La parrillada

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Miré mi teléfono: eran cerca de las 8 de la mañana. Hoy iría a una parrillada con Nick y su familia, algo que me sorprendía más de lo que esperaba. No era cualquier invitación, sino a un evento en su casa, con su gente... aunque, después de lo del viernes, supongo que tenía sentido.

Suspiré, estirándome en la cama. Necesitaba esto. Salir, tocar pasto, hablar con gente, intentar desconectarme de todo lo que cargaba últimamente. Pero, claro, había un pequeño problema. No tenía ninguna camisa decente. Miré alrededor de mi habitación; todas estaban sucias y apestaban lo suficiente como para que ni el perfume pudiera salvarlas. Mañana tendría que ir a la tintorería, eso seguro.

Busqué algo más, y solo una prenda apareció ante mí: una camisa hawaiana negra con flores de colores. Ni siquiera recordaba tenerla. Me quedé viéndola un rato, debatiendo si de verdad era la mejor opción, pero al final la tomé. Estaba limpia, y considerando el clima tropical del lugar, no parecía una mala idea. Quizá hasta se vea cool, pensé, aunque lo dudaba.

Una hora después, llegué a la dirección que Nick me había mandado por Goodino Maps. La casa era impresionante, más bonita de lo que había imaginado, con un jardín espacioso y un ambiente tranquilo. Me recordó que, casi todos los que iban al instituto Volcano, venían de familias acomodadas. Este vecindario lo dejaba claro.

Me acerqué al timbre, nervioso sin saber bien por qué, y lo toqué. Esperé unos momentos, mirando alrededor, tratando de no parecer tan fuera de lugar.

Nick me recibió con su habitual energía, una gran sonrisa iluminando su rostro.

—¡Pasa, MVP! Llegaste justo a tiempo. Ven, te voy a presentar a mi familia —dijo mientras me rodeaba el cuello con su brazo, como siempre, y caminamos hacia el patio.

Cuando llegamos, me sorprendió lo grande que era el lugar. El espacio parecía perfecto para una reunión al aire libre. Nick llamó la atención de su padre, que estaba acomodando cosas en la parrilla.

—Papá, ya llegó mi amigo para ayudar —dijo Nick con entusiasmo.

Frente a mí, un baryonyx de escamas púrpuras, alto y con una expresión algo intimidante, pero con una sonrisa que suavizaba toda la dureza, levantó la vista. Traía puesta una camisa idéntica a la mía, lo que me dejó un poco en shock.

—¡Hey! Tú debes ser Anon. Mi hij....o me ha hablado de ti. Dice que eres un buen cocinero y que le estás echando una mano en la clase de gastronomía del hogar —me dijo mientras me extendía la mano con un apretón firme que acepté—. Por cierto, bonita camisa. Vamos a juego, ¡qué coincidencia! Me llamo Edward, mucho gusto.

El apretón de manos era fuerte, pero no incómodo, y me sentí algo aliviado por su bienvenida cálida. El hecho de que mencionara la coincidencia de nuestras camisas ayudó a romper el hielo de inmediato.

Nick, por su parte, parecía no haber notado nada hasta ese momento. Soltó una risa sorprendida.

—¡Oye, es cierto! No puedo creer que no me hubiera dado cuenta —dijo, sacudiendo la cabeza con una sonrisa divertida.

Me relajé un poco más. Este lugar ya no parecía tan intimidante como cuando llegué.

El pequeño baryonyx púrpura, con una cachucha de béisbol y una camisa de los Yandinos, señaló emocionado.

—¡Mira papá, trae una camisa como la tuya! —dijo, apuntando hacia mí con una sonrisa curiosa.

Nick rió mientras se agachaba para acariciar la cabeza del niño.

—Es mi hermano menor, Yeremi. Oye, saluda, no seas mal educado —le dijo, mientras el pequeño asentía con una tímida sonrisa.

—Hola —dijo Yeremi, y luego, con una curiosidad infantil, comenzó a pincharme la mano—. Es la primera vez que veo a alguien con la piel tan suave—

My blue scaled NickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora