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Mónica Herrera:

Mónica bajó las escaleras rápido, intentando no hacer más ruido del necesario mientras los músicos seguían tocando y Tito se balanceaba entre las flores y el tequila. Cuando abrió la puerta principal, el aire fresco de la madrugada la golpeó, despejando un poco sus pensamientos. Ahí estaba Tito, tambaleándose pero con una sonrisa amplia y borracha en el rostro.

—¡Por fin bajaste, plebe! —dijo Tito, acercándose a ella con los brazos abiertos, aunque su paso era torpe.

Mónica lo detuvo antes de que cayera sobre ella.

—Tito, por favor, ya vámonos de aquí —le dijo con una mezcla de cansancio y ternura—. Estás haciendo mucho escándalo. Mira, la gente se va a enojar.

—Me vale, Mónica —respondió Tito, su voz ronca pero decidida—. Quiero que todos sepan que tú eres mía... y que no hay ni un pinche Fidel que pueda cambiar eso. —Hizo una pausa, mirando los ojos de Mónica de una forma extrañamente seria—. ¿Entiendes eso?

Mónica sintió su corazón latir más rápido, pero no sabía si por la tensión o el caos de la situación. Tito nunca había sido bueno expresando lo que sentía, y en ese momento, su estado de ebriedad solo intensificaba sus emociones.

—Tito, estás borracho. Mañana ni te vas a acordar de esto —le dijo Mónica, intentando suavizar la situación.

—¡No! No es el alcohol, Mónica. Bueno, un poco... —dijo riéndose de sí mismo—. Pero lo que siento... ¡eso es de verdad! —Tito levantó una mano, señalando al cielo como si estuviera a punto de dar un discurso—. ¡Yo nunca había sentido esto por nadie! Ni por todas las morras que he conocido. —Se acercó más, mirándola a los ojos con una intensidad que hizo que Mónica tragara saliva—. Tú... tú eres diferente, Mónica. Me vuelves loco.

Mónica intentó desviar la mirada, incómoda por la profundidad de sus palabras y por la sinceridad que, aunque borracha, sentía que era real. Sabía que Tito siempre había sido impulsivo, celoso y posesivo, pero en ese momento, todo eso parecía amplificado.

—Tito, no sé si esto sea lo correcto... —empezó a decir, pero Tito la interrumpió, acercándose más.

—No me importa si es correcto o no —dijo, bajando la voz, pero sus palabras sonaban más claras que nunca—. Solo sé que no quiero perderte, Mónica. Y sé que ese Fidel... —Tito sacudió la cabeza con una sonrisa amarga—. Él no siente lo mismo que yo. No puede quererte como yo te quiero.

Mónica se quedó callada por un momento, sin saber qué responder. La música seguía sonando de fondo, pero todo a su alrededor parecía detenerse. Los sentimientos de Tito, aunque desordenados y borrachos, la habían dejado sin palabras.

—Tito, yo... —comenzó a decir, pero de nuevo, Tito la interrumpió.

—No me digas nada ahora —murmuró él, bajando la mirada un momento antes de volver a mirarla—. Solo... solo quiero que lo sepas. Que no importa cuántas veces te alejes, yo siempre voy a estar aquí. Para ti.

El silencio que siguió fue abrumador. Mónica lo miraba, sin saber qué hacer ni qué decir. Por más complicado que Tito fuera, había algo en su sinceridad que la tocaba profundamente. Pero también sabía que la vida con él no sería fácil.

mónica despidió a tito y regresó a su cuarto pensando todo lo que había pasado

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La Mañana siguiente:....

Mónica despertó con una sensación extraña. Se levantó despacio, estirando los brazos mientras los recuerdos de la noche anterior volvían a su mente. La serenata de Tito, las palabras que le dijo, y las flores que aún estaban afuera de su casa, todas regadas alrededor de las camionetas. Se asomó por la ventana y vio a los vecinos murmurando entre ellos, algunos con caras de molestia y otros, como la señora Mariela de al lado, con una sonrisa cómplice.

CRUCE DE CAMINOS- TITO DOUBLE P Donde viven las historias. Descúbrelo ahora