Prólogo

1.6K 192 19
                                    

Nadja se limpió las lágrimas mientras veía al hombre que acababa de tocarla, de manera inapropiada, se colocaba la sotana como si nada hubiese pasado en esa oficina

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nadja se limpió las lágrimas mientras veía al hombre que acababa de tocarla, de manera inapropiada, se colocaba la sotana como si nada hubiese pasado en esa oficina. Ella se colocó la túnica que a duras penas fue despojada de su cuerpo y aunque no entendía nada de lo que ocurría, pues presentía que era malo.

—Fue mejor de lo que pensé que sería, adorable Nadja —el padre bajó la mirada hasta el borde de la mesa—. Tan pura como pensé —le acarició la mejilla y ella se asustó más—. Es para ver si Dios está con nosotros —le habló con dulzura fingida—. ¿Está bien?

— Sí, padre Artem —Nadja se limpió las mejillas y se alejó poco a poco de él—. ¿Puedo irme?

— ¿Por qué te quieres ir tan rápido? —Artem dio unos pasos hacia ella, y eso la asustó aún más, tanto que terminó por chocar su espalda contra la pared más cercana—. Habla conmigo.

— Tengo que ayudar a las otras monjas con los mandados y las donaciones que nos están llegando —miró hacia el piso—. Usted dijo que...

— Puedo quedarme contigo todo el tiempo que sea necesario —él la arrinconó contra la pared—. Ya puedo decir a ciencia cierta que no eres una enviada del maligno para acabar con la iglesia y el pueblo —le pellizcó el labio partido—. Ahora Dios está con nosotros, ¿lo sabes?

— Lo sé, usted es nuestro líder salvador —Nadja mencionó sus mismas palabras, las cuales parecían estar pesadas en su boca—. ¿Necesita algo más?

— Recuerda tomarte las pastillas que te di al pie de la letra —Artem ladeó un poco la cabeza y le levantó el mentón—. Mañana tienes que estar aquí de manera obligatoria, sin objeción alguna.

— Entendido, señor —quitó su mano—. Con su permiso.

Con el corazón lastimado, ella recogió la poca dignidad que le quedaba y salió de la oficina sintiendo malestar en su entrepierna. No entendía qué estaba pasando, cómo era posible lo que había pasado y sobre todo, que la madre superiora estuviera esperando por ella.

— El padre al parecer hizo un buen trabajo, cariño —la madre superiora sonrió un poco—. Es hora de darte un baño...

— Duele, madre... no puedo caminar...

— El señor está haciendo bien su trabajo contigo, no te preocupes...

Nadja estaba confundida a más no poder con lo que estaba pasando en ese momento. La madre superiora le dijo que se metiera en una bañera llena de agua y antes de que pudiera procesar bien lo que ocurría, ya estaba viendo el agua, rodearla como un manto de sangre. Su cabello bicolor, su piel rodeada de pecas era oculto por su llanto y los lamentos que salían de su boca.

Desde la muerte de sus padres, ella solo podía estar de orfanato en orfanato, hasta que llegó a ese sitio en donde las personas eran olvidadas por Dios por su culpa. La antigua madre superiora le comentó, antes de morir, que Dios mandó un castigo a ese pueblo desde que llegó, ya que la comida comenzó a ser escasa, las enfermedades por igual y los habitantes si intentaban salir morían en el proceso.

El placer de corromperlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora