Cómo en los viejos tiempos...

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1693, Salem Massachusetts:

La fuerza de sus manos sobre mis muñecas mientras me arrastran al tronco enorme de aquel viejo roble, me advierten sobre una muerte notoria y dolorosa, y no precisamente una que podría disfrutar como la de ellas, si no la mía...

-¡No no, por favor, no!-les susurro suplicante mientras me arrastran hacia ese círculo de mujeres-No, esperen.

Les suplico antes de ver su rostro, pero es tarde, el hechizo empieza y mis manos detrás, atadas con este me obligan a mirarla. Lleva la cabeza y el cuerpo cubierto con esa túnica de color opaco.

-Agatha Harkness, ¿Eres una bruja?-su voz interrogante me cuestiona algo totalmente absurdo.

-¡Si!-contesto-Soy una bruja.

-Y aún así traicionaste a tu aquelarre-todas así como ella, descubren su cabeza.

-No es verdad -no las había traicionado, en realidad, ellas, ninguna empezando por mi madre me veían parte de su aquelarre.

-Robaste conocimientos más allá de tu edad y rango, tu prácticas la magia más oscura.

Me acusaba, casi señalando mis faltas con tal descaro.

-No es cierto-digo con voz frágil, aún si ella sabe que finjo-Yo no sé nada de estos crimenes, lo lo juro...

-¡Ya basta, de mentiras!-ilusa se veía.

-Yo nunca rompí tus reglas-su rostro parece decepcionado, como si en serio ella sintiera algo dentro de si por mi-Se doblegaron ante mi poder.

-¡Mos monstruo naturae!-todas y cada una sin excepción, claro está, repite y repite mientras mi madre me mira, como si esperase algo de mi.

-¡¿Madre?! ¡Madre por favor!

-Mos monstruo naturae-pero ella hace caso omiso a mis súplicas-Mos monstruo naturae.

De repente todo mi cuerpo se ilumina de un azul macabro y absorbente, mi madre junto a su aquelarre tratan de matarme.

Siento que me absorbe, que me quema cada vez más al paso en que me quejo, mis huesos se sienten débiles y a la vez, mientras mi postura se compone, los siento fuertes, listos para continuar con esto. Así que lo hago, dejo que mi cuerpo se llene de las siete personas que me han atacado, sin embargo, solo seis de ellas caen al suelo de tierra de aquel bosque solitario.

Mis manos se liberan, siento como el poder recorre todo mi cuerpo, de pies a cabeza, mientras mi madre contraataca como si ellas fuesen más importantes que su propia hija.

Los seis cuerpos se quedan inmóviles y grises sobre el suelo, y mi madre me mira con odio.

-Por favor, seré buena lo juro-miento.

-Eso no es cierto-y ella lo sabe, lo sé por la forma en que trata de matarme al volver a atacar con ese poder tan ambiguo y surreal.

Sus manos se vuelven grises al compás en que puedo jurar que siento como mi piel y todo dentro de mi se vuelven aún más tiernos, más jóvenes, más nuevos.

Ella está muriendo, su rostro se pone gris, casi duro y flaco, se que no es mi culpa, es la suya por odiarme de tal manera. Así que dejo que su cuerpo caiga y haga ese sonido crujiente, mientras tomo aquel broche de su ropa.

-Jamás lo mereciste-su cuerpo ya se siente frio y no han pasado ni siquiera cinco minutos.

-¡Vaya vaya!-los aplausos de unas manos levemente pequeñas me hacen voltear de inmediato, como en estado de alerta que me hacen querer atacarla-Oh no linda, yo que tú no lo intentaba.

Cómo Se Desvanece El Vínculo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora