6. Ecos del Pasado.

49 12 75
                                    


Las amistades más peligrosas son aquellas que no se pueden romper.
         
— Jean-Paul Sartre


La noche anterior aún vibraba en mi mente, como un eco persistente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La noche anterior aún vibraba en mi mente, como un eco persistente. Habíamos estado en la discoteca, pero todo se tornó oscuro cuando Lucas se dejó llevar por la ira. Recordaba cómo, en un instante crítico, logré calmarlo justo a tiempo. La tensión en su mandíbula y el fuego en sus ojos me habían asustado otra vez. Si no hubiera intervenido, ese muchacho no habría tenido otra oportunidad. 

Esa mañana contemplaba el Sol mientras salía y la luz del día comenzaba a filtrarse por las cortinas de mi habitación, no podía evitar preguntarme sobre Elena. ¿La conocía realmente? ¿Había algo más en ella que aún no había descubierto? Las dudas se arremolinaban en mi mente formando un torbellino.

  De repente, la puerta se abrió y Lucas entró a la habitación solo en ropa interior. Mi corazón dio un vuelco al verlo...su torso musculoso bajo la luz matutina, cada detalle de su cuerpo esculpido por los mismos Dioses del Olimpo y una que otra cicatriz en el las cuales eran un recordatorio de lo peligroso que era su mundo.

No pude evitar morderme el labio mientras lo observaba, sintiendo una mezcla de deseo y a la misma vez emoción.

  —¿No tienes frío así? —le dije con una sonrisa traviesa, dejando que mis ojos lo recorrieran de arriba abajo.

Él se acercó con una mirada intensa dejándome sin aliento.

  —Solo si tú no estás cerca —respondió con voz rasposa.

Me acerqué más a él, sintiendo el calor que emanaba de su cuerpo.

—No puedo resistirme a ti—le susurré, mis labios apenas rozando su oído.

Él sonrió, y vi una chispa de deseo brillar en sus ojos.

—Entonces no te resistas—respondió con voz grave, mientras sus manos acariciaban mi cintura, atrayéndome hacia él.

Mi corazón latía con fuerza mientras lo miraba.

—¿Sabes lo que haces conmigo?—pregunte.

—Lo sé muy bien—contestó, acercándose aún más. —Pero quiero que lo sientas de verdad.

Nuestras miradas se encontraban, llenas anhelo.

—Quiero perderme en ti— le confesé, sintiendo cómo su toque me encendía.

—Y yo quiero perderme contigo— dijo mientras sus labios finalmente encontraron los míos en un beso ardiente. —Déjame llevarte a donde nunca has estado.

Mis manos se deslizaron por su espalda, sintiendo cada músculo bajo mis dedos.

—Hazlo—le insté, mi voz temblando de anticipación.

La Marioneta Del Mafioso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora