》Secretario •°Itadei°•

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【🫧】

No me siento con las fuerzas suficientes para poder alejarlo, su aroma me embriagaba y su calidez me calmaba.

—Yo...— Sentía la necesidad de confesar todo lo que me guardaba, tal vez él me ayudaría— en realidad...

Su cuerpo comenzó a pesar más en mi hombro y unos pequeños ronquidos se escuchaban cerca de mi oído.

Él se había quedado dormido.

—¿Joven Uchiha?— lo recosté suavemente en su cama.

"¿Se durmió?"

La tranquilidad en su cara y en su respiración me confirmaban mi pregunta.

Tiene unas pestañas largas y su rostro era muy apuesto cuando no estaba arrugando el entrecejo.

Posé mi mano en su mejilla, acariciándola.

Suspiré.

Era mi oportunidad para poner el plan en marcha, la medicina iba a dejar de hacer efecto en poco tiempo.

No puedo perder esta oportunidad.

Acerqué mis labios a los del joven.

Su voz seguía resonando en mis adentros, toda aquella conversación que tuvimos anteriormente se repetía en mi cabeza como una cinta de película.

"¿Puedo confiar en ti?"

"Deidara"

Mi nombre ser mencionado con su grave voz me así estremecer.

Desearía no hacerlo, pero, también podría liberarme de toda esta carga, si lo hago ahora él no pondrá resistencia, todo será extremadamente fácil.

Solo un poco más...

Mi corazón latía demasiado fuerte, mis manos sudaban y mi respiración se agitaba, sentía una especie de adrenalina recorrer todo mi cuerpo, como si estuviera a punto de hacer algo prohibido por dios.

Latido.

Latido.

Latido.

No pude más y salí corriendo de aquella silenciosa habitación.

Mi respiración era demasiado agitaba, sudaba y temblaba.

Cerré aquella puerta que me separará de mi plan.

Yo...

¿Qué estoy haciendo?

¿Esto esta mal?

Yo ya estoy aquí, no puedo rendirme.

Es demasiado tarde para arrepentirme...

Con ello, me fui a dormir, pensando en como haré para completar aquel absurdo plan.

【🫧】

La mañana llegó y con eso un nuevo día de trabajo.

—Buenos días.

El contrario respondió con un asentimiento, que por su parte, fue todo lo que hizo.

—Ah, sobre lo de anoche.

Deidara habló, esperando al menos poder sacar un cachito de conversación al azabache, quien parecía un poco más relajado que otros días pero seguía con trabajo.