Inicio del primer acto. Parte V.

11 3 8
                                    

Julio.

Habían sido difíciles los primeros días, el divorcio había conllevado una nueva rutina, un nuevo mundo para el que no se había preparado a pesar de que había creído estarlo, sabía qué era lo que no debía hacer con su hija al convertirse en una madre divorciada, puesto que ella había crecido bajo el alero de dos padres divorciados que habían sido unos idiotas.

A veces pensaba en que debía haber escuchado a Ethan, cuando él le dijo que no debían casarse "las parejas que llevan mucho tiempo juntas y luego se casan fracasan" quizás se lo había repetido tanto a sí mismo que había propiciado la caída de su matrimonio.

Solo duraron dos años casados, y doce de relación en total, debieron quedarse así, pero apenas su guión fue comprado por una de las plataformas de streaming más grandes y el dinero comenzó a llover y a llover, pensó, y realmente sintió, que casarse era lo correcto para que Ethan sintiera que ella verdaderamente agradecía todo el apoyo que él le había dado a lo largo de los años.

Para que no se sintiera en desventaja.

Quizás eso mismo fue lo que lo quebró todo.

Seguía culpándose por haber deseado esa boda privada en el bosque solo con sus familiares y amigos más amados y cercanos, seguía culpándose por ese pastel de bodas para cincuenta personas, por el ramo de bodas con lavanda y jazmín, por el plato principal de asado de cordero con la receta secreta de su abuelo, y las putas papas horneadas que tanto había amado.

Había ganado ese sueño que durante tantos años fue solo eso, un sueño escrito en un pedazo de papel y un suspiro en su memoria que guardaba solo para ella, que no había compartido con nadie, ni siquiera con Ethan.

Ahora nada de eso quedaba.

Y la culpa era una sombra pesada y fétida sobre sus hombros, y aunque a veces trataba de verlo todo en perspectiva y lograda distinguir, qué cómo escribió Oscar Wilde, a veces sentía que había entregado toda su alma a alguien que la trataba como si fuese una flor que se coloca en un ojal, una condecoración que deleita su vanidad, un adorno para un día de verano, los buenos momentos habían sido más.

Sentía que había entregado su vida a cambio de todo eso, a cambio del auto del año que manejaba, del instituto privado que pagaba gustosamente para su hija, las casas y cosas que había comprado para sus hermanas, madre, y tías, que había entregado su matrimonio a cambio del éxito profesional suyo, y del ahora su ex esposo, quien ahora se dedicaba, igualmente, a hacer lo que tanto había deseado durante los años juntos en los que combatieron entre deudas y polvo de construcciones que no avanzaban.

A veces se preguntaba si cambiaría todo eso por regresar a ese pasado polvoriento que cuando recordaba le hacía doler las tripas, y le colocaba ese vacío negro en el pecho y le asfixiaba la garganta, y aunque deseaba con todas sus fuerzas decir que si, que preferiría mantener su vida como era antes estando juntos, la respuesta era no.

Y aquello la llenaba aún más de culpa.

Culpa.

Culpa

Y solo culpa.

Y más puta culpa.

Habían aprendido a ser felices.

Había costado los primeros meses, pero eventualmente había funcionado.

No lo decía en voz alta, no sé lo decía a nadie, ni siquiera a Alisa, ni siquiera a Ethan, aunque estaba segura de que él pensaría de igual forma, los años de angustia económica habían sido difíciles, su vida juntos había sido maravillosa, pero dificultosa.

La doble toma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora