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«MI HERMANA»

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«MI HERMANA»







Arianna no podía creer lo que estaba pasando. Haly y Harry habían sido seleccionados para participar en el torneo.

Muy estúpido, a su parecer. Estaba completamente segura que Haly y Harry no habían puesto sus nombres ahí. Suficiente tenían con ser los niños sobrevivientes.

Y sabía que Haly tenía cosas más importantes e interesantes en las que gastar su tiempo, que en un estúpido torneo.

Arianna se encontraba a lado de Regulus, frente a ellos, mientras junto a ellos Ivy y Rigel miraban desafiante a Dumbledore.

—Esto es una locura—Aunque el tono de voz de Regulus era bajo, se notaba la furia que había en él—. No hay manera de que Harry y Hanna hayan puesto sus nombre en el cáliz. ¡Son menores de edad, por Merlin!

Dumbledore detrás de su escritorio tenía una mirada de firmeza.

—El cáliz de fuego es un artefacto muy antiguo y poderoso, Regulus. Sus decisiones son vinculantes y no pueden ser revertidas. Harry y Hanna deben participar.

Arianna rodó los ojos sin poder creer lo que había escuchado. ¿Enserio los dejaría participar? Miró a Regulus unos segundos. Sabía que él no dejaría que algo malo le pasara a ninguno de los mellizos.

—Esto es una atrocidad —gruñó, su voz baja pero temblando de rabia contenida—. Ni Harry ni Hanna tuvieron nada que ver con esto. ¿Esperas que me quede de brazos cruzados mientras los envías a un destino incierto y posiblemente mortal?

Dumbledore, sentado tras su escritorio con la usual calma que lo caracterizaba, sostuvo la mirada de Regulus con un destello de tristeza en sus ojos.

—No es una decisión que tome a la ligera, Regulus. Pero las reglas del Cáliz son inquebrantables. Si un nombre sale de él, debe participar en el Torneo. Así ha sido durante siglos.

—¡Pero no fue su decisión! —exclamó Ivy, dando un paso adelante. Sus ojos brillaban con determinación, y la ligera quiebra en su voz no hacía más que subrayar lo mucho que le importaban los hermanos Potter—. No pedimos que se hiciera una excepción por ellos, pero esto... esto no es justo. ¡Son solo unos niños! —espetó Ivy, avanzando un paso hacia adelante, desafiando con su sola presencia la autoridad que llenaba la habitación—. Estamos hablando de la vida de dos niños. Reglas o no, esto es una locura. No puedes sacrificar su seguridad por una tradición anticuada.

—Las leyes mágicas no son anticuadas—intervino Crouch, uno de los encargados del Torneo, su tono frío y distante—. Son la base de nuestra sociedad. No podemos simplemente ignorarlas porque la situación nos resulte incómoda.

—Oh, claro, ¿por qué dejar que algo como la seguridad o la vida humana se interponga en el camino de una buena tradición, verdad? —Rigel hablo por primera vez desde que habían entrado al despacho, sus palabras estaban llenas de sarcasmo, pero sus ojos reflejaban una preocupación real.

VIDEO GAMES; Theodore NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora