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𝐓𝐖𝐎

𝕿𝖍𝖊𝖞 𝖂𝖊𝖗𝖊 𝕰𝖓𝖎𝖌𝖒𝖆𝖙𝖎𝖈, 𝕺𝖋 𝕬𝖓 𝕴𝖓𝖍𝖚𝖒𝖆𝖓 𝕬𝖓𝖉 𝕯𝖊𝖛𝖆𝖘𝖙𝖆𝖙𝖎𝖓𝖌 𝕭𝖊𝖆𝖚𝖙𝖞

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𝕿𝖍𝖊𝖞 𝖂𝖊𝖗𝖊 𝕰𝖓𝖎𝖌𝖒𝖆𝖙𝖎𝖈, 𝕺𝖋 𝕬𝖓 𝕴𝖓𝖍𝖚𝖒𝖆𝖓 𝕬𝖓𝖉 𝕯𝖊𝖛𝖆𝖘𝖙𝖆𝖙𝖎𝖓𝖌 𝕭𝖊𝖆𝖚𝖙𝖞

──── Me llamó Hongjoong ──añadió.

Sonreí con timidez.

──── Gracias.

Recogimos nuestros abrigos y nos adentramos en la lluvia.

──── Bueno, aquí es distinto a Phoenix, ¿eh? ──preguntó.

──── Bastante.

──── Allí no llueve a menudo, ¿verdad?

──── Tres o cuatro veces al año.

──── Vaya, no me lo creo.

──── Es un lugar muy soleado ──le expliqué.

──── No eres muy bronceado.

──── Es la sangre albina de mi madre.
Me miró con aprensión. Suspiré. Al parecer, no le gusta el sarcasmo.

Pasamos junto a la cafetería de camino a los edificios de la zona sur, cerca del gimnasio. Hongjoong me acompañó hasta la puerta.

──── En fin, suerte ──dijo cuando rocé el picaporte. ────Tal vez coincidamos en otra clase. Le dediqué una pequeña sonrisa y entré.

Mi profesor de Trigonometría, el señor Banner, fue el único que me obligó a presentarme frente a todos. Balbuceé, me sonrojé y casi tropiezo con mis zapatos al volver a mi pupitre. Después de dos clases, empecé a reconocer varios rostros en cada asignatura. Había personas que me preguntaban si me gustaba Forks. Les mentí, claro que les mentí. Una chica se sentó a mi lado, tanto en clases de Trigonometría como de Español. Me acompañó a la cafetería; ella era unos centímetros más baja que yo y era muy hermosa. No recordaba su nombre, así que me dediqué a sonreír mientras ella parloteaba sobre los profesores y las clases.

Nos sentamos al final de una larga mesa, con varias de sus amigas y amigos, a quienes me presentó. Se me olvidaron sus nombres en cuanto los pronunció. El chico de Lengua y Literatura, Hongjoong, me saludó desde su lugar.

Y allí estaba, sentado en el comedor, intentando entablar una conversación con siete personas llenas de curiosidad por mi llegada. Hasta que los vi por primera vez. Se sentaban en un rincón de la cafetería; eran cinco. No conversaban ni comían, pese a que todos tenían una bandeja de comida. Parecían ignorar a los demás estudiantes. Así que pude estudiarlos sin temor. Parecían modelos; había un chico de cabello negro, era musculoso, parecía un verdadero levantador de pesas. Otro, de cabello castaño oscuro. El tercero, alto, con cabello largo color plata. Los dos chicos restantes eran más delicados. El más alto, de cabello rubio como la miel; el último, de cintura pequeña y cabello negro. Eran blancos como la cal, con ojos oscuros como la noche. Tenían facciones perfectas, rectas y simétricas. No podía apartar la vista. Eran enigmáticos, de una belleza inhumana y devastadora. Resultaba difícil decidir quién era el más bello. Los cinco desviaban la mirada, unos de otros. El chico de cintura pequeña se levantó con la bandeja ── el jugo sin abrir, la manzana sin morder ── y se alejó con un trote grácil, veloz, propio de un corcel desbocado. Asombrado por sus pasos de ágil bailarín, lo contemplé vaciar su bandeja y deslizarse por la puerta trasera a una velocidad superior. Miré rápidamente a los otros que permanecían sentados e inmóviles.

Cʀᴇᴘᴜ́sᴄᴜʟᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora