V. Karina y Winter

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Karina despertó y lo primero que hizo, fue frotarse su cabeza, intentando aliviar el dolor agudo que la recorría. Sin embargo en ese instante, se dió cuenta de que que estaba encadenada. La fría cadena de metal le cortaba la circulación en las muñecas, y la limitaba en sus movimientos. Con un tirón, intentó liberarse, pero la cadena no cedía. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba en una habitación oscura, con paredes de concreto y una luz tenue que parpadeaba, creando sombras inquietantes.

El aire era denso y olía a humedad. Frustrada, Karina forzó la vista, tratando de discernir más detalles. La habitación estaba vacía, excepto por un par de objetos extraños en el suelo. Su corazón se aceleró al no encontrar respuestas.

—¡Winter! —gritó, su voz resonando en el silencio. El eco se desvaneció y no hubo respuesta. El pánico comenzó a infiltrarse en su mente mientras miraba a su alrededor, buscando alguna señal de su amiga.— ¡Winter, ¿estás ahí?!

Un escalofrío recorrió su espalda al no escuchar nada. Se sintió completamente sola, atrapada en un lugar del que no podía escapar. La oscuridad parecía engullirla, y su mente comenzó a divagar en lo peor que podría haberle sucedido a Winter.

Karina cerró los ojos por un momento, intentando concentrarse. Necesitaba salir de ahí, necesitaba encontrar a Winter. Forzó la vista nuevamente y se dio cuenta de que, en una esquina, había un pequeño destello que captó su atención. Era un candado que parecía estar asegurando un mecanismo. Con cada parpadeo, se esforzó por recordar cómo había llegado allí, pero la niebla de su memoria la envolvía.

Pronto, la puerta de la habitación chirrió y se abrió lentamente, revelando un pasillo oscuro. Karina, a pesar del terror, supo que debía avanzar. La voz distorsionada de su captor resonó en la habitación, advirtiéndole que tenía que enfrentar a su peor miedo

—Si quieres salvar a Winter, tendrás que liberarte y enfrentarte a lo que más temes.— dijo la voz.

Karina miró a su alrededor nuevamente, su corazón latiendo con fuerza. ¿Qué significaba eso? ¿Dónde estaba Winter? Sabía que tenía que encontrarla, pero primero debía liberarse de las cadenas que la mantenían prisionera. Con cada segundo que pasaba, la urgencia crecía.

De repente, las luces del lugar se encendieron de golpe, cegando a Karina por un instante. La intensidad de la luz la hizo entrecerrar los ojos y girar la cabeza, tratando de adaptarse a la repentina claridad. El brillo reveló más detalles de la habitación: paredes frías, una ventana rota y el eco de sus propios latidos resonando en su cabeza.

—¿Quién eres? —preguntó Karina, la voz temblorosa, su miedo transformándose en desafío. Pero la respuesta fue un silencio sepulcral, opresivo y desconcertante.

Justo en ese momento, un aleteo resonó desde la puerta que se había abierto, interrumpiendo sus pensamientos. Karina miró hacia la entrada y, para su horror, una paloma voló hacia ella, sus alas batiendo de manera frenética. El pequeño ave se posó en el suelo, mirándola con sus ojos oscuros y curiosos.

Karina sintió que su corazón se disparaba. La imagen de la paloma, una de las criaturas que más temía, la llenó de pánico.

—¡No! —gritó, retrocediendo en su lugar y tirando de las cadenas con desesperación. La paloma, como si hubiera entendido su angustia, se acercó un poco más. Cada aleteo parecía amplificar su miedo, la sensación de impotencia inundando su mente.

—Debes liberarte.— dijo la voz distorsionada, resonando en la habitación con un tono de burla—. Y entrar a una habitación que está llena de palomas, o Winter morirá. Tu eliges.

Karina sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. La mezcla de desesperación y terror la abrumó. La idea de perder a Winter, de dejar que el miedo se interpusiera entre ellas, era una perspectiva insoportable.

Mind Game (Red Velvet x aespa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora