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Los días transcurrieron en una mezcla de rutina y descubrimiento. Annie se sumergió en su nuevo rol como niñera, intentando aprender todo lo que pudiera sobre Ethan. La primera semana fue un desafío, pero Annie mantuvo una actitud positiva. Cuidar a un niño que había pasado por tanto no era tarea fácil, pero tenía una profunda empatía que la guiaba.

Sin embargo, Nicholas seguía atrapado en su trabajo. Aunque estaba consciente de los esfuerzos de Annie, aún se sentía escéptico. A menudo llegaba a casa cansado y abrumado, sintiéndose culpable por no poder dedicarle más tiempo a Ethan. Pero cada vez que veía a Annie con su hermano, notaba algo que lo inquietaba y lo fascinaba a la vez: había un vínculo naciente entre ellos.

Una noche, después de un día particularmente agotador, Nicholas llegó a casa y escuchó risas suaves provenir del dormitorio de Ethan. Curioso, se acercó a la puerta, que estaba entreabierta, y se asomó. La escena que presenció le partió el corazón y lo conmovió al mismo tiempo.

Annie estaba sentada en la cama de Ethan, con el libro abierto en su regazo. La luz tenue de la lámpara iluminaba su rostro, mientras le contaba una historia. Ethan, recostado en su almohada, la miraba con atención, sus ojos brillando de alegría.

Nicholas sintió un nudo en la garganta. Había algo tan genuino en la forma en que Annie interactuaba con su hermano, una calidez que él había intentado ofrecer pero que no había podido lograr. En ese instante, vio a Ethan sonreír y reír, y un peso que había estado cargando se sintió un poco más ligero.

—¿De verdad existen dragones? —preguntó Ethan, su voz llena de inocencia.

Annie respondió con una sonrisa, su tono lleno de magia. —En las historias, sí. Y, ¿sabes? Los dragones son muy valientes. A veces, son los héroes.

Nicholas sintió una mezcla de emociones. Era un momento tan simple, pero lleno de significado. Se dio cuenta de que Annie estaba haciendo más por Ethan de lo que él había sido capaz de hacer.

Después de unos minutos, Nicholas finalmente se atrevió a entrar. —Hola, ¿qué está pasando aquí? —preguntó con un tono más suave del que había usado antes.

Annie levantó la vista, sorprendida pero sonriendo. —Solo le estoy leyendo un cuento.

Ethan se incorporó, emocionado. —¡Papá! Annie dice que los dragones son héroes.

Nicholas sintió un pequeño cosquilleo en el pecho al escuchar la palabra "papá". La forma en que Ethan se refería a él era un recordatorio doloroso de la ausencia de sus padres, pero también de lo importante que era estar presente.

—Es cierto, Annie tiene razón. —respondió Nicholas, acercándose a la cama.

Annie sonrió ante su respuesta, y Nicholas se dio cuenta de que, en cierto modo, estaba reconociendo el esfuerzo de Annie. Las palabras se sentían sinceras, pero la distancia emocional que aún sentía lo mantenía cauteloso.

La conexión que se estaba formando era palpable y mientras él se sumergía en el cuento, se preguntaba si también podría abrirse a la idea de que, tal vez, Annie podría ser una parte importante de su vida y la de su hermano.

Así, entre páginas y risas, comenzaron a tejer una nueva historia, una que, aunque llena de dolor, también prometía la posibilidad de amor y sanación.

(@sewage's story)

Apocalypse. Nicholas Alexander Chavez. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora