Parte IV

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Me hospedé nuevamente en un hotel, estaba pensando en volver a Japón con mi familia otra vez pero... Había algo que insistía en quedarse aquí, quizás los recuerdos del pasado o todo aquello que dejé con las personas que había apreciado en esta vida, pero sentía que no debía irme, quería asentarme aquí y surgir, ver crecer esta ciudad poco a poco, mientras iba pensando más me iba convenciendo de esa idea, seguiría mi pasión por la fotografía y la sembraría en este lugar. Me acosté para descansar un poco y empezar mañana mismo mi nuevo proyecto, ya tenía la certeza de a qué quería dedicar mi vida. Cuando ya estaba por dormirme, recibí una llamada de Ibe-San, aunque tenía mucho sueño, no dude en responderle.

-Hola, buenas noches Ibe-San-

-Hola, Ei-Chan-

Por alguna extraña razón, su voz se escuchaba neutral, sin embargo no le presté mucha atención a este detalle y continué

-Que alegría escucharte, Ibe-San-

-Para mí también, oye Eiji, Max me llamó en la tarde, dijo que te había visto caminando por las calles de New York, me contó que pensó en acercarse a hablarte pero que dudo de eso porque tenías un semblante bastante entristecido y decaído, pensó que si se acercaba probablemente lo empeoraría. Yo... Solamente llamo para asegurarme que estés bien Ei-Chan.-

-¿Max? Me habría encantado verlo, qué lástima que decidió no acercarse, me hubiese gustado haber hablado con él, realmente lo necesitaba-

-Pero Eiji, sabes que puedes hablar conmigo cuando quieras-

-Oh, ¡Claro que sí, Ibe-san! No es como que no quisiera hablar contigo, solo que... Me hubiese gustado- Lo menos que quería era hacerle entender a Ibe-san que no quería hablar con él.

-Está bien Ei-Chan, te entiendo... Sabes, también mencionó que te siguió hasta el cementerio y que allí vió como Blanca se acercaba a ti, se dio cuenta que se quedó un rato hablando contigo y después se marchó. Disculpa mi intromisión pero... Me gustaría saber qué te dijo-

No me parecía "intromisión" lo que él había dicho, sino más bien lo que Max había hecho, me había seguido sin yo darme cuenta y ni siquiera se acercó para saludarme, eso había sido muy extraño, no entendí el porqué pero aún así lo dejé pasar... Sé que tenía sus razones.

-Bueno la verdad, solo se acercó para saludarme, luego le pregunté qué hacía allí y él solo me contó sus motivos, después de esto se marchó-

-Oh ya entiendo, disculpa si te incomodó mi pregunta Ei-Chan-

-No, para nada Ibe-san, no tienes por qué preocuparte-

Hablamos durante unos minutos más antes de cortar la llamada, luego me terminé de acomodar en la cama y a los pocos segundos me quedé dormido.

[...]

-Eiji... Eiji, ¡Despierta!- dijo una voz que me sonaban un tanto familiar.

-¿Ah, Que pasa? ¿Dónde estoy? ¿Que hago aquí?- Me senté de golpe en el piso donde me encontraba acostado segundos atrás

-Hasta que por fin despiertas, pensé que nunca lo harías- Me dijo el rubio mirándome directo a los ojos

-¡¿Ash?! !¿Eres tú?!- Estaba totalmente exaltado ¿Qué estaba pasando? ¿Qué hacía Ash aquí? Probablemente esto solo era un sueño, un producto de mi imaginación, pero se sentía tan real, tan real que me daba escalofríos.

-Claro, ¿Quién más podría ser? ¿Acaso ya me olvidaste?-

-Pero Ash, tú estás...-

-¿Muerto?- Me dijo levantando una ceja -Lo sé Eiji, pero que eso no te abrume, disfruta el momento y sé feliz mientras puedas, que cuando despiertes todo lo que has soñado terminará en ese preciso momento.

-¿Todo lo que he soñado? Entonces esto no es más que un sueño- Hasta ese punto ya me había convencido de que esto solo era un escenario ficticio creado por mi mente.

-Claro, ¿Qué más podría ser?- Sus palabras me sonaban muy crueles, ¿Cómo podía tener la calma para decirme esas palabras con un tono tan serio y calmado? A mí me estaba destrozando el alma... Aunque pensándolo bien, eso lo caracterizaba.

-Ash... Lo siento- Fue lo único que salió de mi boca.

-¿Porque? No tienes nada de que disculparte- Me dijo tomando una de mis manos para ayudar a levantarme.

-Es que... Siento que muchas de las cosas malas que te ocurrieron fueron por mi culpa- Dirigí mi cabeza hacia el suelo pues no tenía ganas de verlo a la cara por la vergüenza que sentía en ese momento.

-¿Cosas malas? ¿Estás hablando en serio? Oh Dios- soltó un largo suspiro, -De verdad que los japoneses solo saben disculparse, ¿Cierto?- sonrío levemente mientras que con una de sus manos tomó mi mejilla y me hizo levantar la cabeza para mirarlo directamente.

-Eiji, escucha, tú no causaste ningún mal en mi vida, al contrario, fuiste una completa bendición para mí, como un ángel que descendió del cielo para iluminar mi camino en su momento más oscuro, siempre estuviste ahí cuando más lo necesité, tu compañía fue constante y nunca pediste nada a cambio, tu cariño fué incondicional en todo momento, ¿Crees que me molestaría por algo de eso? Todo lo opuesto, me hiciste la persona más feliz de este mundo, gracias a ti logré luchar contra todos los males que me atormentaban día a día, a pesar de estar al tanto de que no podías librarme de mi pasado, lo intentaste con todas tus fuerzas, tus abrazos fueron lo más reconfortable que pude haber recibido en mi vida, además, te agradezco de que intentaras cumplir tu promesa hasta el último instante en que pudiste de quedarte a mi lado sin importar que-

Todo se quedó en silencio, a ese punto ya me encontraba derramando unas cuántas lágrimas de alegría, escuchar esas palabras de Ash había sido como un bálsamo a mis heridas, ahí estaba él, con su calma imperturbable y me miraba fijamente con sus ojos, me sentía muy feliz sin importar que se tratara solo de un sueño.

-Ash... Tengo que confesarte algo- Volví a bajar la cabeza en señal de vergüenza

-Claro, dime lo que quieras Eiji- Sus ojos se iluminaron mientras se dibuja una sonrisa en sus labios.

-Es que, desde que te vi por primera vez supe que eras alguien especial, pero me tomo un poco de tiempo saber con certeza qué tan especial eras, pero ahora lo sé todo, sé que quizás esto es solo un sueño pero me gustaría decirte que... Yo te- Fuí interrumpido en ese preciso momento por una voz suave con un tono sutil.

-Señor Aslan Jade Callenreese-

Versos de un alma adolorida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora