Capítulo 4

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No cogía el coche des de hace mucho tiempo. El colegio, el supermercado, el cine..., están todos cerca de mi casa y siempre voy andando. Cada curva de la carretera me hace sonreír. Me recuerda a una montaña rusa que venía durante el verano en mi ciudad y todos los niños pequeños subíamos en ella. Aunque no tenía ni subidas, todos gritábamos cuando pasaba por un túnel oscuro con grafitis en las paredes. Me acuerdo que había dibujados los dibujos de la televisión. A veces también echaban un humo con olor a chicle que me encantaba.

Vamos por una autopista sin tránsito. Ya hemos pasado los campos. Ahora, podemos ver las antiguas gasolineras que hay en los fríos márgenes de la carretera, los pastos de hierba y de tanto en tanto hay algunas restas de ruinas. El exterior es oscuro, aquí no hay luz artificial. La misma luz de la ciudad calienta como la solar. Que sea tan oscuro me relaja. Tengo ganas de dormir pero mi cuerpo tampoco puede. Mi padre me dice que nos vamos a desviar. No sé donde podemos ir. Sé que en el mundo hay siete reservas humanas. Se les dice así los sietes lugares donde podemos vivir. Solo conozco tres, París, Nueva York y la principal, la que vivimos. Normalmente se utilizan para investigar aunque he oído que hay una reserva humana minera también. Quizás está más cerca, o no. Tampoco imagino porque queremos ir en ella. En fin, cogemos una carretera de único sentido que está entre bosques frondosos. No recordaba una cosa así. Es increíble. Veo como algunas hojas caen con la fuerza del viento. Veo como se mueven las ramas de un lado al otro. Esta parte del mundo, nunca fue el infierno. No puede ser que un bosque tan bello haga crecido tan rápido estos últimos años. Tampoco entiendo cómo veo los árboles. Representa que no pueden vivir sin luz solar, ¿no?

Estamos cerca de una reserva humana, creo.

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Sueños de PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora