Capítulo 01: La vida que decidió tener

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Frío.

Siente su piel erizarse ante el silbido del viento que se cuela a través de la ventana agrietada, recordando por enésima vez que debería repararla, aunque es consciente de que, una vez más, esa tarea quedará relegada al olvido.

Desestimando la inquietud, toma una sencilla pero acogedora manta, llena de parches, y se envuelve en ella de pies a cabeza, limitando su respiración de forma apenas alarmante. Con las rodillas recogidas contra el pecho, las abraza con ternura, buscando consuelo en ese abrazo cálido.

Una leve sonrisa asoma a sus labios al percibir que, al fin, ha logrado entibiar su cuerpo. Permanece inmóvil, intentando sumergirse en un sueño acogedor. Sin embargo, el destino ha decidido que es hora de iniciar su jornada, pues su celular, que reposa en el suelo a un lado del colchón, comienza a emitir un sonido insistente, anunciando una llamada entrante.

Saca su brazo izquierdo de su refugio de calor y toma su pequeño celular. Lo observa con una mezcla de nostalgia y resignación; es pequeño y nada moderno, el tipo de dispositivo que, probablemente, solo las personas en su situación conservarían por pura necesidad. No recuerda la última vez que vio a un adolescente o joven utilizando un teléfono como el suyo.

Al examinar la pantalla, nota que tiene varias llamadas perdidas del mismo contacto.

"Ethan"

Responde la llamada mientras retira la manta dejando al descubierto la mitad de su cuerpo, y se sienta, apoyando su espalda en la fría pared deteriorada.

—Ladra —responde con voz ronca, producto del reciente despertar, soltando un bostezo. Sus cejas se fruncen al escuchar la risa traviesa del otro lado de la línea.

¿Acaso me has visto la cara de un perro, malnacido? Finalmente, el bello durmiente ha decidido despertar de su hermoso sueño y atender el maldito celular. Pensaba que el trasto que usas como teléfono había decidido estirar la pata.

Alarick rueda los ojos, soltando un suspiro burlón al escuchar a su amigo.

—Ethan, si no me dices nada importante en tres segundos, colgaré esta jodida llamada, volveré a cubrirme con mi manta y me dispondré a dormir como Dios manda.

¡Vale ya! Pero qué genio, señor Blake. A este paso, te harás viejo rápido —muerde su labio para evitar reírse y deja que su mirada divague por el pequeño espacio donde duerme, fijándose en una botella de licor vacía al pie de su improvisada cama—. Hablando en serio, mi jefe me ha preguntado por ti. Quedó muy satisfecho con tu ayuda del viernes; incluso mencionó que valías por dos trabajadores. Me pidió que te llamara para saber si tenías tiempo a las seis de la mañana para trabajar medio turno en la bodega. Le informé lo de los papeles y dijo que, para el puesto temporal, no habría inconveniente.

Alarick se levanta decidido a comenzar su día, recogiendo su ropa desordenada y colocando la basura en bolsas negras. Asiente mientras escucha lo que su amigo le informa.

—Sabes que estoy disponible para cualquier trabajo que puedas conseguir, llegaré a las seis menos diez.

Su amigo suelta una pequeña risa, siempre tan animado.

Por cierto, lo de la paga también está resuelto. Te ofrecerán casi el mismo salario que al resto de los trabajadores, además del almuerzo. —Sonríe en silencio, celebrando que se ha ahorrado la comida por hoy, y considera guardar algo para la cena.

Alarick se asegura de que su pequeño apartamento esté limpio, coloca las bolsas negras en la puerta de entrada y se dirige semi desnudo al baño. Coloca su celular en altavoz mientras comienza a cepillarse los dientes.

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