Dulce Flor

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Inhaló con gran felicidad el dulce olor de las flores a su alrededor, observando emocionado a las pequeñas mariposas coloridas que revoloteaban sin dirección alguna. Estaba desparramado en una de las bajas colinas del inmenso jardín, no había sol, pero tampoco estaba nublado...

El clima era perfecto.

No sé había dado cuenta cuando fue que había cerrado sus ojos, pero los abrió al sentir un pequeño cosquilleo en la punta de su nariz, era una pequeña mariposa, sus alas eran de un amarillo claro, es muy linda, soltó una risita sin querer y se desanimó al verla alejarse por sus movimientos. No debió sonreír.

Tomó una posición cómoda en el abundante césped para volver a relajarse, su vestido apuntaba a todas partes, un azul tenue que combinaba perfectamente con sus ojos, aquel vestido ocultaba su figura de otros ojos, respiro profundamente dejo que su mente volará.

Una pequeña siesta no le haría daño a nadie.

...

Bueno, tal vez no debió tomar esa siesta.

Cuando abrió sus ojos ya los colores anaranjados y lilas del atardecer dominaban el cielo, le pareció extraño que Lois no lo buscará para "recordarle sus modales" como concubina, no importaba.

Mientras no se encontrará con su emperador, todo estaría bien.

¿En qué estaba pensado cuando se dijo eso?

Al parecer en nada, y ahora estaba atrapado.

Con el emperador del oscuro imperio de Gotham.

Con su esposo.

Con Bruce Thomas Wayne.

¿Descansaste cómodamente? —apretó sus labios sin querer responder, ¿Porque estaba él aquí? ¿No debía estar con la emperatriz en el comedor?

Si, su majestad...—mantuvo su cabeza abajo, no podía ver al emperador al rostro, no debía verlo al rostro, solo la emperatriz tenía ese derecho.

Malditas y odiosas reglas que no sirven para nada.

Quería irse, quería correr, alejarse de él, pero eso sería una falta de respeto no solo hacia su esposo, sino que también a su monarca.

Creí que habías rechazado mi invitación... Nuevamente. —cerró sus ojos con fuerza, y solo por esta vez agradeció los sermones que le daba Lois acerca de las reglas del imperio.

Su majestad, las concubinas no tenemos el derecho a estar en sus aposentos privados a menos que se realice alguna celebración de suma importancia o... o su majestad deseé pasar una noche privada...—gracias tontas reglas, le han salvado el pellejo justo en el momento exacto.

El silencio reino entre ambos, quiso arrodillarse y suplicar piedad, pero...

¿Por qué debería?

Él era solo una simple concubina, un simple amante, no tiene derecho a más nada, solo a lo que el emperador deseé, y ese hombre era el emperador, debía conocer sus propias reglas.

... Esperó y sea de tu agrado mi regalo. —se mordió la lengua evitando soltar otra palabra de la rara frase que escuchó.

La presencia del monarca se alejó hasta desaparecer en uno de los gigantes palacios, de ahí fue cuando pudo respirar con calma y alivio.

Ahora, debía encontrar a Lois.

...

Wow... Es muy hermoso Clark...—escuchó el comentario de su amiga y doncella a sus espaldas, pero mantuvo su vista en el cielo nocturno a través de la gran ventana en sus aposentos.

Debía ser otro vestido de telas finas y costosas, o alguna joya con hermosos diamantes, algo que hiciera entender que el emperador mantenía su interés hacia él. Ya era agotador recibir lo mismo cada día.

En su primer día como concubina, le causaba felicidad, ilusión de que el gran emperador tuviera interés en él, pero ahora... No era más que basura acumulable en su armario.

Las otras concubinas se reían de él, los pocos trabajadores que se encontraban en el palacio murmuraban a sus espaldas, ¿Cómo era posible que la castidad y pureza, una virtud supremamente importante en su pueblo es aquí en realidad motivo de inferioridad?

La virginidad demostraba que el emperador en realidad no tiene ningún interés por él.

Cuando escucho esas palabras por parte de Lois, su primera y única amiga, era como si un balde de agua fría hubiera caído en su cabeza, sus ilusiones se rompieron, el poco cariño que había llegado a tenerle a ese hombre había desaparecido, y su odio comenzó a crecer cuando se enteró de que ya había emperatriz.

Debía quedarse encerrado en sus aposentos para no romperse más con aquellas dolorosas burlas, y si salía, debía asegurarse de estar en un lugar apartado y no encontrarse con nadie.

Pensó que por fin había encontrado al hombre que amaba y que este lo amara de regreso, pero lo que recibió fue peor.

Quería volver a casa.

...

Holaaa!!

Triple premio, así que no se pueden quejar de mí...

Solo diré que escribir desde el teléfono es increíblemente complicado y muy molesto.

Así que lo más probable lo edité mañana y le agregué y le quité unas cuantas cositas.

Pero, en fin, disfruten...

Me despido!!

Love&ObsessionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora