¿Quién era Evan?
Bueno, él era de tez blanca, parecía incluso un fantasma de lo tan clara que era su piel, sus cabellos negros resaltaban demasiado entre tanta palidez, y sus ojos eran sombríos, tenían un color negro muy profundo, cuando te miraba podías sentir lo penetrante que era su mirada.
Sus ojos tenían bultos espesos por debajo, eran ojeras, siempre se veía igual: cansado. Tenía una contextura delgada, muy delgada en realidad, y era alto, pero no tanto, y sus labios... rojos, carnosos, y resecos.
Evan era apuesto, pero se veía horriblemente fatal. Parecía una momia o un fantasma, quién sabe, la cosa era que cada día parecía que estaba más cerca de la muerte que de la vida misma.
Ah, y una última cosa. Era fastidioso.
-¡Fue asombroso! Aunque Jamie dijo que fue algo normal, a mí me pareció interesante, ¿sabes? jamás había visto algo como eso, fue la primera vez, tal vez es por eso que me sorprendió tanto, ¿verdad?-Cuchicheo el joven. Jerica lo miró fijamente, parpadeó un par de veces y regresó la mirada a su libro.
-Si hablas una vez más haré que te saquen.
Su amenaza fue clara, y el tono de su voz fue demandante, el chico se quedó callado, pero no por mucho, hizo una mueca y despues abrió nuevamente la boca para decir algo.
-¿Siempre has sido así?
-¿Así cómo?
-Así de amargada.
Eso era lo que ella odiaba, que le reprochara cosas sin sentido. Parecía que él no entendía el concepto de "caerle mal a alguien", no es que ella lo odiará, simplemente no quería que él se le acercará.
Hizo lo que siempre hacía en esas situaciones, ignorarlo.
Ese chico hablaba mucho, aunque pareciera alguien sombrío y muerto, era alguien con mucha energía, bueno, tenía sus días malos, pero desdé el momento en que lo conoció la mayor parte del tiempo de la pasaba hablando de algo y cómo siempre, ella lo ignoraba.
Leer era el pasatiempo preferido de Jerica, le gustaba ir por las tardes a la biblioteca para leer algún libro, le gustaba concentrarse y perderse entre esas palabras que parecían otros mundos, pero desde que ese chico la seguía, toda la paz para ella se había ido. Ella no hablaba, y él parecía un loro. No congeniaban en lo absoluto, pero por alguna razón ese chico no se alejaba de ella.
Ya varías veces le había dicho que a ella no le agradaba, pero parecía no importarle, incluso aún cuando lo ignoraba él seguía hablando, le daba igual si ella lo escuchaba, y la verdad es que ella nunca lo hacía, siempre estaba divagando en su mente, pensando en algo, era por eso que nunca escuchaba, siempre estaba perdida en su propio mundo, además, en general, la gente no le agradaba.
Su pasado, ese que nadie sabía, la había dejado marcada de mil formas, incluso físicamente. Aún tenía cicatrices en todo el cuerpo que día con día le recordaban todo lo que había tenido que soportar, todo el daño que le habían provocado. Sus recuerdos la carcomian y claro, nadie nunca había sido amable con ella, siempre vivió creyendo que todos eran unos monstruos, cada quién tenía un lado oscuro que ocultaba, algo que no querían que nadie supiera, ella también lo tenía, así que no le parecía para nada extraño que otras personas también lo tuvieran, o incluso todas, hasta ese chico que tenía en frente, algo ocultaba, ella estaba segura de eso, pero en realidad poco le importaba. No iba a indagar sobre la vida de ese chico, y tampoco lo haría con alguien más, mucho tenía con sus propios problemas y con tener sus propios demonios, ¿para que quería más caos en ella?
Es verdad que Jerica nunca estuvo bien, sin embargo, a su parecer todo había empeorado demasiado desde el abandono de un ser muy querido, quedo fundida en el dolor y la desesperación de tener que soportar una despedida tan cruel, eso había despertado emociones negativas en su interior, la llevo a un abismo sin fin, y claro, nada nunca mejoró. Su mundo se caía cada vez más, ella podia darse cuenta. Nada estaba bien, trataba de ocultarlo, pero a veces simplemente no podía y terminaba llorando en algún rincón desolado, dejándose ver débil, algo que no le agradaba.
La gente era mala, se aprovechaban de los más débiles, pero ella era frágil, no siempre podía traer consigo su armadura, y ante ese hecho buscaba otra solución: la soledad. Si se mantenía alejada de cualquier persona nadie tendría el poder de hacerle daño, porque mientras más cerca tuviera a las personas, más probabilidades tendría de volver a romperse, algo que no quería que volviera a suceder otra vez.
Tal vez esa era la verdadera razón por la que no dejaba que ese chico, Evan, se acercará mucho a ella. En lo profundo, tenía miedo de llegar a querer a alguien y que la traicionaran, no quería undirse más, ella misma sabía lo cruel que el mundo era, y no quería volver a vivir el dolor nuevamente, así que si, Evan no era un mal chico, simplemente ella no quería tenerlo cerca.
Y además, si era un poco insoportable.
Estaba harta de seguir escuchando a ese chico así que dispuesta a evitarlo, se levantó de su asiento con el libro en manos y su bolso escolar, camino hacía el bibliotecario y se detuvo frente a él.
El hombre viejo, de casi unos 60 años, la miro expectante, dejo el libro que estaba leyendo y se quitó los lentes.
-¿Ahora que pasa?-preguntó el hombre-¿harás un préstamo?
-De hecho si, pero eso es aparte.- comenzó explicando ella-¿hay alguna manera de hacer que ese chico se largué de aquí? ¿podría, no se, amenazarlo para que se alejé de mí? me parece insultante que alguien cómo él, que se la pasa jodiendo a los demás, pueda estar aquí. Me molesta mucho, ¿sabe?
El hombre miro al chico, y el chico abrió lo ojos en exageración mirándola a ella.
-¿Porqué te la pasas metido en la vida de los demás?- cuestionó el bibliotecario, miro con pesar al pelinegro y le dedico una mueca.
El hombre le pidió que dejara de molestar a la gente, y Evan, con una cara de pocos amigos, asintió cuando le preguntaron si había entendido. Por su parte, Jerica volvió a la mesa donde minutos antes se encontraba y siguió con su lectura, pero claro, ese pelinegro parecía no rendirse.
-¿Porqué siempre me desprecias, eh?
-No te desprecio, simplemente no quiero tenerte cerca.
-Es igual. Me desprecias.
El pelinegro se había sentado nuevamente junto a ella, sin embargo no se inmutó, siguió concentrada en su lectura evitando prestarle atención a la penetrante mirada que le dedicaba el chico. Se mantuvo así varios segundos, y cada vez podía sentir con más presión la mirada de ese chico, casi podía atravesarla de lo tan fija que era, y eso fue incómodo.
-¿Quieres dejar de mirarme? puedo sentir tu mirada hasta a través de mis órganos.- Demandó ella mientras cambiaba de página.
Evan suspiro, y por el rabillo del ojo ella pudo observar la mueca que hizo antes de levantarse de su lugar y despedirse.
-Cuidate, agresiva.
Después de que el chico se alejara, al fin pudo sentir tranquilidad. Tener la presencia de Evan tan cerca de ella era sofocante, odiaba tener que soportar a alguien tan cerca, independientemente de quién se tratara.
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AGONÍA
Teen Fiction«¿Me amarás mientras yo me odio?» Jerica Soleil no es la chica con la vida perfecta. Durante muchos años ha tenido que librar con problemas. Sin embargo, nunca imagino que un simple desconocido podría ser el soporte que ella necesita. Una sola razón...