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- Un Nuevo Comienzo.

Nicholas miró el reloj por enésima vez mientras organizaba papeles en su escritorio. Las luces de la ciudad comenzaban a titilar en el horizonte, una vista que solía disfrutar. Sin embargo, hoy, solo se sentía agobiado. El ruido del tráfico se mezclaba con el sonido de los juguetes tirados en el suelo del salón, un recordatorio constante de su nueva realidad.

Su hermano, Ethan, de solo cuatro años, estaba sentado en el suelo con su dinosaurio favorito, completamente absorto en su propio mundo. Nicholas suspiró, sintiendo el peso de la responsabilidad aplastarlo. No era solo su hermano; ahora, era su mundo.

"Ethan," dijo Nicholas con un tono que intentaba ser suave, "¿quieres que juguemos un rato?"

Ethan levantó la vista, sus ojos grandes y tristes. "No," respondió de inmediato, volviendo a su juguete.

Nicholas sintió una punzada en el corazón. La pérdida de sus padres había dejado a Ethan confundido y dolido, y no podía culparlo. Pero el distanciamiento era desgarrador. "Está bien," dijo, esforzándose por sonar despreocupado. "¿Qué tal si pedimos pizza para cenar?"

"¿Con piña?" preguntó Ethan, su voz un poco más animada.

"Claro," sonrió Nicholas, sintiendo que tal vez había logrado un pequeño avance. "Con extra de piña."

Justo cuando estaba a punto de sacar su teléfono para hacer el pedido, sonó su computadora. Un recordatorio de su calendario le hizo recordar que tenía una reunión pendiente. Unas horas más tarde, aún tendrían que arreglar la casa para el anuncio de la niñera. La necesidad de ayuda era urgente. Sin embargo, había estado posponiendo la idea de contratar a alguien. La última cosa que quería era invitar a un extraño a su hogar, especialmente cuando él mismo no estaba seguro de cómo manejar su nueva vida.

Nicholas se sentó de nuevo en su silla, con la mirada perdida en la pantalla. La idea de buscar una niñera lo aterraba. Sabía que no podía hacerlo solo, pero la sola idea de contratar a alguien lo hacía sentir incómodo. Mientras navegaba por anuncios y perfiles, su teléfono sonó, y al ver el mensaje de su asistente, un rayo de desesperación le cruzó la mente:

"Nicholas, el contrato para la nueva campaña debe estar listo para mañana."

Se pasó una mano por el cabello, sintiéndose atrapado entre dos mundos. La responsabilidad de su hermano desde la reciente muerte de sus dos padres y la presión de su trabajo se sentía como una montaña imposible de escalar. Finalmente, sin más opción, redactó un anuncio y lo publicó.

—¡Pizza! —anunció Ethan al ver que Nicholas estaba de pie frente al teléfono.

—Sí, sí —respondió Nicholas, distraído. —Solo... dame un segundo, ¿vale?

Mientras esperaba respuestas de posibles niñeras, se sintió atrapado en una burbuja de ansiedad. No quería a alguien que solo viniera a cuidar a Ethan. Necesitaba a alguien que realmente pudiera conectar con él, que pudiera entender su dolor.

El día pasó rápidamente, y Nicholas no logró concentrarse en el trabajo. La llegada de la noche le dejó con un vacío que lo inquietaba. Cuando finalmente sonó su teléfono, era la primera respuesta a su anuncio. La chica se llamaba Annie y tenía 18 años. En su mensaje, escribió que había trabajado como voluntaria en una guardería y que estaba buscando una oportunidad.

Nicholas dudó, sintiendo que la falta de experiencia podía ser un problema. Pero en su desesperación, decidió responder, no le quedaba de otra, necesitaba ayuda urgentemente. Después de intercambiar algunos mensajes, acordaron una entrevista para la mañana siguiente. Al colgar, sintió una mezcla de alivio y ansiedad.

Esa noche, mientras ayudaba a Ethan a cepillarse los dientes, el pequeño lo miró a través del espejo del baño.

—¿Dónde están mamá y papá? —preguntó Ethan, su voz temblando.

Nicholas se detuvo, sintiendo un nudo en el estómago. —Ellos... ellos están en un lugar mejor, Ethan. Pero siempre están contigo, ¿sabes?

—No quiero que estén en un lugar mejor. Quiero que estén aquí.

Nicholas tragó saliva, tratando de mantener la calma. —Lo sé, pequeño. Yo también los extraño. Pero ahora estoy aquí contigo, y siempre lo estaré.

Ethan lo miró con desconfianza. —No eres como ellos.

—No, no lo soy. Pero estoy tratando, ¿de acuerdo? Solo necesito un poco de tiempo. — Dijo algo alterado, esto también estaba siendo difícil para el.

El niño se encogió de hombros y salió de la habitación, dejando a Nicholas solo con sus pensamientos. La sensación de impotencia lo abrumó. No sabía cómo ser el hermano que Ethan necesitaba.

A la mañana siguiente, mientras el sol se filtraba a través de las cortinas, Nicholas se preparó para la llegada de Annie. Tenía muchas dudas, pero sabía que no podía fallar. Después de un desayuno apresurado, y con Ethan aún en pijama, tocó el timbre.

Cuando abrió la puerta, se encontró con una joven de cabello castaño claro, vestida de manera informal pero con un brillo de determinación en los ojos.

—Hola, soy Annie. —Dijo, sonriendo.

Nicholas le devolvió la sonrisa, aunque sintió una punzada de nervios. —Hola. Gracias por venir.

Ella asintió, mirando alrededor. —Espero que no me juzgues demasiado, soy un poco joven para esto...

—No, no —interrumpió Nicholas, sintiendo que debía calmarla. —Solo... busco a alguien que pueda ayudarme con Ethan.

—Entiendo, estoy aquí para eso —dijo Annie, mirando hacia el interior.

Nicholas sintió un escalofrío. Era el momento de saber si esta joven podría ser la respuesta a sus problemas. Dudó. Tal vez no debería esperar mucho. Pero si podía hacer que Ethan sonriera, tal vez, solo tal vez, podrían encontrar algo de felicidad en medio de su dolor.

—Bien, entremos —dijo finalmente, haciéndose a un lado para dejarla pasar. La vida de ambos estaba a punto de cambiar.


(@sewage's story)

Apocalypse. Nicholas Alexander Chavez. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora