Capítulo 03

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La hora del almuerzo es algo que muchas veces disfruto, pero no lo suficiente como para que pueda relajarme y distraerme un poco. Aunque gracias a qué le gané a Han Seo-Jun en la carrera, ahora no lo pude disfrutar igual que antes.

Este se sentó a mi lado, haciendo demasiado ruido con la silla y recargando su codo en la mesa, colocando su rostro sobre su mano hecha un puño, mirándome con atención y sin expresión alguna. Yo lo miré con molestia, esperando que mi herm... digo, Lee Soo-Ho se dé cuenta de lo que está pasando e interrumpa con el pretexto de que quiere hablar conmigo por mirarlo tanto en las clases.

¿Vas a seguir viéndome el atractivo o vas a hablar de una vez? —cuestioné en español provocando que me vea con sorpresa y totalmente confundido.

—¿Qué? —dudó sin haber entendido mis palabras, por lo que yo sólo le resté importancia.

—Nada —respondí tomando una servilleta que traje de mi mochila y limpiandome los labios—. ¿Qué quieres? —le pregunté esperando impaciente su respuesta mientras yo sólo recargo mis codos en la mesa.

—¿Cuál es tu favorito? —interrogó señalando mi comida, pero sin obtener la respuesta esperada.

—Ninguno -contesté viéndolo sorprenderse por mi respuesta-. No soy de aquí, no disfruto la comida igual, así que no tengo comida favorita de Korea —dije, complemente segura de mi respuesta, pero notando las miradas de todos los compañeros sobre nosotros—. Excepto el Sushi —contradije—, que aquí es el Gimbap.

Con esto, seguí comiendo con tranquilidad, sacando de entre mis rodillas el jugo que él me había llevado comenzando a beberlo. No sabe nada mal, pero no me gusta en lo absoluto. Sigo extrañando la comida de mi país.

Sin embargo, gemidos de sorpresa de los demás me llamaron la atención provocando que yo volteara a ver hacia la misma dirección que ellos, viendo a Lee Soo-Ho caminar con prisa y determinación hacia donde Han Seo-Jun y yo estamos. Escuchando también su voz en un grito.

—¡Oye, Han Seo-Jun! —escuché a Soo-Ho gritar.

Esto no es bueno.

Él mismo tomó a Seo-Jun por el cuello de la ropa y lo levantó de su lugar, sacudiendolo con fuerza y expresando su ira por el de los pirciengs. Seo-Jun susurró con desprecio unas palabras sobre la cara de Soo-Ho, las cuales no alcancé a entender, pero ambos sólo se quedaron mirando con odio, no hicieron no dijeron nada más por un largo rato como si estuvieran haciendo un duelo de miradas o si quisieran resolver algo con sólo mirarse mutuamente.

Con cautela, yo me levanté de mi asiento y comencé a alejarme de ellos, esperando que ninguno note mi presencia. Pero Lee Soo-Ho interrumpió aquel momento perfecto para irme...

—Si vuelves a acercarte a ella, te mato; no quiero que te acerques a Nova-Lee, ¿entendido? —amenazó Ho.

¿Qué clase de advertencia es esa?

Cuando creí que me había librado, escuché a Soo-Ho aventar a Seo-Jun lejos suyo y caminar en mi dirección, tomándome de la mano para llevarme arrastrando lejos de ahí.

¿Y ahora qué hice?

Y es que, a pesar de mis protestas, él no se detuvo. Sino que siguió caminando sin importarle quién nos viera o nos grabará, o nos fotografiara. Subimos muchas escaleras, para que al final atravesamos una puerta de metal que nos llevó a la azotea de la escuela.

No me maravilla la vista, sino el que me halla llevado a un lugar tan privado como este.

Sin importarle quién fuera, él me jaló para colocarme frente a él y me soltó. Nos quedamos en silencio y quietos, mientras yo sólo acomodo un poco mi uniforme y nos miramos con atención.

¿Qué planea? ¿Será que ya lo sabe? ¿Será que no quiere que me vuelva a acercar a él? ¿Será que quiere advertirme de Seo-Jun? ¿Qué es lo que quiere?

—¿Qué? ¿No vas a hablar? —cuestionó muy valientemente e impaciente.

—¿A qué te refieres? —dudé esperando a que sea más claro, obviamente puedo comenzar a hablar y decir todo lo que sé acerca de las motos y el cómo conseguí la mía teniendo unos padres que me odian tanto. Pero yo sé que eso no es lo que quiere escuchar.

—No finjas —exclamó—. Ya lo sé todo —declaró.

¿Cómo que ya lo sabe? Yo no he dicho nada. A menos de que él haya investigado por su propia cuenta.

—¿Acerca de qué? —interrogué fingiendo demencia.

Pero él no respondió. Simplemente sacó su teléfono de su bolsillo, marcó un número y lo dejo en su mano tendido entre ambos.

A los pocos segundos, comenzó a sonar mi celular: Desconocido. Todavía no tengo su número, quería conseguirlo hasta que le dijera todo.

No dije nada, sólo lo miré levantando una ceja esperando una explicación y él colgó la llamada, cortándose inmediatamente en mi teléfono. Ahora todo está confirmado, ya lo sabe.

—Hace un tiempo me enteré de una hija ilegítima de mi padre, de unos meses más joven que yo —empezó a relatar Soo-Ho—. La investigué, pero no encontré nada suyo además de su registro de nacimiento y su nombre —aclara—. Hace un año me llegó una actualizacion de su actividad, ella había entrado a una escuela de Seúl —continuó, estoy curada de espanto así que creo que ya sé por dónde va esto—. Y hace dos días me llegó otra actualización —se detuvo esperando una reacción mía, por más mínima que fuera—; la habían transferido a mi escuela por acoso escolar.

—¡Qué lindo! Es muy admirable que hayas investigado a tu hermana, pero no entiendo qué tiene que ver eso conmigo —declaré con seriedad.

Ya sé lo que va a decir: que yo contesté su número de celular...

—Conseguí su número de teléfono y a tí te llegó la llamada —indicó.

Y también va a decir que yo tengo su nombre...

—Y tú te llamas igual que ella: Lee Nova-Lee —demandó.

No quería que se supiera tan pronto, aún no estoy lista.

—¿Qué quieres que te diga? ¿Que es una coincidencia? —dudé sarcásticamente.

Pero a él no le hizo gracia. El siguió mirándome con molestia.

—Tú eres mi hermana —aclaró.

Eso ya lo sé.

Somos hermanos y llevo buscándote toda mi vida, Lee Soo-Ho; pero, ahora que te encontré, no sé si realmente estoy muy segura de querer que mi hermano mayor sepa la total verdad y me quiera, o simplemente me pida que no me vuelva a acercar a él sin importar nada.

Da miedo. Y no quiero saber lo que pueda pasar.

 Y no quiero saber lo que pueda pasar

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Tristezas verdaderasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora