El lugar para mí parecía ser una escena simple de un crimen, para muchos parecía algo más complejo; no había huellas, el cuerpo estaba casi intacto y el lugar limpio, lleno de árboles y naturaleza que parecía respirar en mi nuca, casi como si necesitase que solo yo escuchará cada uno de esos susurros.
Sus miradas se ponían en mi, podía notar las aunque fingía analizar el cuerpo de cerca, parecía que necesitaban una respuesta, y aunque había más detectives a la unica que acechaban era a mi.
—¿Quien eres?—susurre a la chica tendida en la tierra, no iba a contestarme era demasiado claro, pero en algún punto me parecía familiar.
—¿Encontraste algo?—pregunta el policía que recibió la llamada y me hizo levantarme temprano, que vergüenza, me hizo venir hasta acá sin desayunar.
—Definitivamente no, ¿Y tú?—parece que si al asentir y sacar de su chamarra una bolsa con un raro collar de plata.
—Lo encontramos en una de las manos de la víctima, ¿Crees que tenga alguna relación con ella?—lo miro y frunzo el ceño, es un relicario poco común, tres mujeres fuera y un mechon de cabello castaño dentro.
Irónico, la víctima tiene el cabello escarlata.
¿Por qué demonios parece que creen que yo tengo las respuestas a todo?
—Analiza sus huellas, debo saber para esta tarde quien es y que le paso_lo ignoro y meto el collar en mi bolsillo, es algo inconsciente, no me gusta robar pero parece ser importante para descubrir lo que ha pasado con ella.
El auto suele ser cálido, pero ahora parece que algo detona el frío, las nubes se ven oscuras y el clima nublado me hace ir más rápido para llegar a la oficina caliente y culpable de todos mis diagnósticos médicos; estrés, ataques de pánico y depresión desencadenada de...
Paro el auto cerca del estacionamiento me mantiene aislada de dónde no quiero volver, la sensación de algo dentro me inquieta, no es la primera vez que lo experimento pero debo obligarme.
Antes de bajar, la radio comienza a fallar, la interferencia es notoria y aquella flor sobre el asiento del copiloto comienza a llenarse de vida para que en segundos, los colores se vuelvan grises y a mí tacto, se vuelvan cenizas.
No le tomo la suficiente importancia porque algo está pasando, debería estar en el estacionamiento del departamento de policía de la ciudad de Wetsview, ¿En su lugar? Estoy parada frente a mi jardín con la flor en las manos, otra vez de color.
Se que suelo ser algo paranoica pero el ambiente se ha vuelto más sombrío, frío y raro después de ver a aquella mujer tirada sobre la tierra cubriendo los dedos de sus manos de un negro opaco y cada vez más desvanecido.
Me quito los zapatos antes de entrar por completo, la casa es cálida, pero el aire sigue estando ahí, estancado.
La puerta de su habitación está casi abierta, la abertura de esta me deja ver su cama intacta y el sentimiento ya se vuelve visible, no está, y mis pasos no quieren ir más adentro. El frío vuelve a mi mientras su presencia se adelanta.
—¿Cómo has entrado?—pregunto al acercarme a la sala donde me espera totalmente despreocupada, sentada viendo mis pasos.
—Has dejado la puerta abierta, ¿Estás un poco paranoica no, corazón? Esa mujer muerta te ha dejado pensando de más, ¿Por qué? ¿Que tiene de especial?
Sus manos se ponen sobre la sala y suenan débilmente obligando me a sentarme frente a ella.
—¿Es que ha tenido un lugar en ese corazón tan cruel y oscuro después de mi?—su risa pícara y celosa con ese ceño fruncido me hacen volver a hace unos años atrás.
—¿Tu entraste?—ignoro totalmente esa pregunta tonta.
—¿A dónde cariño?
—La habitación de Nicholas estaba abierta, ¿Por qué has entrado? ¿Por qué estás aquí? ¿Que quieres de mi? ¿Que más quieres quitarme?—la bombardeo con preguntas que me aturden, no solo ahora, siempre.
—Tranquila Agatha, no se que demonios te pasa—se levanta y va sobre mi, casi deprisa, como si incluso me extrañase—¿Por qué me odias?
La pregunta parece absurda, como se atreve a preguntarlo después de todo.
—Solo necesitaba más tiempo—susurro mientras siento como mis ojos se humedecen poco a poco.
—Nadie en la historia tuvo el tratamiento especial que yo te di, ¿Y ahora dices que necesitabas más tiempo?—sus ojos se hacen pequeños, se ve furiosa, incluso confundida, pero enserio como se atrevia.
—¿Le llamas a lo que hiciste un tratamiento especial?—me rio casi a carcajadas en su cara—¡Tu no me diste nada, al contrario, me lo arrebataste todo!
—Yo no soy la que arrebata cosas Agatha, ¿Por qué sigues culpando me?—sus dedos se atraviesan sobre mi rostro con desdén, con fuerza y descaro.
—No quiero verte—me alejo de ella de inmediato, los ojos ya me lloran inevitablemente y ella, ella solo es ella.
Suspira y cierra los ojos, pensando, quizá sufriendo pero eso no quiero saberlo, la odio tanto.
—¿Crees que a Nicky le gusta lo que haces?
—¡Cállate!
—Nicky odiaba hacer esto y lo sabes.
—Tu no sabes nada, el se divertía, el...—mi corazón en el fondo sigue estrujandose más todos los malditos días —El quería vivir, el amaba su vida, me amaba a mi, su unica madre.
—¿Su única madre, Agatha?—sus pasos son más marcados, ahora no es paz lo que quiere, esta enojada y quizá la entiendo pero no lo suficiente como para dejar que aquella daga sobrepase mi pecho—Solo hice lo que debí hacer, aún si no era lo que tú o yo deseábamos para nuestro hijo, ¿Y te atreves a culparme? Que descaro.
—Tu no estuviste ahí—le reprochó el hecho de haberme dejado sola, en esa agonía, tocando ese cuerpo tan frágil y pequeño de forma fría y pesada.
—Mi corazón ya no soportaba más Agatha, lo ví morir, yo no...—sus labios se aprietan y sus lágrimas se contienen más que las mías.
—Tu no tienes corazón.
—Si si tengo—me sostiene la mano con fuerza llevándola a su pecho—es negro y solo late por ti, pero siempre te empeñas en despreciarlo y culparme cada que puedes.
—Yo no pedí que vinieras a mi hogar—señalo la puerta que inmediatamente se abre.
—Aún si no lo quieres Agatha, aún esforzándote mucho—su respiración se posa sobre mis mejillas, tan caliente, tan familiar, tan de ella—soy tu esposa, y eso no podrás cambiarlo nunca. Eres mía...
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Cómo Se Desvanece El Vínculo
Roman pour AdolescentsHabía desaparecido de mi vida por completo después de aquel día, el accidente y la muerte no habían bastado, pero la traición en ese mismo año había detonado algo dentro de ella. No la culpaba, de hecho, me culpaba a mi misma por llevarla a la locur...