Los Límites de la Hermandad.

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Guerras de Troya - Las 12 Pruebas Doradas de Heracles.

Los Límites de la Hermandad.

Mar Mediterráneo. Barco de Troya a Ftía. Año 1,222 A.C.

La Diosa Nyx gobernaba en el cielo, y Artemisa iluminaba el firmamento, mientras el mar se encontraba en calma, con un barco solitario, con sus velas abajo, siendo mecido por los remos. Los remeros trabajaban duro incluso de noche, ya que el viaje desde Troya en Anatolia, hasta Ftía en Hélade, era un viaje de mínimo dos lunas debido a que el Mar Mediterráneo escondía secretos en sus profundidades que, de no ser respetados, hundirían al navío como a muchos otros que no habían corrido con suerte. Ante el mar, incluso los más grandes perecerían, no importaba si era Heracles quien viajaba acurrucado y tembloroso bajo su piel de león ya blanca por el paso del tiempo, si se irrespetaba a los Dioses, incluso el héroe que trataba de permanecer anónimo se terminaría por ahogar. Aunque para que las criaturas del mar no atacaran a la embarcación, se requería silencio, y aquella noche, precisamente Heracles era quien no podía conservar el silencio, retorciéndose en su esquina, meciendo el barco con su movimiento, y molestado a otros que intentaban dormir, incluyendo a Filoctetes, quien ya estaba teniendo suficiente.

-Ya estuvo, lo voy a aventar por la borda –se quejó el de Sagita, ya cansado por no poder conciliar el sueño, y dejando su esquina, en el lado más apartado de Heracles que le fue posible encontrar, para caminar hasta donde la inmensa mole se retorcía, y patearlo con fuerza para despertarlo-. ¡Oye! ¡Soportar tus ronquidos es una cosa! ¡Se vuelven tolerables de un lado del barco al otro! ¡Pero el vaivén de tu incesante contoneo no me deja dormir! ¡Quieto o te aviento al mar! –amenazó Filoctetes con autoridad, molestando a Heracles, quien lo empujó a un lado, forzándolo a caer sobre otro viajero que intentaba dormir, mismo que pateó a Filoctetes lejos de sí- A ti también te surto si me vuelves a patear –lo amenazó Filoctetes, dirigiéndose nuevamente a Heracles, quien se envolvió dentro de su capa no queriendo que lo molestaran-. Impenetrable mis polainas, deja de rodar o bajo a las cabinas y te disparo desde abajo –se molestó él.

-No molestes, no es un buen momento. Haré lo posible por no rodar en mi sueño, solo lárgate –le respondió Heracles, con voz quebradiza, lo que llamó la atención de Filoctetes-. Eres el peor compañero de viaje de todos. Extraño a Hilas, ella sí me comprendía –se fastidió Heracles.

-¿Estás llorando...? –susurró Filoctetes, Heracles se incorporó, inmenso, poderoso, y con su garrote listo. Todos los que viajaban en el barco, remeros incluidos, se aterraron y corrieron al otro lado del barco, dejando a Filoctetes solo con la inmensa mole- ¡A mí no me amenaces! Si quieres que todos te crean un bruto sin corazón allá tú. Puedes darme de garrotazos y mantener el secreto, o ya contarme por qué llevas dos lunas rodando por todo el barco por las noches. En ambos casos voy a poder dormir más tranquilo, aquí la diferencia es que uno de los casos de conciliar el sueño es más permanente –se cruzó de brazos Filoctetes.

-Tu deplorable instinto de la auto preservación me parece demasiado risible y molesto. Y uno de estos días me voy a cansar de lo fascinante que me parece –amenazó Heracles, pero volvió a amarrarse la maza al chitón-. A tu lado, lárgate que me molestas –amenazó Heracles.

-El sentimiento es increíblemente mutuo, pero llevo dos lunas sin conciliar el sueño, mínimo ten la decencia de compartir la razón de mis desvelos... oye eso sonó muy bien, tal vez debería ser poeta... -se frotó la barba Filoctetes, Heracles bufó, pero mantuvo su silencio-. ¿Qué? –preguntó.

-Deja de fingir que te importa –se sentó Heracles, el barco se sacudió-. Ya sé cómo termina esto. Abro mi corazón, y los demás dicen que sus problemas son peores que los míos, y me cuentan su propia historia. Y nada jamás se resuelve. No se resolvió con los 12 Trabajos, ¿por qué se resolvería porque tú lo escucharas? –se quejó él.

Guerras de Troya - Las 12 Pruebas Doradas de HeraclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora