Alma gris

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Morgue legal de Mexicali
En la noche de ese día

Para la médico forense de apellido Ramírez no resultaba nada raro tener enfrente un cadáver. Examinarlos, realizar la correspondiente autopsia y escribir en un informe lo que encontrara era parte de la profesión que había elegido años atrás. Sin embargo, su determinación y experiencia de nada le servían ahora que tenía en la mesa, lista para el pertinente procedimiento, a una niña de tres años cuya causa de muerte era un enigma.

Hacía más de diez minutos que se encontraba frente al pequeño cuerpo sin saber cómo iba a proceder. Sentía que esa criatura no pertenecía a un lugar tan frío y solitario como ese. Y aún el trabajo que desempeñaba no le había arrebatado del todo su humanidad así que le resultaba difícil imaginarse a si misma profanando con el bisturí el torso de ese pequeño ser que lucía como si estuviera en un sueño profundo. Uno del que no despertaría nunca más.

Se arrepentía enormemente de haber aceptado cambiar con Javier, uno de sus colegas, el turno de la noche para que este pudiera celebrar el cumpleaños de su esposa pero era imposible volver el tiempo atrás así que solo le quedaba enfrentar la situación como su profesión lo exigía.

Contó mentalmente hasta diez infundiéndose el valor y la entereza necesaria para lo que debía hacer a continuación. Apagó cualquier tipo de emoción que pudiera interferir en su tarea. Y retiró sin más dilación la sábana blanca que cubría a la occisa para comenzar con el examen post-mortem.

A primera vista no se apreciaba nada que pudiera indicar que su muerte había sido provocada por alguna persona. La piel blanca y casi traslucida de la infante no mostraba signos de agresión física, hematomas o cualquier otra cosa que revelara algo sobre el motivo de su deceso. Pero si había una cosa bien definida era que no había fallecido a causa de una enfermedad pues los análisis de laboratorio descartaron esa posibilidad según el reporte que Javier le entregó antes de marchar a su cita familiar. Era por eso que cada detalle que pudiera encontrar en su examen y la posterior autopsia tenía tanta importancia… aunque todavía no había encontrado ninguno.

Cuidadosamente revisó cada centímetro de la piel de la pequeña sin hallar nada relevante a excepción de una cicatriz en la región lumbar de la espalda y un pequeño punto rojo en la zona anterior del codo en el brazo izquierdo que, como el protocolo lo establecía, fotografió. Entonces pasó a examinar la cavidad bucal donde nada había diferente a lo normal y luego, con un poco de temor, comenzó con el examen de los genitales… afortunadamente en este tampoco encontró nada extraño.

Decepcionada por un lado y aliviada por otro, se quitó los guantes para escribir en el informe sus casi nulos hallazgos en el examen físico. Esta era una manera de postergar el momento en que tendría que empezar con la necropsia. Sin embargo, estaba consciente de que para descubrir la verdad era necesario. Y esa niña merecía que su muerte fuera esclarificada. Si su deceso era constitutivo de delito solo Ann podría descubrirlo y hacer que el responsable pagara por el crimen. Al menos eso era lo que se decía a si misma mientras buscaba un nuevo par de guantes y las herramientas necesarias para el procedimiento.

―Perdóname, cielo, pero tengo que hacer esto ―murmuró antes de comenzar a cortar la piel con el bisturí. En ese momento, la visión de la sangre manando y empapando sus manos le causó repulsión. ―Te prometo que voy a ser cuidadosa ―cogió la sierra eléctrica para cortar el cartílago que unía sus costillas derechas con las izquierdas y tomó una gran bocanada de aire con olor a formol antes de proceder. ―Eres la primera persona menor de edad que examino, ¿sabes? Antes de ti siempre encontraba la manera de evitar estar presente cuando llegaba a este lugar un niño. Solo los niños y los animales despiertan mi empatía así que sabía que cuando llegara este momento iba a ser difícil permanecer objetiva. Pero lo estoy intentando, te lo aseguro ―se sinceró. ―Y voy a descubrir lo que te pasó para que vivas en el cielo esa infancia que el destino te arrebató ―era una promesa. Una que hacía con toda la sinceridad del mundo. Y una que si podía cumplir, con un poco de suerte, le brindaría paz a su alma gris.

Ángel de la Muerte (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora