Seulgi despertó con la mente nublada y un dolor punzante en todo su cuerpo. No podía moverse bien, y su respiración era pesada, como si algo estuviera restringiendo su movilidad. Parpadeó varias veces, tratando de enfocar su vista. La habitación en la que se encontraba era fría, con paredes de azulejos blancos y luces fluorescentes parpadeando sobre su cabeza. Parecía... un hospital, pero algo no estaba bien. El ambiente era sombrío, como si todo estuviera abandonado desde hace años.
—¿Dónde estoy...? —susurró, intentando mover los brazos, pero algo la detenía.
Miró hacia abajo y vio que estaba atada a una camilla por gruesas correas que rodeaban sus muñecas y tobillos. Una sensación de pánico comenzó a apoderarse de ella, su corazón latiendo con fuerza. Seulgi odiaba los hospitales, ese ambiente siempre le había resultado sofocante y lleno de tristeza.
El sonido de un pitido intermitente resonaba en la habitación, como si una máquina médica estuviera monitoreando su estado, aunque no había nadie más allí. Seulgi se retorció en la camilla, luchando por liberarse, pero las correas eran demasiado fuertes. Sintió cómo la desesperación la invadía.
—¡Alguien! ¡Ayuda! —gritó, pero su voz se perdió en la fría atmósfera de la habitación.
De repente, una voz distorsionada llenó el aire, haciendo eco en las paredes.
—Seulgi, bienvenida a tu prueba. Estás en un lugar que odias, un ambiente que te consume lentamente... el hospital. No solo estás inmovilizada, sino que también tu cuerpo está afectado. Cada segundo que pasa, pierdes fuerza. Tienes dos opciones: encontrar la manera de liberarte haciéndote daño o quedarte aquí hasta que te consumas por completo.
Seulgi sintió que el terror comenzaba a apoderarse de ella. No podía moverse, cada correas ajustada a su cuerpo parecía apretar un poco más a medida que luchaba por liberarse. La voz seguía resonando en su mente, burlándose de su situación.
—¿Hacerme daño? —murmuró, sintiendo que las lágrimas se acumulaban en sus ojos—. No puedo hacer eso...
Con un esfuerzo, intentó girar las muñecas, pero las correas eran demasiado fuertes, y sus extremidades estaban limitadas en cada dirección. Miró a su alrededor, buscando algo, cualquier cosa que la ayudara a liberarse. Las luces fluorescentes zumbaban, y un frío helado recorría la habitación.
Entonces, vio algo: un pequeño objeto metálico sobresalía del borde de la camilla. Se acercó, luchando contra la limitación de sus movimientos. Era un clavo, y aunque era pequeño, podía servirle. Con un esfuerzo monumental, logró girar su muñeca lo suficiente para alcanzarlo, pero la correas la mantenían firme. Cada movimiento la hacía sentir más débil, pero no podía rendirse.
—¡Vamos, Seulgi! —se animó a sí misma—. Tienes que hacerlo.
Con un temblor incontrolable, Seulgi tomó el clavo en su mano. El metal frío le dio un pequeño impulso de determinación, aunque la desesperación la ahogaba. La idea de hacerle daño a su propio cuerpo le daba nauseas, pero sabía que no tenía otra opción.
—Esto es solo un paso.— se repitió, cerrando los ojos un momento para concentrarse.
Con la respiración entrecortada, llevó el clavo hacia su muñeca. Sabía que necesitaba hacer presión, pero el primer intento fue un desastre. El clavo raspó su piel, y al instante, una oleada de dolor la atravesó, haciéndola gritar.
—¡No! ¡No puedo! —lloriqueó, el llanto brotaba de su pecho mientras las lágrimas se deslizaban por su rostro. La impotencia la consumía, y sintió que su cuerpo se rendía, incapaz de seguir adelante.
Se quedó ahí, temblando y asustada, mirando la pequeña herida que ya se había formado, pero el clavo seguía en su mano. El eco de la voz distorsionada resonaba en su mente: "O hacerte daño o quedarte aquí".
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Mind Game (Red Velvet x aespa)
FanfictionNueve amigas se aventuran en un parque de diversiones abandonado, buscando una simple dosis de adrenalina. Lo que no saben es que han caído en la trampa de un psicópata que las someterá a los más sádicos y brutales juegos mentales y físicos, cada un...