Capitulo 2: La llamada y la Decisión

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El sol brillaba con fuerza en el cielo, pero la luz que entraba por la ventana de mi habitación no lograba disipar la sombra que pesaba sobre mi. Era el día del aniversario de mis padres, una celebración que siempre había estado marcada por la ostentación y las sonrisas forzadas. Mientras me preparaba, mi teléfono sonó, interrumpiendo mis pensamientos.

Al ver el nombre de mi madre en la pantalla, una mezcla de emociones me invadió. Contesté con un tono neutro, aunque sabía que el amor y la tensión estaban palpables.

—Oliver, tu padre ha estado muy emocionado por esta celebración. Sería bueno que vinieras —insistió mi madre, su voz sonando entrecortada como si intentara ocultar algo.

—Sí, claro... iré —respondí, aunque sabía que lo haría a regañadientes.

—Creo que deberían de arreglar sus diferencias Oliver—ya hemos hablado del tema mamá. Me dejo muy claro la última vez que no seré el hijo que el anhela, por más que intente complacerlo mamá.

—Tu padre te quiere Oliver y solo quiere que continúes con su legado—¿cuál legado mamá?. El legado de ausencia que nos dio? incluyendote ¿hablas de ese legado?—no hablo de eso Oliver sabes a lo que me refiero—ya no quiero hablar del tema mamá. Nos vemos luego —promete que vendrás Oliver—si mamá, iré en cuando pueda.

Corte la llamada aún sintiéndome indeciso en ir. La relación con mi padre no era buena, para nada buena; y un presentimiento me dice que si acisto las cosas no saldrán nada bien.

Decido no pensar más sobre el tema el resto del día. Apenas pongo un pie en la oficina el ambiente rutinario me envuelven, citas, llamadas, reuniones, correos y llamadas.

—Señor Bennett—¿si Claudia?— disculpe gefe, llamo el señor Forx de la constructora Mintel de España, dice que se comunique lo antes posible—gracias Claudia, ¿nombro algo en específico?—no solo dijo eso—okey, dejale un mensaje que me comunico con el en cuanto pueda.

La cena se celebraría en el elegante jardín de nuestra casa, donde las luces colgantes y las flores frescas intentaban ocultar las grietas en nuestras relaciones familiares. Mi padre era un hombre exitoso, pero esa riqueza había creado una distancia entre nosotros. Recordé una discusión reciente: yo había expresado mi deseo de seguir un camino artístico, mientras él soñaba con verme tomando las riendas del negocio familiar. La decepción en sus ojos aún resonaba en mi mente.

La noche avanzó con risas ensayadas y conversaciones superficiales hasta que, durante un brindis, mi hermana anunció que se casaría. Aunque todos aplaudieron y mostraron felicidad, sentí como si el mundo se desmoronara a mi alrededor. En ese instante, la presión fue demasiado; me levanté abruptamente y salí al jardín.

—¿Dónde vas? —me preguntó mi padre con voz autoritaria.

—Necesito aire —respondí sin mirar atrás.

El aire fresco del jardín era un alivio momentáneo. Las luces titilaban sobre mí como estrellas caídas. Decidí escapar hacia el mercado de Borough. Al llegar, fui recibido por un torbellino de aromas: café recién hecho mezclado con especias exóticas llenaba el aire. La multitud vibrante era un mar de rostros sonrientes y vidas entrelazadas; una sensación de libertad me invadió.

Mientras exploraba los puestos, mis ojos se posaron en uno en particular: había una hermosa pintura del puente de Cielo Andrés que capturaba la esencia del lugar. La artista detrás del puesto era Amelia, una joven apasionada por el arte cuya energía vibrante contrastaba con la opresiva atmósfera familiar a la que había huido.

Me acerqué al puesto con curiosidad y le pregunté cuánto costaba la pintura.

—No está en venta; es parte de mi colección personal —me respondió Amelia con una sonrisa suave.

Intrigado por su respuesta y por la chispa creativa que emanaba de ella...

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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