2. NATALIE

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Main Port, presente.

―Buenos días ―suspiré con placer al abrazarme al cálido y enorme cuerpo de mi novio en la comodidad de nuestra cama.

―Buenos días, hermosa ―murmuró Kane de vuelta, abrazándome aún más a él antes de besar mi frente―. Anoche debías estar agotada. No sentiste cuando llegué ni cuando me acosté a tu lado.

―Fue horrible ―escondí mi cara contra su cuello, relajándome cuando su mano derecha se posó sobre mi cadera―. Cuento las horas para que llegue el nuevo personal...

Mordí mi labio cuando su mano migró de lugar, haciéndome imaginar posibles escenarios.

―Amaneciste juguetón hoy, mi amor ―murmuré, al sentir sus dedos subiendo hasta mis pechos para jugar con un pezón.

―¿Contigo? Es obvio ―contestó, y su voz, ya de por sí gruesa y profunda, se escuchó aún más profunda debido a las horas de sueño.

Aspiré su aroma una última vez, y me levanté llevando conmigo la sábana que nos cubría, dejando al descubierto su hermoso y poderoso cuerpo apenas cubierto con boxers negros.

Dios... Mi hombre era algo increíble de ver.

―Delicioso...

Alcé una pierna hasta sentarme ahorcajadas sobre sus muslos y aproveché de bajar un poco su ropa interior para liberar su miembro.

―Hmm, me encanta comenzar el día con mucho cardio ―murmuré, haciendo que su enorme cuerpo se estremeciera con la carcajada que soltó―. No sé por dónde comenzar. Tal vez por aquí...

Ahora fui yo quien rio divertida cuando sus brazos me atrajeron a él una vez cerré mi mano alrededor de su gruesa erección, haciendo que nuestros pechos se rozaran antes de tomar mi boca en un lento y profundo beso.

Entonces toda diversión murió para darle paso a la intensa pasión que siempre me invadía con Kane.

Llevé mi mano libre a su cara para acariciar sus duros rasgos.

Tal vez bajo los estándares de la belleza de hoy en día, la gente no considerara a Kane hermoso en el sentido convencional de la palabra. Posiblemente pensaran que su frente era muy amplia, o que su nariz, con el tabique desviado producto de un accidente laboral, era demasiado grande, o que, con sus más de dos metros de altura, Kane sobresalía demasiado en todos los sentidos.

Pero para mí, no existía alguien más perfecto que Kane Harrison.

Y no sólo me refería a su belleza física, también a la pureza de su alma.

Si bien su voz había sido lo primero en cautivarme, fue su amabilidad, su timidez, y su dulzura que me habían atrapado por completo. La manera en la que sus ojos castaños se habían iluminado cuando nuestras miradas se encontraron por primera vez, o en como su rostro broceado se había sonrojado cuando le sonreí en forma de saludo.

La bondad y el cariño del hombre no tenían límite, y lo demostraba siempre con mis hijos y mi hermana.

No importaba lo duro y largo que haya sido su turno en la estación, o en lo mucho que hubiese hecho ese día en la casa que remodelaba, Kane siempre encontraba tiempo para mi familia y para mí. Aún desde nuestros inicios.

―No puedo creer lo afortunado que soy de tenerte a mi lado, Nat. A veces temo que todo sea una ilusión y que despertaré del mejor sueño de mi vida.

Me alcé sobre sus caderas sin apartar nuestras serias miradas, y terminé de bajar su ropa interior para dejar su cuerpo desnudo para mi disfrute.

―Nene, la afortunada soy yo al tener todo esto a mi merced ―musité, mis manos acariciando su torso amplio y bien marcado―. Y no me refiero a tu cuerpo, Kane, que es un plus, obvio. Pero tú no terminas de entender que eres todo el paquete, mi amor. Eres hermoso, dulce y trabajador...y esto... Dios, cómo amo que sepas usar esto...

ENTRE LLAMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora