Cap2

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JENSÉN

Crecí bajo la custodia del Estado hasta que pasé la edad. Tenía demasiados problemas para los hogares de acogida, así que pasé mi infancia en programas residenciales que educaban y alojaban a niños con problemas emocionales. Jóvenes abandonados, como dirían.

Reboté mucho. Solo pasé una noche en un hogar de acogida adecuado cuando tenía trece años. Relevo era como lo llamaban, mientras esperaba que me colocaran en otro programa.
Programa, tras programa, tras programa. Me dieron un catre viejo en medio de la habitación de su hijo biológico.

Esa fue la primera noche que me sentí bien descansado en años.

A la mañana siguiente, me despertaron muy temprano y me arrastraron al trabajo con Sarah, la alegre madre adoptiva, antes de dejarme en la escuela.

Ella era conductora de autobús.

Que conveniente.

Después de comenzar en una nueva escuela ese día, terminé siendo colocado en un programa a corto plazo de treinta días en unas pocas ciudades más allá.

-Sobre la mesa, por favor.-instruyó la señora. Coloqué mi bolsa de lona en la mesa entre nosotros y ella tiró toda mi ropa, comenzando su búsqueda.

Luego, un miembro masculino del personal comenzó a buscarme y me cacheó.

Afortunadamente, no fue lo suficientemente minucioso, considerando que se perdió el paquete de cigarrillos atado a mi pantorrilla con una banda elástica. Yo era un profesional en el contrabando de mierda en ese momento.

Me entregó mi bolso de lona con una sonrisa.

-Te mostraré tu habitación.

Aseguré la correa de mi bolso sobre mi hombro y la seguí por la vieja y chirriante escalera. Me llevó a mi habitación asignada y suspiré cuando vi la segunda cama en la esquina.

-¿Puedo ir a mi caminata de quince minutos?- Le pregunté secamente.

Hizo un gesto hacia mi lado de la habitación con la mano y suspiró.

-¿Por qué no te pones cómodo por ahora? ¿No quieres deshacer la maleta? ¿Acomodarte?

Fruncí el ceño.

Nunca desempaqué. ¿Cuál era el punto? "Ninguna parte" fue mi destino final.

Estaba constantemente en movimiento.

Nadie me quería.

Y yo estaba bien con eso.

Pero no fui tan ingenuo como para desempacar mi mierda y "ponerme cómodo". Llamaban a estos programas a corto plazo por una razón.

-Bien.-respondí.

Se despidió de la habitación, dejando la puerta abierta detrás de ella, y arrojé mi bolsa de lona sobre la cama.

Entonces cerré la puerta.

Abrí la ventana y recuperé el paquete de cigarrillos de mi pantorrilla. Coloqué el filtro entre mis labios, saqué el pequeño encendedor de la caja y lo encendí, inhalando una calada larga y muy necesaria.

Mi puerta se abrió de repente.

-¿Qué carajos-gruñí.

Un chico que parecía tener alrededor de mi edad, trece años, estaba parado en la puerta. Me miró boquiabierto por un momento antes de entrar corriendo y cerrar la puerta detrás de él.

-¿Puedo ayudarle?- Pregunté, arqueando una ceja.

Me vio dar otra calada y yo le devolví la mirada, observándolo a detalle. Llevaba un chándal gris y una sudadera con capucha negra holgada, con las manos metidas en los bolsillos. Su cabello rubio oscuro le llegaba un poco más allá de los hombros, aunque era difícil saberlo porque la mayor parte estaba recogida hacia atrás. Varias hebras colgaban en el frente de su cara, obstruyendo mi vista de sus ojos.

MATANZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora