Samantha dejó de llorar poco a poco y se enjugó las lágrimas que resbalaban en sus mejillas, entonces cayó en la cuenta que no tenía nada que ofrecerle a Laurel.
—Tengo que admitir primero... –Samantha habló tratando de que su voz se oyera serena− que debo tener una estabilidad para proporcionarle seguridad a mi hija.
Jess asintió, maravillada de que Samantha estuviera reflexionando las cosas.
—Tengo que traspasar el negocio y luego me iré a Nápoles, para estar cerca de ella. También tengo que buscar donde vivir. Yo...no tengo nada.
Jess le lanzó una mirada compasiva a Samantha.
—Más que hacer una lista de prioridades, lo importante es que reconozcas que debes actuar correctamente. Tus decisiones deben ser las adecuadas para el bienestar tuyo primero y luego el de Laurel. Si tú estás bien, entonces podrás darle a tu hija todo lo que necesita, incluyendo el amor. Ahora...sólo le transmites tus miedos.
—Sí. –Samantha se abrazó a sí misma.
—Disfruta el tiempo que estés junto a tu hija. –Jess apuntó— Disfrútala... antes de que decida independizarse totalmente de ustedes, porque también va a abandonar a Gabriel, no lo dudes. Los hijos deben ser libres y no esclavos de los padres. Algunos no lo logran y debes saber que eso no es sano.
Samantha miró fijamente hacia adelante.
—Yo...crecí en un orfanatorio. Pienso que nunca abandonaría a mi madre de haberla tenido.
Jess no se asombró al oír los destellos de rebeldía de la mente de Samantha.
—Son circunstancias diferentes, Samantha. De no haber nacido en un orfanatorio, entonces tus necesidades afectivas serían diferentes. Laurel nació de un matrimonio aparentemente normal.
Samantha miró a Jess con serenidad.
—Las carencias afectivas las tenemos todos, en grado menor o mayor. —Recalcó Jess— Yo, por ejemplo, no conocí a mi papá. Mi madre fue madre soltera y siempre me preguntaba... ¿Por qué a mí? Todas mis amigas tenían a quien presumir en los eventos infantiles y yo no tenía más que a mi madre.
Samantha dibujó una media sonrisa.
—No nos conformamos. –aceptó ella, con tristeza.
Jess asintió.
—Así es. Aceptar nuestra realidad es lo complicado. La vida no se presenta de igual manera para todos. Tú piensas que no tienes nada, pero estás otra vez equivocada. Tienes una preciosa hija que es muy brillante, tienes vida...tienes a Leonardo. ¡Mira al futuro! Está lleno de posibilidades.
Por primera vez, se le iluminaron los ojos a Samantha y esto agradó mucho a Jess.
—Vamos a realizar un juego muy sencillo. Yo te diré un problema y tú me dirás una solución lógica, ¿De acuerdo?
—Está bien. –contestó Samantha, sintiéndose intrigada.
—No tengo dinero.
—Pues...trabajar.
—Bien, ya entendiste –Jess sonrió− No puedo tener hijos...
—¿Adoptar? –Samantha arrugó el entrecejo.
Jess asintió.
—¡Mi marido ya no me ama!
Samantha tardó más en contestar.
—Trato de hablar con él. −dijo ella, no muy convencida.
—Y tratas de rescatar el amor, ¿No es así? –Jess alzó una mano.
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Mientras vuelves a mí
RomanceSamantha Russo sentía que había perdido las ganas de vivir, cuando su hija decidió quedarse a vivir con su esposo, ante el inminente divorcio. Devastada por verse de pronto sola y sin ningún recurso económico, visita en Sicilia a su querida amiga de...