Carlo cerró los ojos unos momentos y posó su cabeza sobre la almohada.
—Cometí un error, por eso estoy así.
Fabio alzó la mano.
—No, nada de eso. Tú no eres un psicópata que da tiros de gracia. Nunca pensaste que ese maldito, estuviera todavía con vida.
Carlo guardó silencio. Quería pensar que su padre tuviera razón, pero el hecho de saberse perfeccionista, se lo impedía.
—¿Esa mujer es importante? –preguntó Fabio, para cambiar de tema.
Se hizo un silencio.
—Te mentiría si dijera que no. –Confesó de mala gana, Carlo.
—Pero entonces, −Fabio frunció el ceño− ¿Qué pasa?
Carlo siempre había considerado que aparte de ser su padre, Fabio se empeñaba en ser su amigo también. De sus padres, con él es con quien tenía mejor comunicación. A Isabella la adoraba, pero muchas veces no compartían las mismas opiniones.
—Samantha es divorciada. –comenzó a decir Carlo− Tiene una hija de doce años.
—¿Y eso qué? No es nada del otro mundo.
Como presentía, su padre era un fresco y todo lo veía con ojos positivos. Por una parte, Carlo estaba complacido de que a su padre le agradara Samantha, pero por otra, le hubiera gustado que expresara alguna inconformidad, para no poder sentir tanta culpa por haberla dejado.
—No es tan fácil. –expuso él, tratando de hacerle ver a su padre su postura final.
—¿Ella te ama?
—No lo sé. –Carlo lo miró− Fabio, realmente quiero ver las cosas como tú, pero no puedo.
—No siempre vas a tener la razón, Carlo Magno. –dijo en tono de broma− Hay cosas que están fuera de nuestro control, como es el caso del amor.
—Pero es que...
Carlo se calló, sintiéndose muy confundido.
—Te escucho. –dijo Fabio.
—¿Cómo sabes que tengo algo que decir?
—Porque sé que así es. Te escucho. –repitió Fabio.
Carlo cerró los ojos y apretó los puños. En contra de su voluntad, le contó a su padre sobre los acontecimientos del día del secuestro.
—La última imagen que tengo de ella es...bueno, estaba abrazada de su hija Laurel y Gabriel las abrazaba a ambas. Me hace daño la idea de que yo...pueda ser solo una incomodidad en su vida. Si Samantha se reconcilia con su ex marido, yo no quiero ser testigo de eso.
Fabio miró fijamente a su hijo y luego sonrió.
—Estás muerto de celos y estás asegurando algo que no sabes con certeza.
Carlo emitió una exhalación.
—Tal vez, pero no lo puedo evitar.
—Estás siendo injusto, Carlo. Era lógico que reaccionaran así, ¡Habían secuestrado a su hija! y tú la rescataste. ¡La niña estaba sana y salva!
Fabio meneó la cabeza y lo miró con reproche.
—No has hablado con Samantha. Aclara las cosas con ella y que te diga en tu cara que no te ama y que volverá con él. Entonces será el momento en que renuncies. Antes no.
—Ya he renunciado, Fabio. Tal vez así, Samantha pueda reconsiderar la posibilidad de volver con Gabriel.
—¡Ah! Es decir, que tú mandas en el corazón de Samantha. Pues otra vez te equivocas. Que sean padres de esa niña, no significa que volverán a unirse. Cuando el amor se acaba, es para siempre.
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Mientras vuelves a mí
RomanceSamantha Russo sentía que había perdido las ganas de vivir, cuando su hija decidió quedarse a vivir con su esposo, ante el inminente divorcio. Devastada por verse de pronto sola y sin ningún recurso económico, visita en Sicilia a su querida amiga de...