El atractivo mayor de Main Port siempre había sido sus playas. Al ser un pueblo pesquero, era obvio que hubiese establecimientos enfocados a la actividad pesquera y restaurantes con un menú variado con delicias del mar.
Pero eran sus grandes olas que invitaban a miles de turistas a ver las alocadas competencias que se desarrollaban a lo largo del año.
Debía admitir que había intentado participar en una competencia cuando recién había llegado al pueblo... Y había fracasado estrepitosamente.
Ahora era un espectador más.
La temporada favorita de los turistas y de los lugareños, era el invierno. En esa época del año, los surfistas debían vestir un traje de neopreno para combatir las bajas temperaturas a la vez que se disputaban la victoria para hacerse con un trofeo de plástico.
Claro, Main Port también contaba con otras atracciones como el camping en las montañas, el senderismo, rapel, la escalada en roca y otros deportes al aire libre que volvían loco a más de un adicto a la adrenalina.
Pero, ¿lo que más me gustaba a mí? era el hecho de ser parte de una pequeña comunidad. Habían poco más de cinco mil habitantes en Main Port, pero en la región central, éramos cerca de dos mil personas que cohabitábamos en las ocho calles principales del pueblo.
Las escuelas más grandes estaban aquí, los tres únicos bancos estaban a cincuenta metros de la costa uno al lado del otro, y yo me sentía orgulloso de decir que mi patio trasero daba a la playa.
¿Y lo mejor? El bar de Tony estaba cruzando la calle del Main Hospital, donde trabajaba Natalie.
Para nosotros era costumbre que yo la esperara los viernes en el bar para pasar nuestro respectivo tiempo a solas antes de regresar a la casa con nuestra familia.
Y hoy no sería la excepción.
Saludé con la cabeza a Jasmine y Dan, una joven pareja que paseaba a su perro siempre a la misma hora, y me maravillé una vez más de ser parte de esta comunidad.
Era agradable que todo estuviera cerca y que se pudiera caminar a todas partes.
Nuestro turno había terminado un poco más tarde de lo habitual, así que los chicos habían decidido acompañarme al bar para una cena temprana y un trago antes de regresar a sus casas ya que mañana tocaba turno de 24 horas.
―Le dije que yo no era hombre de relaciones serias ―decía Víctor Morales en ese momento, sus ojos brillaban con diversión―, y que, si estaba de acuerdo en vernos una que otra vez, yo con gusto lo hacía.
―Eres un puto, Morales ―dijo Nick Porter, uno de mis compañeros más jóvenes, negando con la cabeza, aunque su boca se curveaba en una sonrisa.
―Pero uno muy honesto ―asintió Victor, haciendo que el resto de nosotros riéramos.
―Los de tu clase son los que caen más fuerte, chico ―comentó Samuel, también sonriendo, antes de abrir la puerta del bar.
―Oye, Harrison, ¿has sabido algo de Coleman? ―la pregunta de Cameron Lewis, una vez estuvimos sentados en nuestra mesa de siempre trajo un sabor amargo a mi boca.
Mi cabeza se sacudió automáticamente, y volví a sentir esa sensación de abandono que siempre me embargaba cuando pensaba en quien, aun después de tres años sin hablar, era mi mejor amigo.
Más que un amigo, consideraba a Jake el hermano que nunca tuve. El único que, aparte de mis abuelos, estuvo en mi vida desde mi infancia.
―No he hablado con él directamente ―comencé a decir―. Pero Silvia me dijo que está bien. Aparentemente está en una relación con una madre soltera que es la nueva veterinaria del refugio.
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ENTRE LLAMAS
RomansÉl sabía que ella ocultaba cosas de su pasado. Pero jamás imaginó que sus secretos fuesen tan peligrosos. Kane y Natalie llevan una vida ideal. Se aman, tienen un par de gemelos y una casa propia en construcción. Y, aunque Kane sabe que Natalie guar...