A quel amanecer fue el inicio de un día diferente en el castillo. La noticia de que mis padres y mi hermano se marcharían al Reino de Ámsterdams, dejándome a cargo por unos días, no era algo común, pero no podía evitar sentir una libertad agridulce en su partida. Desde temprano, los preparativos para el viaje tomaron lugar en el salón principal. Observé cómo los sirvientes cargaban las maletas y aseguraban cada detalle para el viaje real.
Mi padre, el rey, se acercó a mí antes de partir y me dio un abrazo fuerte, algo poco común en él.
—Sé que harás bien en nuestra ausencia, Eleanor. Debes tomar responsabilidad —dijo, mirándome con seriedad. No respondí, solo asentí y sonreí ligeramente.
Cuando todos subieron a las carrozas, las ruedas comenzaron a girar lentamente y, pronto, desaparecieron en la distancia. El silencio envolvió el castillo, y en cuanto las puertas se cerraron, una idea traviesa cruzó por mi mente. Sin perder tiempo, me escabullí de la vista de Margaret y Louisa, quienes estaban ocupadas en la cocina, y me dirigí a los jardines. Sabía dónde encontrar a William.
Al verlo trabajando en el suelo, rodeado de sus herramientas, sentí el pulso acelerarse. Me acerqué lentamente, mi sombra proyectándose sobre él. Alzó la mirada y sonrió, sorprendido al verme.
—Princesa, ¿no deberías estar dentro del castillo? —preguntó, sin disimular su sorpresa.
—Mis padres se... mhm...han ido, William. El castillo está...Mhm... vacío... Eehh ... ¿Por qué no vienes conmigo? —Lo miré fijamente nerviosa, pero eso no me impidió poner una sonrisa juguetona, y al ver la duda en sus ojos me arrepentí al instante de habérselo propuesto, una punzada de decepción pasor por dentro de mi, pero aún así extendí mi mano, no tenía nada que perder—. Nadie se enterará, te lo aseguro.
Él miró mi mano por un instante, y después de una breve vacilación, la tomó. Guiándolo con cuidado por las puertas traseras, nos deslizamos entre pasillos, subiendo escaleras y pasando por salones. Sin embargo, al doblar una esquina, nos topamos de frente con Louisa, quien me miró boquiabierta y con cara de horror.
—¡Princesa Eleanor! —exclamó, llevándose una mano a la boca al ver a William a mi lado.
—Louisa, confío en que guardarás este secreto. —Le di una sonrisa tranquila, pero con una chispa de determinación. Louisa asintió no muy segura, sin hacer más preguntas, y continuamos nuestro camino, riendo entre susurros.
Recorrimos cada rincón del castillo; le mostré la biblioteca, el salón de música, la pequeña capilla... todo. Sus ojos se llenaban de asombro ante cada detalle, y noté cómo parecía descubrir algo nuevo en cada habitación. En uno de los salones, nos detuvimos a contemplar un enorme cuadro de la familia real.
—Debe ser extraño vivir en un lugar tan inmenso —comentó él, observándome de reojo.
—A veces lo es —admití, desviando la mirada hacia el suelo—. Pero hoy, gracias a ti, parece más acogedor.
Seguimos hasta llegar a una habitación que siempre me había parecido especial, un espacio apartado, lejos de la entrada, que muy pocos usaban. Era una habitación sencilla pero con un arte por dentro, creo que en el pasado fue la habitación de una de mis tatarabuela, al recorrela con los ojos visualicé la pareces de un color beige suave, con un par de ventanales por donde se filtraba la luz de la mañana, una cama matrimonial, un pequeño armario de madera, un espejo y un pequeño baul donde supuse que estaban algunos recuerdos, ya después lo abriría para investigar un poco. Cerré la puerta tras de nosotros, y cuando giré, me encontré con su mirada fija en mí.
—Eleanor, ¿segura que deberíamos estar aquí? —preguntó en un tono bajo, pero su mirada no se apartaba de la mía.
—No voy a dejar de tomar mis propias decisiones solo porque otros piensen que no debería. —Di un paso hacia él, y sentí cómo mi corazón latía más fuerte.
Nos acercamos lentamente, como si cada segundo se estirara hasta el infinito. Sentí su mano deslizarse suavemente hacia mi cintura, y sin pensarlo dos veces, me aferré a él. Nuestros labios se encontraron en un beso cargado de deseo, de todos los sentimientos que habíamos reprimido. Su mano subió hasta mi mejilla, sosteniéndome con delicadeza, mientras yo lo abrazaba más fuerte, sintiendo cada latido de su pecho junto al mío.
Sus labios se movían con una mezcla de urgencia y dulzura, y me dejé llevar, perdiendo la noción del tiempo, del lugar y de todas las reglas que alguna vez me habían enseñado. Cada roce parecía más intenso, y cuando por fin nos separamos, ambos respirábamos agitadamente, sin decir una palabra. Nos miramos en silencio, y en sus ojos encontré algo que me hacía querer desafiar al mundo entero.
—Princesa, esta segura de esto?— Pregunto no muy convencido.
—Si William, deseo esto más que nada—Respondí segura de mi misma.
Y sin más, me atrajo hacia el nuevamente, sus labios rozando los míos.
****
El sonido de pasos acercándose a la habitación me sacó de aquel momento junto a William. Sobresaltada, escuché la voz de Louisa llamando desde el pasillo.
—¡Princesa Eleanor! ¿Estás ahí? ¡La comida ya está lista! —dijo, golpeando ligeramente la puerta.
Miré a William con urgencia y susurré en voz baja, señalando el armario de la esquina.
—Rápido, entra ahí. Nadie puede verte aquí y menos así —dije, con una mezcla de nerviosismo y diversión.
Él asintió sin hacer ruido, cruzando la habitación y deslizándose en el pequeño armario. Apenas lo cerré, respiré hondo y llamé a Louisa.
—¡Sí, Louisa! Dame solo un minuto, estoy... eh, terminando de arreglar algunas cosas aquí.
Rápidamente revisé mi reflejo en el espejo de aquella habitación para ver que no tuviera nada extraño , me puse el vestido y me encaminé hacia la puerta, encontrándome con Louisa en el pasillo. Ella arqueó una ceja y cruzó los brazos con una sonrisa apenas perceptible.
—¿Por qué tanto misterio, princesa? Creí haber escuchado la voz de alguien hace un momento.
Me esforcé en mantener la calma y sonreí inocentemente.
—Oh, eso... No, Louisa, solo estaba dando vueltas por el castillo. William ya... ya se fue. Me había ayudado con algunas cosas en el jardín antes, nada más.
Ella me miró, como si analizara cada palabra, pero no dijo nada más. Solo asintió, aunque no parecía del todo convencida.
—Bueno, princesa. Es hora de almorzar, y si tus padres se enteran de que no estás en la mesa a tiempo, ya sabes cómo son. —Louisa hizo un gesto de "nos vemos abajo" y se dio la vuelta, alejándose por el pasillo.
Observé cómo se iba y suspiré, regresando a la habitación y abriendo el armario.
—Ya puedes salir —le dije a William, quien salió con una media sonrisa, algo avergonzado pero divertido.
—Me he convertido en todo un experto en esconderme, parece —dijo en voz baja, inclinándose hacia mí y tomando mi mano por un breve instante antes de volver a poner distancia.
—Parece que sí, aunque más te vale que no se vuelva costumbre, cámbiate y sal por la ventana—respondí, intentando mantener el tono serio, aunque sabía que mis mejillas estaban enrojecidas.
Ambos nos miramos en silencio, y aunque había tanto que queríamos decirnos, simplemente sonreímos.
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Amor & Reglas
Short StoryEn el majestuoso castillo de Arlenwick, donde las normas de la realeza dictan cada movimiento, la Princesa Eleanor se siente atrapada en un mundo de lujos y expectativas. Siente que su opinión no es valida y que solo importa lo social y lo que opin...