2. No todos somos personas Disney

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James captó mi atención cuando se acomodo en una de las paredes de la celda, cansado de la vida, agotado de mi compañía. Te preguntarás quién es James, hablaremos de eso más tarde. Siendo honesto, James era físicamente muy atractivo. Era como el Tom Holland de la cárcel, pero con la personalidad de Gastón de la Bella y la Bestia.

Si, es posible que vea muchas pelis. Culpable.

Cada día me lo encontraba en el comedor contándoles a todos sus grandes logros, sus medallas, sus trofeos, ... Todo lo que tenía que ver con él, vamos. No era alguien que me agradase mucho, pero era por una buena razón. James era el mejor amigo de Alex. Tenían una relación algo extraña, algo fría, algo endurecida por el pasar del tiempo que no se veían. Se conocieron en el colegio, a los seis años. Para aquel entonces Alex ya robaba cosas, aunque no lo creas. Aunque cosas más inofensivas, (por llamarlo de alguna manera), como fundas de móviles y limosna a la gente. James fue una de las personas que aplaudió su actitud y le enseño lo que aquí todos conocemos como "El país de las maravillas". La droga, vamos. Acto seguido, tuvieron una discusión muy fuerte sobre donde la esconderian y quien se sacrificaría por el otro. Ninguno cedió, porque ninguno era muy empático, así que su relación se enfrió bastante. Hasta hace poco se saludaban con el típico "Hola, que tal?" como si fueran las amigas de tu abuela en una cafetería. Pero desde que Alex murió, a James se le notaba más indiferente que de costumbre.

–¿Qué estás mirando? –me pregunto mientras yo seguía sumido en mis pensamientos.

–Nada. Lo bonita que es esta celda, no te jode. –me puse a la defensiva por los flashbacks que se me venían a la cabeza sobre el capullo que tenía delante.

–Efectivamente. Y si estamos aquí es por tu culpa. Por tu puta culpa. Supongo que te has dejado llevar por mi belleza, y no has podido mirar a nadie más, porque... ¡Sorpresa! Estamos solo tu y yo aquí, te habías dado cuenta?

Se le oyo furioso, poderoso, como un leon que iba a por su presa. Se le oia desconfiado, pero a veces confiado. Se le oia seguro, pero a la vez confuso por el tono de voz que usaba.

–No es mi culpa, asi que relajate. No me habia dado cuenta, gracias por confirmar mis dudas. Pensaba que habia algun fantasma entre nosotros.

Note una chispa furiosa en sus ojos verdes debido al vacile. Como si fuera a matarme el a mi en ese preciso momento.

–No seas graciosito. En cuanto salga de aqui –se acerco a mi en una pose amenazante. –te juro que les dire a todos que eres un drogadicto de mierda, y que nada de esto fue culpa de Alex. Asi que mantente alejado de mi, de cualquier cosa que tengas que decirme sobre mi mejor amigo, y pudrete en esta celda, entendido?

Queria abalanzarme sobre el. Lo queria mas que nada en este mundo. Me impacto bastante la forma tan confiada y valiente que obtuvo para pronunciar esas palabras contra mi. Me marco bastante como uso su sufrimiento por la muerte de Alex como un pequeño juego para que no le molestase. Yo tambien me habia pasado siendo tan malditamente sarcastico, pero me daba igual. Yo no habia usado la muerte de mi primo como un juego. Como un maldito juego en el se mostraba indiferente frente a la muerte mas afectante de su vida. Decidido. James era un idiota. Uno como nunca antes lo habia visto. ¿Recuerdas el chico popular que habia en tu instituto que se sentia el rey del mundo? James era ese tipo de tio. De los que creen que todo el mundo se acuesta cada noche pensando en que hara el la mañana siguiente. De los que creen que su vida te puede llegar a importar mas que la tuya misma.

Intente contenerme, juro que lo intente. Pero al final no pude.

–¿Yo lo quería, sabes? Tu no, el solo era un juego para ti. Yo no lo maté. Pero tú si lo hiciste.

James se dio la vuelta drásticamente. Intento abalanzarse sobre mi. Intento matarme a mí también. En el momento justo, un policía se acercó y le pidió algo de calma. Paró al instante y desapareció de mi vista.

En cuanto estuvo suficientemente lejos, emití un pequeño sollozo, al recordar la cara de mi primo, feliz incluso con maltratos, incluso con drogas, incluso sin amor.

El precio del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora