Capítulo 7

4 1 0
                                    

La parte de completar el historial clínico era la que detestaba. Mason se encontraba apoyado en la mesada de la recepción con la mirada perdida en la planilla, cuando Ravenna pasó por su lado y se sentó en la silla de oficina.
- La salvaje despertó. - comentó asqueada y con su atención puesta en la computadora.
- Si, Ravenna. Sé todo lo que sucede en mi hospital. - dijo Mason irritado.
Ravenna se puso de pie y observó a su alrededor, estaban solos en el escritorio y no había nadie atento a ellos. La mujer de lambo azul se acercó a Mason y achicó el espacio que había entre ambos.
-¿Estás preocupado por ella?- preguntó casi en un susurro.
- Ravenna.- dijo Mason con firmeza.
- Vamos Mason, sé que toda esta situación te estresa y te aterra. Te conozco, - Mason se giró a verla y Ravenna rosó sus narices. - ¿Me vas a decir que me dejaras por la salvaje con la que te casaras?
La tensión entre ellos era palpable. El doctor se perdió en la verdosa mirada de la enfermera y ella pasó su mano disimuladamente por debajo, hasta llegar a su enorme bulto.
- Dime que vas a dejarme por esa salvaje, Mason.
- Ravenna, - Mason tragó saliva. - Basta.
- Dímelo Mason.
La mujer apretó con más firmeza el paquete de Mason, y él sentía como su pene crecía, estirando más sus pantalones.
Mason dejó la carpeta con la lapicera y tomó a Ravenna de la mano con firmeza. Ambos caminaron hacia una puerta que estaba del otro lado de la recepción y al ingresar, Mason la cerró detrás de él.
Era un cuarto donde se depositaban los materiales descartables y el doctor encendió la luz. Encontrándose con una enorme sonrisa dibujada en el rostro de la enfermera. Resaltando sus coloradas mejillas.
- Ravenna, esto tiene que terminar -dijo Mason, con voz firme aunque cargada de tensión.
La sonrisa de la enfermera apenas titubeó, pero pronto volvió a componerse. Dio un paso hacia él, acercándose otra vez con esa familiaridad que Mason ya conocía demasiado bien.
- ¿Terminar? -repitió, burlona-. Vamos, Mason. No finjas que no lo disfrutas. Nos conocemos desde hace mucho, y sé lo que te gusta...
Mason la interrumpió, alzando una mano para detenerla.
- No es eso. - La frustración se notaba en sus ojos verdosos-. Esto no está bien. No siento nada por ti, Ravenna. No podemos seguir haciendo esto. Yo... nunca debí haber permitido que pasara en primer lugar.
Ravenna lo miró con incredulidad. Su sonrisa se desvaneció lentamente, reemplazada por una mezcla de sorpresa y desprecio.
- ¿No sientes nada por mí? -repitió, sus palabras cargadas de veneno-. Entonces, ¿por qué siempre vuelves? ¿Por qué siempre me buscas?
Mason negó con la cabeza, apartando la mirada, sintiendo el peso de sus propios errores aplastándolo. Sabía que lo que decía era verdad. Había caído en una espiral de errores, dejándose llevar por la tensión, la rutina, la soledad... pero nada de eso cambiaba el hecho de que no la amaba. Nunca la había amado.
- Fue un error, Ravenna.
Mason levantó apenas el tono de voz y la dama le dio una cachetada. A lo que él se quedó en silencio, Ravenna se agachó y le bajó el pantalón junto con el bóxer, dejando expuesto el palpitante miembro de Mason.
- Dime que no me quieres, dime que quieres terminar con lo nuestro.
Ravenna se llevó el pene a su boca y la exquisita humedad cubrió las sensaciones de Mason, dejándolo sin habla. La boca de la dama subía y bajaba, saboreando toda la longitud de él. Y una ola de placer lo recorrió por completo. 

****

La dominante presencia de Bradley en el hospital hacía que todos se voltearan a verlo. Aunque solía visitarlo con frecuencia. Se acercó a la recepción, donde había un enfermero sentado frente a la computadora.
- Buenas tardes, el paciente Killian Thorton tenía que venir a atenderse hoy, ¿sabe donde lo encuentro?
- Si, mi general, segundo pasillo, habitación seis.
- Bien, llama al doctor Hardy y dile que lo veré ahí, por favor.
- Enseguida general.
Bradley se apartó de él y se encaminó a la habitación. Estaba la puerta cerrada y sin tocar, entró con seguridad. Encontrándose con Killian en bóxers negros y un enfermero realizándole las curaciones.
Tenía su torso vendado, por sus costillas fracturadas y tenía otros cortes nuevos debido al último combate que tuvo con Lyanna. Un enorme corte decoraba su hombro izquierdo, que tuvieron que coserlo desde la clavícula hasta la espalda, sin mencionar la otras heridas de batalla.
El enfermero se detuvo ante la presencia de Bradley y levantó la mano con su guante azul puesto.
- Disculpe general, pero interrumpe la privacidad del paciente.
- Si, Bradley, interrumpes mi privacidad. ¿Qué carajo quieres?- preguntó Killian con sarcasmo y frialdad en su expresión.
- La mujer despertó, se llama Lyanna Kray. Magnus dijo que les avisara.
Bradley se cruzó de brazos frente a él y el rubio asintió con lentitud.
- Que bueno, ya avisaste, ahora si me disculpas.
El general lo observó con malestar y el enfermero continuó con la limpieza del tajo en su hombro. Killian le quitó importancia a la noticia, ya que no estaba preocupado por ella.
- Tienes que cuidarla.
El enfermero se detuvo y ambos posaron su vista en él.
- ¿Qué? - Killian se giró hacia el caballero que lo estaba atendiendo y le habló firme pero sin sonar agresivo. - Deja, yo sigo.
El enfermero suspiró con pesadez y se retiró de la habitación, dejándolos solos. Sin embargo, eso duró unos segundos, ya que Mason ingresó con la preocupación plasmada en su rostro. Miró a Bradley, quien estaba apoyado a su derecha en un mueble blanco.
- ¿Qué pasó? - Sus lamparones verdes se posaron en Killian. - ¿Y a tí qué te pasó?
- Tu futura esposa, eso pasó. - dijo Killian con firmeza.
- Si, eso ya lo sé y lo ví. Solo que no entiendo porqué no te están curando.
- Porque eché al enfermero.
Mason suspiró y negó mientras se acercaba a él. Se colocó los guantes y Bradley se rascó la barbilla.
- Siempre lo mismo contigo, Thorton. - comentó con hartazgo.
- Pues tendrás que acostumbrarte, no me sorprendería que lo tengas más seguido de lo que ya viene. - comentó Bradley con calma.
- ¿Por qué lo dices? - preguntó Mason sin desviar la vista de los puntos.
- Lyanna Kray, así se llama la mujer. Ya sabes que despertó, tu gente la está atendiendo ahora. Dinah está haciendo los preparativos y Killian tiene que cuidarla. Él será su guardaespaldas.
Mason dejó de pasar el algodón con el pervinox y se volteó a ver a Bradley.
- No sé cómo tú y Magnus pasaron la prueba de ceguera. - comentó con molestia. - ¡Mira cómo está, Bradley! El sujeto tiene cortes hasta en el trasero, tiene sus costillas molidas y por suerte no le perforó un pulmón. No pueden poner a Killian a custodiarla.
- Es el único que puede, luchó dos veces con ella y vivió para contarlo. - dijo Bradley con seguridad.
- Es más fácil para tí, mandas a tu perro de pelea para que después tú vengas y la sedas como un caballo. Si, muy bueno tu trabajo la verdad.
El rostro de Bradley seguía impasible, pero Mason ya no se contenía. En su enojo, tiró del hilo en el brazo de Killian, donde tenía una herida aún fresca de su último enfrentamiento con la mujer. El tirón brusco provocó que Killian soltara un quejido de dolor.
- ¿Qué te pasa? -exclamó Bradley, sorprendido.
- No soy un carnicero -gruñó Mason, dirigiendo su mirada enfurecida a Bradley-. Y no voy a apoyar tus métodos, al menos, no en este hospital. La cazaron como un animal, eso no nos hace diferentes a Rowan.
Killian se masajeó el brazo, intentando calmar el dolor y negó.
- Por un carajo, Hardy.
Bradley, con la mandíbula tensa, trató de mantener su compostura.
- Mason, esto no es personal. Es el protocolo. - hizo una pausa y agregó. - Además, Killian es el cuarto esposo, él debe protegerla.
Mason se puso de pie y se quitó los guantes al terminar. Los tiró en el cesto que estaba junto a la camilla y Killian comenzó a vestirse.
- Si, si. - comentó el doctor con cansancio. Se llevó las manos a las caderas y se paró frente a Bradley, manteniendo distancia. - Y yo debería ocuparme de ella, no debo dejar que mi personal corra peligro.
- ¿Ya la has visto despierta? - preguntó Bradley al recordarla sentada en la camilla.
- No, aún no.
Killian se colocó los pantalones, dejando expuestos sus pectorales y los últimos dos abdominales que se marcaban entre el vendaje y su pantalón militar.
- Y tienes suerte doc, - el soldado hizo una pausa y se colocó la remera negra. - Yo no la he visto sin que quiera cortarme la cabeza.
Mason sonrió por lo bajo y Bradley le imitó el gesto, ambos compartieron miradas ante el comentario de Killian. Lo había dicho en su tono frío y sarcástico, ambos detalles que lo caracterizaban. 

GODDESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora