«Capitulo 8»

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★★★★

El aire estaba cargado de alegría, la energía en la casa era palpable. La música resonaba en las paredes, mientras las luces de colores giraban y parpadeaban, dando un ambiente de "boliche" que apenas comenzaba. La selección estaba más que lista para una noche de diversión y desenfreno. Necesitaban este respiro después de días de entrenamiento intensos. Un poco de libertad antes de volver a la disciplina de la cancha.

Julián y Enzo llegaron juntos, como siempre. Desde que se habían confesado sus sentimientos y su relación había comenzado, habían sido inseparables. Ahora, con la seguridad que les daba el tiempo y el apoyo de sus compañeros, se mostraban más cómodos. Aunque habían sido discretos al principio, con el tiempo se relajaron, y la mayoría de los pibes  ya sabían que estaban juntos. Habían encontrado un espacio en el que podían ser ellos mismos sin miedo.

—Esto va a estar buenazoo —dijo Julián, girándose para mirar a Enzo mientras entraban a la casa. La sonrisa en su rostro era amplia, sus ojos brillaban con entusiasmo.

Enzo, con una sonrisa más contenida, lo siguió de cerca. Había algo en Julián que siempre lo hacía sentir más vivo, más libre. Esa chispa, esa alegría de vivir, era contagiosa. A Enzo le encantaba perderse en esa energía y esos ojos marrones miel tan lindos que tenía.

—Necesitábamos una noche así, solo nosotros y los chicos. Desconectar un poco, de todo esto —respondió Enzo, acomodando una mano en la espalda baja de Julián, guiándolo hacia el patio donde el resto ya comenzaba a boludear.

El patio estaba transformado en una pista de baile improvisada. Algunos ya se movían al ritmo de la música elegida por Otamendi, otros estaban en la barra sirviéndose tragos o charlando en pequeños grupos. Pero Julián no perdió tiempo. Con una sonrisa traviesa, agarró la mano de Enzo y lo arrastró hacia la pista, sin darle la opción de rechazar la invitación.

Dalee, no seas tímido. Es nuestra noche, disfrutala —dijo Julián, poniéndose frente a Enzo y comenzando a moverse al ritmo de la música.

Enzo, aún riéndose del entusiasmo de Julián, cedió y comenzó a bailar. Al principio, mantuvo la distancia, dejándose llevar por la música, pero no pasó mucho tiempo antes de que estuvieran más cerca, con los cuerpos casi pegados, moviéndose al unísono.

—¿Sabés qué? —susurró Enzo, inclinándose hacia Julián, sus labios rozando su oído—. Te amo, Juli. Más de lo que nunca pensé que podría amar a alguien.

Julián sonrió, esa sonrisa que iluminaba todo a su alrededor. Se inclinó hacia Enzo, dejando que sus labios se rozaran en un beso suave, apenas un roce, pero cargado de emoción.

—Yo también te amo, Enzo. No sabés lo feliz que me hacés.

Siguieron bailando, más cerca ahora, sus cuerpos conectados no solo por el movimiento, sino por algo mucho más profundo. No les importaba quién los mirara, ni lo que pudieran pensar. Esa noche era de ellos. La música, las luces, el calor de la joda... todo parecía desvanecerse a su alrededor, dejando solo el contacto entre ellos dos.

En otro rincón del patio, Cristian estaba apoyado en la barra, con un vaso en la mano y la mirada perdida en el otro lado de la pista. Su expresión era diferente. Mientras todos parecían relajados y felices, él estaba inmerso en sus pensamientos, con el ceño ligeramente fruncido. Sus ojos estaban fijos en Lisandro, que charlaba animadamente con Molina, otro de sus mejores amigos. La conversación entre ellos parecía de lo más inocente, pero había algo en la cercanía de sus cuerpos, en la forma en que se reían juntos, que despertaba una sensación incómoda en este.

°•°•Más allá de la amistad •°•° julienzo •°•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora