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Desde que decidimos ser pareja, cada día se sentía como un nuevo capítulo en nuestra historia. Compartíamos risas, secretos y sueños, creando recuerdos que jamás imaginé tener. Las tardes en el gimnasio se convirtieron en momentos llenos de complicidad; la cercanía de nuestros cuerpos se sentía natural. Sin embargo, a pesar de la alegría que me brindaba estar junto a Hinata, una sombra de presión comenzó a cernirse sobre mí.

Era un sábado por la tarde cuando decidimos visitar un café que servía el mejor chocolate caliente de la ciudad. La lluvia caía suavemente, creando un ambiente acogedor. Cuando entramos, el calor del lugar y el aroma a chocolate nos envolvieron. Encontramos una pequeña mesa junto a la ventana, donde podríamos ver cómo las gotas resbalaban por el cristal.

—Kageyama, ¡tienes que probar esto! —dijo Hinata, con los ojos brillantes y una sonrisa que iluminaba su rostro—. Es el mejor chocolate caliente del mundo.

—Si lo dices tú... —respondí, sonriendo. Su entusiasmo era contagioso.

Probé un sorbo de su bebida y, de inmediato, una sonrisa se dibujó en mi rostro. El chocolate era rico y cremoso, y me hizo sentir un poco más ligero.

—Tienes razón, es delicioso —admití, sintiendo cómo la calidez del chocolate se mezclaba con la calidez de su mirada.

Mientras disfrutábamos del chocolate, Hinata hablaba de sus planes para el futuro, su voz llena de emoción. Hablaba sobre el próximo torneo y cómo soñaba con ser el mejor jugador. Cada palabra que salía de su boca resonaba en mí, creando un eco de deseo y anhelo. Pero, a medida que lo escuchaba, una inquietud comenzó a surgir en mi interior. ¿Realmente lo amaba, o solo disfrutaba de la devoción que él tenía hacia mí?

—Kageyama, ¿te imaginas un futuro donde podamos jugar juntos en la selección nacional? —preguntó, su entusiasmo palpable.

—Sería increíble —respondí, aunque una parte de mí se sentía tensa. La idea de un futuro juntos me emocionaba, pero también me llenaba de miedo.

A medida que pasaban las semanas, la presión se intensificaba. Las risas y los momentos compartidos eran hermosos, pero cada día me cuestionaba más. La relación que teníamos era intensa, pero la incertidumbre en mi corazón crecía.

Una noche, decidimos tener una "noche de película" en mi casa. Llenamos el lugar de snacks, mantas y una buena selección de películas. Mientras estábamos acurrucados en el sofá, me di cuenta de lo mucho que disfrutaba esos momentos. Hinata reía en voz alta, casi contagiando su alegría a la pantalla.

—¿Ves? Esto es perfecto —dijo, dándome un suave golpe en el hombro—. ¡No hay nada mejor que una noche de película con el mejor chico del mundo!

Reí, pero mi mente se nubló. Mientras los personajes de la película enfrentaban sus propios dilemas amorosos, no podía evitar compararlos con nosotros. ¿Era suficiente con solo estar feliz? ¿O había algo más profundo que necesitaba comprender?

A medida que la noche avanzaba, la atmósfera cambió. De repente, Hinata se dio cuenta de que algo me preocupaba. Su sonrisa se desvaneció ligeramente, y me miró con esos ojos que parecían leer mi alma.

—Kageyama, ¿estás bien? —preguntó, su tono lleno de preocupación.

—Sí, solo estoy un poco cansado —respondí, evitando profundizar. No quería preocuparlo.

Aun así, sabía que no podía ocultar mi tristeza. La película terminó, pero el silencio entre nosotros se sintió más pesado que nunca. A medida que se acercaba la hora de despedirse, decidí que debía abrirme, aunque una parte de mí temía lo que podría desencadenar.

De repente, Hinata se inclinó hacia mí y, sin previo aviso, me sorprendió con un dulce beso. Era un gesto inesperado, un choque de emociones que me dejó atónito. La calidez de sus labios me envolvió, y por un momento, todo se detuvo. Mi mente quedó en blanco, y la duda que había estado alimentando se desvaneció, aunque solo por un instante.

—Quería que dejaras de pensar tanto —dijo, separándose, con una sonrisa traviesa que iluminó su rostro.

Mi corazón latía con fuerza mientras procesaba lo que acababa de suceder. La dulzura de su beso me llenó de alegría, pero también de confusión. ¿Qué significaba eso? ¿Realmente lo amaba?

Cuando finalmente llegué a casa esa noche, me senté en mi cama, sintiéndome abrumado por la intensidad de mis emociones. Recordé su sonrisa, su energía, cómo me hacía sentir. Era un torbellino de sensaciones. A pesar de esa felicidad, un peso seguía instalado en mi pecho.

—¿Lo amo realmente? —me pregunté en voz baja, sintiendo cómo la inseguridad me invadía. Era como si una parte de mí disfrutara de cada instante a su lado, mientras otra parte no lograba entender qué era lo que sentía.

Mientras miraba al techo, los recuerdos de los momentos que habíamos compartido comenzaban a inundar mi mente. Recordé las tardes en el gimnasio, las risas, las pequeñas competiciones que teníamos y cómo me desafiaba a ser mejor. Sus palabras de aliento resonaban en mis oídos, pero a la vez, sentía que había algo que no estaba del todo claro.

La pregunta persistía, dándome vueltas en la cabeza. ¿Era suficiente con estar feliz? ¿O había algo más que debía buscar? Mientras pensaba en él, la confusión se intensificaba. ¿Por qué, a pesar de todo, seguía sintiéndome perdido?

La noche avanzó y la frustración se apoderó de mí. Miré mi teléfono, esperando un mensaje de Hinata, deseando que me dijera que todo estaba bien, que no había nada de qué preocuparme. Pero no llegó nada. La soledad me envolvió, y en medio de la oscuridad de mi habitación, la ansiedad comenzó a crecer.

Pensé en cómo me había sentido después de ese beso. La calidez, la conexión, el momento fugaz de felicidad. Pero, ¿era eso amor? ¿Era solo una forma de evasión ante mis miedos?

Finalmente, me levanté de la cama y fui hacia la ventana. Miré hacia afuera, observando cómo la ciudad dormía en silencio. Los faros de los coches pasaban, iluminando brevemente la oscuridad. En ese instante, sentí una mezcla de tristeza y anhelo.

—¿Por qué es tan complicado? —murmuré, sintiendo cómo la frustración se apoderaba de mí. La relación con Hinata era hermosa, pero la lucha interna se intensificaba. Amaba cada rayo de luz que él traía a mi vida, pero también me sentía atrapado en una niebla de incertidumbre.

Volví a la cama y traté de relajarme. Cerré los ojos, intentando deshacerme de los pensamientos que giraban en mi mente, pero era inútil. Cada vez que pensaba en su sonrisa, en su risa, me preguntaba si realmente podría corresponder a su amor de la manera que él merecía. La sensación de perderlo me asustaba más que cualquier cosa.

La noche avanzó y, aunque estaba agotado, no podía encontrar el sueño. La confusión seguía pesando sobre mí, y mientras el reloj avanzaba, sabía que tendría que enfrentar mis propios demonios. La relación que compartía con Hinata era un regalo, pero también un desafío, y en el fondo de mi corazón, anhelaba entender lo que realmente significaba amar.

Finalmente, caí en un sueño inquieto, plagado de sueños confusos donde su risa y mi inseguridad se entrelazaban. En medio de la oscuridad, sabía que tendría que enfrentar mis sentimientos, pero por ahora, solo podía esperar que la claridad llegara con el nuevo día.

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⏰ Última actualización: Oct 16 ⏰

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