Capítulo 1

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Observó a sus pequeños retoños jugando entre ellos, mientras los otros niños los miraba con miedo

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Observó a sus pequeños retoños jugando entre ellos, mientras los otros niños los miraba con miedo. Nadja no entendía cómo podía ser posible que en el mundo hubiera tanta maldad como para despreciar a dos seres inocentes. La manera en la cual era alejada de todos era increíble. Desde hace un tiempo estaba usando unas lentillas de color marrón que dejaban oculto el verdadero color de ojos que poseía.

Sin embargo, el problema se detenía en su cabello porque eso era lo único que no podía cambiar. Caminó hacia dónde se encontraban sus hijos y sonrió hacia su pequeña.

— Hola —los saludó a ambos—. ¿Qué están haciendo?

— Estamos haciendo dibujos, hermana Nadja —mencionó la pequeña y ella tuvo que apretar sus manos cuando sintió que fue un duro golpe—. Otra vez nadie quiere jugar con nosotros.

— ¿Puedo jugar con ustedes? —Nadja susurró hacia ellos—. Sé que soy grande, pero les prometo que se divertirán mucho.

—¿El padre Artem no se enojará si se queda con nosotros? —preguntó Demyan, dejando sus útiles a un lado—. La otra vez no se veía muy feliz y cuando llegaron las familias a adoptar, nos envió al sótano.

—Ahora no lo hará.

Vio a su hija mirar a su hermano, y luego asentir antes de permitirles jugar. Era uno de esos momentos en los cuales ella se podía permitir pasar un rato sin que nadie los viera como abominación. Eran sus hijos, ambos salieron de ella hace cinco años, mismos en los cuales todo en su vida se volvió una miseria. Nadie podía salir del pueblo sin que Artem diera la orden.

Ella pasó a ser siempre la última opción luego de que se descubriera su embarazo. Supo al poco tiempo de estar encerrada en el sótano, que él dijo que la había enviado a otro convento de manera temporal, sin embargo, tuvo que salir cuando llegó el día de su parto para que pensaran que ella había regresado con dos niños desterrados.

Vio a su pequeña Leyna pasarle un juguete hecho a mano a su hermano y luego meterlo en un estanque para que se fuera con el agua. Podía sentir cómo algunas miradas estaban sobre ellos y a pesar de que su abundante cabello bicolor estaba oculto al igual que sus ojos, no pasaba desapercibido para los más ancianos en el pueblo. La manera en la cual la odiaban y no precisamente porque hizo algo malo.

— Espera —le dijo a Demyan—. Si lo mueves así, se va a hundir porque no tiene un buen soporte.

El niño asintió e hizo lo pedido por ella. Nadja no pudo evitar sonreír cuando los vio jugar sin ningún problema. Leyna era la que más estaba tranquila de los dos, la que protegía a Demyan de cualquier persona en el mundo y si tenía que pelear para proteger a su hermano, pues lo haría sin problema.

Ella había escogido el nombre de sus hijos, luego de pasar por tantas cosas de las cuales hoy en día la tenían con un rosario en la boca. Lloraba en las noches, a la espera de que Dios la ayudara a poder liberarse del mal que azotaba todos los días a ese pueblo, pero parecía ser que su señor la estaba olvidando por completo.

El placer de corromperlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora