Capítulo 2

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Día 2

Como se durmió temprano, Allimit despertó temprano, lo suficiente como para ver el amanecer en la terraza arrebujada en una vieja chamarra y sentándose nuevamente en las butacas, el primero que la vio fue Julio, quien le dio los buenos días con una sonrisa y ella se los devolvió.

― ¿Porque ha madrugado tanto, señorita Allimit? ― se atrevió a preguntarle Julio.

Julio era de unos veinte y pocos años y por alguna razón desde que era más joven, mostró cierto interés en Allimit, aunque esta desde un principio lo viera como solo un chiquillo y nada más.

―Por nada especial, al que madruga Dios lo ayuda ¿no es así?

―Eso dicen ― respondió Julio.

―Eso quiere decir que, a ti, madrugar no te ayuda.

―Hoy sí ― admitió con una sonrisa.

―Pues continúa con tu buena suerte ― lo animo Allimit, que sabía perfectamente a donde quería llegar el joven, pero ella no lo dejo, porque abandono el lugar donde estaba y entró a la casa.

Tomaría el desayuno antes de que comenzara la farsa de los unidos hermanos, estaba tan acostumbrada a fingir una sonrisa en los labios que detectaba fácilmente las falsas risas en las demás personas y ella continuaba fingiendo como ellos que no se daba cuenta de que eran hipócritas, tal como Allimit misma lo era.

A las once de la mañana, Allimit salió a recibir a su hermano tal y como él se lo había ordenado en un mensaje de texto. Dibujo una amplia sonrisa en su rostro en cuanto el auto de su hermano estuvo delante de la casa, para enseguida, descender de él su hermano con la novia y su hija, las cuales Allimit no pudo evitar observar de pies a cabeza desde el segundo en que bajaron.

Gisela no estaba muy contenta de haber ido a la villa, si estaba allí fue porque su madre le había estado rogando por días, a ella no le gustaba que su madre se hiciera de novios, consideraba que su madre tenía los peores gustos del mundo a la hora de fijarse en los hombres. Cada nuevo novio y amante era más tonto y bruto que el anterior, algunas veces hasta pobre, siendo su madre quien corría con los gastos de salir a dar la vuelta.

Sin embargo, en esta ocasión su madre, parecía haber encontrado uno con muchos billetes y cuando su madre le contó de este nuevo sujeto, Gisela no le había creído, ya que su madre contaba demasiadas cosas buenas para ser verdad en un hombre.

Gisela no quería pasar sus vacaciones fuera de la ciudad en un lugar lejos de la civilización y de sus amigas, con las cuales había planeado ir a los antros a beber unos tragos y encontrar una chica con la que pasar una buena noche de sexo. Sin embargo, sus planes se habían visto estropeados por su madre, quien casi le suplico que le acompañara para que conociera a su futuro marido, porque su madre quería casarse son él y Gisela, antes de darle la aprobación, necesitaba verlo y comprobar con sus propios ojos que el hombre eran buen tipo, sino, se las arreglaría para hacer que él y su madre rompieran.

Cuando su madre le presentó a Asher esa mañana cuando fue a por ellas, algo en él no le hizo que le agradara del todo, ya que le gustaba decirle que hacer a todo el mundo y eso era algo que a Gisela le molestaba, sobre todo, viniendo de un extraño que no era nada de ella.

―Estoy seguro de que te encantara la villa ― le dijo Asher a Gisela, mientras la miraba a través del espejo retrovisor ―. Espero que hayas traído traje de baño, hay una enorme piscina.

Gisela no le respondió nada y se dio cuenta de que, al novio de su madre, no le agrado nada el que no le respondiera, pero como quería quedar bien, no dijo nada y siguió conduciendo su auto de lujo, al menos era cierto que era rico y estaría segura cuando llegara a la famosa villa.

Siete días Donde viven las historias. Descúbrelo ahora