─ 𝐋𝐈𝐍𝐄𝐀 𝐃𝐄 𝐀𝐘𝐔𝐃𝐀 ⤷ jaesahi ⋆˙⟡

capitulo; 05

Im Not Okay - Chen
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Antes de que la tarde del sábado llegara, los recuerdos y las pesadillas atacaron nuevamente a Asahi.

Estaba destrozado; su alma, corazón y pecho dolían de tanto llorar. Las pesadillas lo asediaban una vez más, y despertó lanzando un grito a la oscuridad, como si esta pudiera escucharlo. Gritó con tanta fuerza que su garganta le dolió. Se levantó apresurado, buscó sus pantuflas con desesperación y caminó hacia la puerta de su casa.

Tenía miedo de salir. Le aterraba ir a casa de Hyunsuk, al centro comercial o siquiera salir a comprar. Pero, cada vez que debía hacerlo, sus pasos, aunque inciertos, fluían con rapidez, y corría. Corría por las calles hasta llegar a ese único lugar que conocía tan bien: el puente. Aquel, el único que había escuchado sus plegarias día y noche, el único testigo de su destrucción.

Pero había alguien más. Alguien que lo había escuchado, aunque fuera solo un par de noches, pero que sentía que ya conocía más de él que él mismo.

Dejó de observar las rejas del puente y, al girarse en busca de aquel teléfono, su cuerpo cayó al suelo al darse cuenta de lo sucedido.

Los vidrios de la cabina estaban dañados, y el teléfono parecía arrancado, cubierto de pintura roja con una franja amarilla. Confundido, Asahi se acercó a rastras y vio un papel que decía "en mantención". Sabía que esas ancianas, las que consideraban el suicidio un acto inhumano y pensaban que no se necesitaba ayuda, eran las responsables.

Asahi necesitaba ese teléfono, así que, con determinación, sin importarle nada, arrancó la cinta amarilla y entró en la cabina. Tomó lo que quedaba del teléfono y se lo llevó al oído, esperando escuchar esa voz, su voz. Pero no escuchó nada, ni siquiera un sonido que indicara que el teléfono estaba roto.

Entonces lloró. Golpeó la cabina y gritó, gritó con la misma desesperación de aquella noche, y cayó al suelo frío. Necesitaba ayuda, la necesitaba tanto, y deseaba escuchar su voz, la voz de Yoon, que parecía ser la única capaz de calmarlo en esas noches, la única que lo ayudaba a olvidar. Pero no había nada, esa noche no tuvo suerte.

Parecía como si la vida le dijera: "Esta vez estás solo". Cada vez que lograba encontrar una pizca de esperanza, esta se le escapaba, burlándose de su angustia, recordándole que, una vez más, estaba él y la oscuridad, él y las llamas, él y sus lágrimas.

Cansado, regresó a casa. Subió las escaleras y volvió a la penumbra de su pequeño departamento. Se sentó en el suelo, arrojó las llaves, que probablemente cayeron en algún rincón polvoriento, y gateó hasta el lugar donde descansaba el cuadro de sus padres.

Pero ninguna línea fue trazada, ninguna mancha, ni una pequeña gota cayó sobre el cuadro mientras sostenía ese pincel, que sin darse cuenta tenia en su mano. Asahi se quedó ahí, con el corazón latiendo con fuerza, las lágrimas corriendo por su rostro y el pincel inmóvil en su mano. No hizo nada, solo contempló el cuadro en silencio.

Ni siquiera podía recordar cómo lucían sus padres. Las fotos se habían perdido y, desde aquella noche, cada recuerdo de ellos se había desvanecido, como si nunca hubieran existido. Ahora solo vivían en su mente, en ese lugar donde vagaban pensamientos de muerte, miedos y lamentos.

No podía recordar los lunares en el rostro de su madre, su cabello negro azabache, ni los dientes perfectos de su padre. Tampoco la piel pálida de ambos, ni sus ojos color miel, idénticos a los suyos. Todo se desvanecía cada vez que cerraba los ojos e intentaba evocarlos. Cansado de intentar, soltó el pincel, dejándolo caer con fuerza, como si hubiera pintado toda la noche, y se levantó.