UNA CATÁSTROFE

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Línea temporal: Luego de que Austin y Magali hayan sido rescatados.

Magali.

Siento que voy a volverme loca, que mi mente va a colapsar y dejarme en la nada igual que aquella vez que vi la tumba de mis hijos por segunda vez y quedé con recuerdos confusos de mis días en Paraguay, pero es que no encuentro manera de calmar mi respiración, mis pensamientos, ideas y temblores.

La camioneta se mueve y Michael me obliga a bajar y subir a una aeronave impidiéndome buscar las respuestas que necesito, me apresura diciendo que no tenemos tiempo, que el viaje es largo y es que entiendo que debo irme, pero también deben entender que necesito confirmar que esto no sea un mal sueño.

Porque tiene que serlo. Tiene que ser falso, esto tiene que ser una maldita pesadilla. El corazón me tumba y siento que la cabeza me da vueltas tratando de encajar los sucesos.

—¿Tú sabías algo? —le cuestiono a mi amigo que arruga las cejas mirándome confundido.

—Ni siquiera sé que carajos está pasando —contesta—. Solo sé que me pidieron ponerte en este avión que es el que te va a llevar a un lugar seguro, así que sube, despídete de mí y ya me explicarás más adelante porque no tenemos tiempo y lo último que necesito es que Jeremy White me asesine por haberle fallado en la única cosa que me ha confiado hacer desde que lo conozco.

—Mis hijos están vivos —se me corta la voz y él se detiene tenso mirándome como si me hubiera crecido otra cabeza—. Mis gemelos con Austin, los que cargué sin vida, enterré y ahora... ellos... o más bien el mayor...

Caigo de rodillas con las lágrimas bañándome la cara, los músculos tensos y arañándome los muslos. Él tartamudea sin saber qué decir antes de alzarme de vuelta con una expresión cargada de confusión y desespero.

—Entiendo tu rabia, pero necesito ponerte a salvo —me toma de los hombros— Porque si te detienes y Adler te encuentra antes de que lo encerremos pondrás en peligro no solo a tus hijos mayores, sino que a los que tienes contigo también —trata de que entre en razón— Así que muévete.

Asiento dejando que me adentre a la cabina donde Gerard me espera en el puesto de piloto.

—¿Dónde está Derek? Él nos debe guiar y yo necesito...

—Ya nos explicó el camino y se adelantó a preparar todo para tu llegada —me contesta mi escolta mientras mi amigo me sienta colocándome el cinturón porque estoy tan ida que soy inútil en todos los sentidos—. Llegaremos detrás suyo, señora Rosenzweig, se lo prometo.

Michael me abraza dejando un beso en mi frente.

—Eres como mi hermana y te amo con el alma, lo sabes, ¿verdad? —asiento—. No entiendo qué pasa, pero no olvides que yo en esta y en todas las guerras siempre estaré de tu lado por más que sea el equivocado, así que si necesitas de mí en ese sitio no dudes en que soy capaz de dejar todo tirado por ir a asegurarme de que estés bien ¿vale?

Me tiemblan los labios mientras le devuelvo el abrazo y él me estrecha con fuerza.

—Cuídate y cuida a mis sobrinos que quiero conocerlos a todos —se aparta sonriéndome con lágrimas en los ojos— Y por lo que más quieras no te olvides de mí.

Se va sin darme tiempo a responder y es que ni siquiera sé qué podría decirle porque soy un manojo de emociones confusas que no puede parar de llorar. Gerard alza la aeronave al cielo al mismo tiempo que otras iguales para distracción y son horas eternas de viaje donde mi escolta me pide que trate de calmar mis emociones.

DESCONEXIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora