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Mónica Herrera:

—¿De qué hablas? —respondió Mónica, molesta.

Tito frunció el ceño. —La pregunta fue clara. ¿Estás saliendo con Fidel?

—No, no lo estoy haciendo —replicó Mónica, cruzando los brazos—. Y si lo hiciera, no es algo en lo que debas meterte.

Con un suspiro de frustración, Mónica tomó su chamarra y salió de la cabaña, enfadada, volviendo al grupo de sus amigos.

Kevin la miró con una sonrisa burlona. —Oye, ¿así que vamos a ser primos o qué? Ya te vi con el "Fidelónnn".

—Ay, no —resopló Mónica, rodando los ojos—. Solo somos amigos, Kevin. Nada que ver.

Nata se rió y añadió en tono sarcástico: —Sí, "amigos". Bien que anoche te acompañó a casa y hoy te mandó flores, ¡mamona!

—Ay no, güey, nomás nos conocimos ayer y ya fue todo —dijo Mónica, haciendo un gesto exagerado.

Karlita, con una copa en la mano, la miró de reojo y soltó: —Mira, Mónica, nomás te estás haciendo pendeja. Mejor ponte a tomar.

Entre risas y con unos tragos encima, como siempre, los cuatro hacíamos nuestro desmadre. Karlita y yo estábamos cantando a todo pulmón la canción de "Laurita Garza", desafinando sin vergüenza alguna.

Karlita, con el micrófono en mano, gritó: —¡¿Alguna vez han visto a Mónica y a Laurita Garza juntas?!

Todos negaron con la cabeza, riendo.

—Pues ahí se los dejo sin tanto rollo, que no es sushi —remató Karlita, con una sonrisa burlona.

Las carcajadas no paraban con nuestras ocurrencias, pero de pronto, vimos una camioneta llegar. Kevin se levantó para saludar, y un rato después se nos acercó con Fidel a su lado.

—¡Ve nomás quién anda por estos rumbos también, Mónica! —dijo Kevin, con tono pícaro.

—¡Hola, Fidel! —respondió Mónica, feliz, ya con unos tragos encima.

Fidel la saludó, sonriendo al ver el estado en el que estaban todos. Un rato después, se acercó más a Mónica, inclinándose para susurrarle al oído:

—¿Será que la bella Mónica quiere bailar una pieza con este humilde sujeto?

Mónica soltó una risita, y mientras el grupo norteño tocaba de fondo, pasó sus manos por el cuello de Fidel. Él la tomó de la cintura y empezaron a bailar unas cuantas canciones. Poco a poco, el cansancio se apoderaba de ambos, pero Mónica decidió ir por otro drink antes de volver a la pista. Al entrar a la cocina para prepararse su bebida, Tito apareció, visiblemente molesto.

—¡¿No que no estabas saliendo con ese pendejo?! —espetó Tito, con el ceño fruncido.

—Cálmate, sólo es mi amigo —dijo Mónica, sin perder la calma—. Y no tienes que meterte en asuntos que ya no son tuyos, Roberto.

Tito se acercó más, cada vez más enfadado, hasta quedar frente a ella.

—No te quiero ver cerca de ningún pendejo, ¿me escuchas?

Mónica lo miró desafiante. —Tú a mí no me dices qué hacer, pendejo.

Tito, furioso, la tomó de la barbilla, acercándose aún más.

—Ya te lo dije, Mónica, no quiero a ningún pendejo cerca tuyo. Sabes de lo que soy capaz.

—Tú y yo ya no somos nada, inútil. No me vas a decir con quién salir y con quién no —respondió Mónica, firme.

CRUCE DE CAMINOS- TITO DOUBLE P Donde viven las historias. Descúbrelo ahora