Una nueva oportunidad para avanzar

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Jueves por la mañana, no podía sacarme de la cabeza la mirada de preocupación de Nick. Toda la noche me estuve dando vueltas en la cama, intentando entender por qué ese recuerdo seguía tan presente. Y, en medio de mis pensamientos, no pude evitar reírme de mí mismo. Quizás solo necesito contacto femenino o me voy a volver loco, por primera vez siento empatía por los presos que pasan meses, incluso años, sin una pizca de afecto. Qué patético.

Cuando llegué a la escuela, era día de actividades de club, lo que significaba una hora menos de clases que cualquier otro día. Lo curioso es que la clase que no tenía hoy era Gastronomía del hogar, lo que también significaba que no vería a Nick hasta el almuerzo. Por alguna razón, que aún no logro comprender del todo, esa idea me dejó un poco decepcionado.

Las primeras cuatro clases pasaron sin mayor interés. Trent, como siempre, me echó una mano en italiano, explicándome algunas de las tareas del club. Honestamente, me estaba empezando a cansar de solo escucharle hablar. No es que no apreciara su ayuda, pero, a veces, parecía que no sabía cuándo detenerse.

Finalmente, llegó la hora del almuerzo, y, como ya era costumbre, sentí el brazo de Nick rodeando mi cuello, tomándome desprevenido, como siempre. Me doy cuenta de que es algo que hace sin pensarlo, aparece de la nada y lo hace. A este punto, ya ni siquiera me molesta.

—¿Llegaste bien a casa ayer? —preguntó con un tono más serio de lo que esperaba.

—Nada fuera de lo normal, no ocurrió nada de qué preocuparse —respondí, encogiéndome de hombros.

Nick suspiró, como si se quitara un peso de encima.

—Creo que deberíamos intercambiar contactos —dijo mientras caminábamos hacia la mesa—. Y deberías hacerlo con Trent y Curtis también. Hemos estado tan distraídos que olvidamos pedirte tu número. No solo como amigos, sino por si algo del club ocurre o te necesitamos.

Aunque no estaba muy seguro de si eso era buena idea, asentí. Supongo que tenerlos en mi teléfono no sería tan malo... aunque podría arrepentirme más tarde. Apenas nos sentamos en la mesa, Nick, por suerte, me soltó y sacó su celular. Yo hice lo mismo, buscando el mío en el bolsillo.

Trent abrió los ojos de par en par al ver mi teléfono, y soltó, casi sin querer:

—Oh no, hermano...

Los tres miraron mi viejo celular como si fuera un fósil. Antes de que pudieran decir algo, me adelanté, un poco ofendido.

—Puede que sea viejo, pero funciona. Lo he tenido desde la secundaria y nunca me ha fallado —dije, cruzando los brazos, tratando de sonar más confiado de lo que me sentía.

Me miraron por un momento, y luego Nick soltó una carcajada, rompiendo la tensión.

Nick me miró con una mezcla de lástima y diversión, dando un paso atrás mientras los tres me veían con una expresión de disgusto fingido. Luego, estallaron en risas.

Nick, todavía sonriendo, volvió a rodearme con su brazo, en su ya habitual gesto amistoso. —No te esponjes, solo bromeábamos. Pero en serio... esa cosa es de la prehistoria, hermano —dijo, señalando mi teléfono con una media sonrisa.

Suspiré, incómodo por la situación. —Tuve suerte de que mis padres me lo compraran. Fue mi regalo de graduación de la secundaria —dije, apretando un poco el teléfono—. Lo he tenido que cuidar como si fuera de oro.

Curtis chasqueó la lengua y se rascó el cuello, tratando de no sonar ofensivo. —Sin ofender, Anon, pero eso es de las cosas más tristes que he oído en mi vida...

Trent, aún con una sonrisa en los labios, añadió: —En la tienda de teléfonos donde trabajo medio tiempo, si me llevaran uno de esos, en serio que se los devolvería. Esa cosa es software muerto a estas alturas... sin ofender —repitió, aunque su tono jocoso indicaba que no era del todo serio.

My blue scaled NickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora