William
Era una mañana tranquila en los jardines de Arlenwick, el rocío aún cubría las hojas, y el sol apenas comenzaba a filtrarse a través de los árboles. Estaba terminando de regar los rosales cuando escuché el eco de pasos acercándose por el sendero de grava. No era habitual que los miembros de la familia real se pasearan por aquí a estas horas, pero al girarme, me di cuenta de que el Príncipe Frederick venía hacia mí, con su paso firme y su expresión seria.
—William, ¿no es así? —me dijo sin perder tiempo en formalidades. Asentí, manteniendo la calma aunque su tono ya me indicaba que esto no sería una charla amigable.
—Sí, alteza. ¿Puedo ayudarle en algo? —respondí, limpiándome las manos con un trapo mientras él me observaba con una mirada que parecía querer atravesarme.
—Sí, puedes. Mantente alejado de mi hermana. —Directo. Sin rodeos. La frialdad en su voz era clara, como si cada palabra estuviera afilada.
Al principio, no supe qué decir. Sabía que la princesa y yo apenas habíamos intercambiado unas pocas palabras en el jardín, nada fuera de lo normal... o al menos, eso quería creer. Pero, al parecer, para el príncipe, incluso esas pequeñas interacciones ya eran demasiado.
—Con el debido respeto, alteza, solo soy el jardinero. Mi único propósito aquí es cuidar los jardines, no causar problemas —intenté explicar, manteniendo un tono respetuoso. No era mi intención desatar un conflicto con la realeza.
Frederick frunció el ceño, dando un paso más cerca de mí, hasta que casi podía sentir el peso de su presencia.
—No soy un tonto, William. Sé que te vi hablando con Eleanor el otro día. No me importa lo que creas que es "normal". No quiero que te acerques a ella, ni en los jardines, ni en ninguna otra parte del castillo. —Su tono no admitía discusión.
Me quedé en silencio por un momento, sopesando mis palabras. No quería provocarlo, pero al mismo tiempo, no podía simplemente bajar la cabeza. La injusticia de su actitud me golpeaba con fuerza. Solo porque soy un campesino, ¿eso me hace indigno de dirigirle la palabra a su hermana? Sentí una oleada de indignación crecer dentro de mí.
—Con todo respeto, alteza —dije, controlando el impulso de alzar la voz—. No hice nada inapropiado. La princesa es una persona amable, y si alguna vez volvemos a cruzarnos, no creo que deba ignorarla como si no existiera.
Frederick se tensó, claramente sorprendido de que me atreviera a contradecirlo, aunque solo fuera de manera indirecta.
—¿Te atreves a desafiarme, William? —preguntó, y su voz bajó de tono, lo que me hizo sentir que estábamos caminando por terreno peligroso.
—No es mi intención desafiarlo, alteza —dije, tomando una bocanada de aire—. Pero no veo el mal en tratar a la princesa con respeto y educación si nuestras rutas se cruzan. No pretendo más que eso.
—¿No ves el mal? —repitió, su rostro endureciéndose aún más. —¿Sabes cuál es tu lugar? Porque yo sí lo sé. Eres un jardinero. Eres de una clase que no debería ni siquiera dirigirle la palabra a mi hermana. ¿Lo entiendes?
Lo entendía, claro que lo entendía. Durante toda mi vida, me habían enseñado cuál era mi lugar, a saber dónde pertenecía. Pero escuchar esas palabras de alguien como Frederick, con esa arrogancia tan arraigada, despertaba en mí una sensación de injusticia que no podía ignorar.
—Sé cuál es mi lugar, alteza, pero eso no significa que deba faltar a mi dignidad. No pienso tratar a nadie como si fuera menos o más que yo. Eso incluye a la princesa Eleanor.

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Amor & Reglas
Short StoryEn el majestuoso castillo de Arlenwick, donde las normas de la realeza dictan cada movimiento, la Princesa Eleanor se siente atrapada en un mundo de lujos y expectativas. Siente que su opinión no es valida y que solo importa lo social y lo que opin...