CAPÍTULO 2

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No podía creer lo que mis ojos presenciaban afuera de mi casa. Tragué saliva y me quedé inmóvil, sin saber qué hacer. Nunca antes había visto a una criatura de ese rango en las afueras; eran tan sigilosos que casi nadie los había visto, y quienes lo habían hecho no habían sobrevivido para contarlo. Reconocí al ser, gracias al libro que había dejado mi abuelo, donde describía sus características según su rango. Definitivamente, lo que estaba allí afuera era un ragnarok, el más poderoso de todos. Parecía estar en busca de algo o alguien, absorto en su misión. Observaba con atención cada uno de sus movimientos cuando, de repente, nuestros ojos se encontraron. Su mirada se tornó maliciosa, y mi corazón empezó a latir con fuerza. Sin pensarlo, me aparté de la ventana, dejando que la cortina cayera sobre ella.

Él no podía entrar a mi casa; no pueden hacerlo si no les das permiso. Sin embargo, tienen maneras de forzarte a que les concedas ese permiso o de hacer que salgas por tu propia voluntad. Los seres de alto rango son capaces de conjurar hechizos, aunque no estoy segura de cuáles, pero sé que tienen esa habilidad. Por eso, no me sentía del todo segura dentro de mi hogar. Corrí hacia el armario donde guardaba mis armas y tomé las espadas con cadena. Me ofrecían más movilidad y rapidez al atacar, aunque sabía que nunca debía confiarme: toda arma tiene su desventaja. Una vez armada, me acerqué nuevamente a la ventana y miré con cuidado a través de ella, pero no vi nada. Él ya no estaba, y el silencio era inquietante. No sabía qué significaba eso, pero estaba segura de que seguía ahí afuera. Me encontraba en un dilema; seguir mi impulsividad o, por primera vez en mi vida, quedarme quieta e incluso irme a dormir y esperar a que amaneciera, pero yo, yo no pensaba como una persona normal lo haría.

Me acerqué a la puerta, con cada músculo de mi cuerpo en tensión. Con un cuidado extremo, levanté la mano hacia los seguros, sintiendo el frío metal bajo mis dedos. Giré el picaporte y abrí la puerta, el chirrido resonando en el silencio que me envolvía. Una ola de nerviosismo me invadió; el miedo latía en mi pecho. Asomé la cabeza con cautela, y al no ver a nadie cerca, salí en posición defensiva, escaneando cada rincón. No tenía idea de dónde se había metido, y una inquietante soledad me rodeaba, como si la casa estuviera vacía de todo menos de mi propia presencia.

Comencé a caminar, rodeando la casa, cada paso resonando en el silencio. Al llegar al lugar donde lo había visto por última vez, suspiré pesadamente, sintiéndome aún más perdida al no encontrar nada. Pero entonces, un olor familiar me golpeó de repente, cortando el aire. Avancé unos pasos más, manteniéndome en guardia, cuando el olor se intensificó en mi nariz. Era sangre. Un escalofrío recorrió mi espalda. Rápidamente, bajé la mirada, buscando cualquier rastro que pudiera indicar lo que había ocurrido. La tensión en el aire se hacía palpable, y el corazón me latía con fuerza, anticipando lo que podría encontrar.

-Dios, ¿habrá matado a alguien? ¿O se le habrá escapado y eso era lo que buscaba? Maldita sea. - Me apresuré a seguir el rastro del olor a sangre; había una mínima posibilidad de que aún estuviera con vida y pudiera salvarlo. El rastro no se extendía demasiado y me llevó a una pequeña cueva. Al entrar, logré visualizar más marcas de sangre. Me adentré con sigilo, notando que no era muy grande, y al final había un pequeño hueco en la pared. Ya había estado aquí antes, era un lugar al que venía a desahogarme en mis peores días, que, para ser sincera, eran casi siempre. La estructura al final de la cueva era circular. Cuando llegué, miré a mí alrededor, pero el ragnarok no estaba allí.

-¿Hola? ¿Hay alguien aquí? -dije en voz baja, acercándome al hueco en la pared, ya que el rastro de sangre llegaba hasta allí. Sin embargo, no obtuve respuesta. La tensión en el aire era palpable, y el silencio se sentía ominoso.

Me agaché con cuidado para mirar dentro del hueco, esforzándome por ver en la oscuridad. Efectivamente, había alguien allí; podía distinguir su silueta. Presté más atención al silencio y logré escuchar su respiración agitada: seguía con vida. Sin embargo, la cantidad de sangre que había dejado atrás me decía que estaba gravemente herido.

El Misterio de las Criaturas de la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora