II-Control

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—Tienes una mirada vacía.—Dijo Creatio observando fijamente a Gabriel.—¿Eso crees? Pienso que soy expresivo.

Después de quince años de su creación, Gabriel había estado creciendo en un entorno bastante agradable. Siendo el nuevo favorito de todos le resultaba fácil adaptarse a cualquier trabajo y sobre todo a la sociedad de ángeles que abundaban en el Edén.
Fácilmente pudo hacerse amigo de Creatio sin saber que era el Dios menor, lo veía bastante normal y agradable después de todo.

—No eres expresivo, no te he visto sonreír ni una sola vez en toda tu vida.—Creatio soltó una risita y miró a Gabriel.

A pesar de ser "perfecto" en todo lo que hacía, en su mente existía un terrible problema: «¿Quién soy?» aquella pregunta carcomía lentamente su cerebro. Aunque buscaba evitar el pensamiento, no podía hacerlo; cada día era igual, hacer los trabajos necesarios, tiempo libre y finalizar el día.
Esa pregunta lo llenó de angustia desde que tomó verdadera conciencia, así que comenzó a pasar todo su tiempo libre en la biblioteca leyendo.

—Creatio, ¿por qué estás en la biblioteca? Rara vez te veo leyendo o siquiera trabajando... De hecho, siempre estas perdido.—Dijo Gabriel mirando un libro que no tenía cubierta y estaba en un idioma desconocido.—Vaya, jamás había visto este idioma... ¿Lo conoces?

—Déjame ver.—Dijo el hombre de cabello membranoso y al leer, hizo un rostro lleno de desagrado.—No deberías leer esto, te recomiendo que no.—Creatio se levantó de la mesa y se fué de inmediato.

—Que chico tan raro, primero viene y después desaparece.—Pensó Gabriel.

El ángel intentaba identificar las letras, eran irreconocibles y se terminó rindiendo.
En ese preciso instante, donde la soledad lo invadió. Miró hacia sus manos, para él eran extrañas, ajenas a su cuerpo y las llevó hacia su cara, arrastrando con las yemas de sus dedos su fría y pálida piel.

—¿Qué haces?—Escuchó una voz melodiosa y se volteó de inmediato, apartando las manos de su rostro. Entonces miró a un joven de cabello negro y de cuerpo delgado, jamás lo había visto así que no le respondió.

El joven desconocido se acercó con mucho cuidado y acarició sus mejillas del rubio como si lo conociera de algún lado, de hace mucho tiempo.
El tacto era cálido y agradable; algo que Gabriel jamás había sentido, algo que quería que estuviera por siempre en su cuerpo.
Apegó su cara y cerró sus ojos, de manera inmediata se había serenado todo en su mente.

—Tu mano es cálida... Es extraño, jamás había sentido eso, ¿quién eres?—Exclamó con una voz ronca y un tono de voz calmado pero melancólico.

—Mi nombre es Luzbel, ¿tú como te llamas?—Preguntó el joven acariciando sus párpados.

Gabriel no respondió a esa pregunta, terminó dormitando en las agradables manos del ángel caído sin saber la razón; era una paz indescriptible lo que le traía.

—Que inmaduro.—El pelinegro acarició sus mejillas de Gabriel y puso su mano en su frente.—Serás mío...

—¿Quién... E-Eres?—Balbuceó Gabriel.

El rubio se cayó al suelo dejando atrás un estruendoso sonido, Luzbel solo sonreía observando el momento y tomó a su serpiente que estaba detras del cuello del rubio.

—Muy bien, Flinn, hiciste un grandioso trabajo durmiéndolo.—El pelinegro soltó una risita y tomó el libro que Gabriel estaba leyendo.—Ahora veamos las antiguas escrituras... Flinn, he estado investigando el alfabeto que utiliza ese Dios arrogante, con lógica y lo que vi hace mucho tiempo, logré descifrar algunas letras.

—¿Crees qué es correcto lo que haces?—Dijo la serpiente en un tono triste.

—A la mierda eso.—Luzbel hizo un rostro burlón y comenzó a buscar entre todas las páginas.—¡Lo encontré!

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⏰ Última actualización: Oct 22 ⏰

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