo que la conexión entre ellos se intensificaba con cada paso que daban. Sin embargo, la idea de perderla, de que se comprometiera con alguien más, lo mantenía en un estado de ansiedad.

—Quizás deberíamos hablar sobre lo que ha pasado entre nosotros —sugirió él, bajando la voz, consciente de los ojos curiosos que los observaban.

—Sí, pero... tal vez después del baile. No quiero arruinar esta noche —respondió Abriel, su mirada fija en su rostro.

A medida que la música los envolvía, Timothy sabía que se estaba adentrando en un territorio peligroso. ¿Era posible que pudiera permitirse sentir lo que realmente deseaba, a pesar de su compromiso con Adelaine? La verdad era que no podía dejar de pensar en Abriel, y eso lo aterrorizaba.

El baile continuó, y aunque la música era alegre, en el fondo de sus corazones ambos sabían que la noche estaba cargada de tensiones y decisiones que tendrían que tomar. A medida que los minutos se convertían en horas, el futuro se volvía más incierto, y cada giro en el salón los acercaba más a una verdad que ambos temían enfrentar.

Bailando Con La Tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora