III: Un nuevo cuerpo... o dos

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"La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo." 

(Isabel Allende)


Tres días han pasado, era día domingo y Ruby desapareció entre el Miércoles y el Jueves; aún no teníamos pistas de su paradero y su teléfono ya estaba fuera de servicio.  Hoy había venido a mi casa para buscar un cambio de ropa y darme un baño, con mis hermanos, mis padres, el señor Evans y algunos vecinos íbamos a salir a buscarla por los alrededores; Luego de refrescarme, ato mi cabello negro en una coleta baja y visto un pantalón de buzo azul y una camiseta sin mangas blanca, el día estaba caluroso, agarro una gorra negra desgastada que era de mi hermano mayor y que le robé en una de las idas a su casa para cubrirme del sol, tomo mis llaves y mi billetera, pero cuando pongo un pie fuera de mi puerta, piso una bolsa de papel que suena viscosa al aplastarla, bajo la vista y veo a mi zapato cubierto de un raro material suave y café, arrugo la nariz al sentir su hedor, era excremento, miro a ambos lados, quizás unos niños me hicieron una broma, ya estábamos en octubre y las travesuras ocurrían con más frecuencia.

— Mierda... no tengo tiempo para esto —  me quito el zapato y al agacharme para recoger la bolsa y limpiar, de reojo veo la puerta de mi nueva vecina entreabierta y unos ojos grises me examinan de manera terrorífica. Sus mechones de color rojizos le cubrían la mitad de la cara.

La ignoro, me giro para entrar, dejo la bolsa de excremento en otra bolsa de basura y también boto los zapatos, no tenia tiempo para limpiarlos y no quería este olor en mi departamento. Luego de deshacerme del mal hedor y de las manchas de excremento en la entrada de mi departamento, ya con otro calzado, camino al ascensor, en donde seguía sintiéndome observada por la nueva chica en el edificio, la haría investigar pero no recuerdo su nombre. Dejando el extraño momento que tuve hace un rato, ya estoy manejando camino a la casa de mis padres, allí comenzaría la búsqueda, por suerte, Danae y Kim se habían unido a nosotros, por lo que estaba agradecida por ello, no creí que esas dos personas en especial quisieran ayudar; viendo las calles, noto todos los carteles con el rostro de mi mejor amiga, aprieto fuerte el manubrio tensando los hombros, freno de golpe al no notar el semáforo en rojo y suelto aire escuchando las bocinas de los otros autos que no se hacen esperar. Varios autos me pasan por el costado gritando improperios, pero de repente dejo de escucharlos, me aferro al manubrio y apoyo la frente en este, respirando con dificultad, el peso de lo que podía ser el resultado mas realista sobre lo que le pasó a Ruby se me sube a la cabeza y no me deja continuar manejando. De repente, un auto se estaciona a mi lado y escucho como bajaba alguien de él por el golpe de una puerta, aún así, yo no podía moverme, estaba ahogándome en mis pensamientos.

Unos golpes en la ventanilla me sobresaltan y lentamente levanto mi vista, mi boca se abre en sorpresa al ver unos ojos cafés que me miran con preocupación, bajo lentamente la ventanilla.

— Señor Hunt... — el me sonríe de manera automática.

— Señorita Graham... esta provocando un atasco... ¿Se encuentra bien? —   apoya una de sus manos en mi puerta, alcanzo a ver lo grande que es y lo limpias que tiene las uñas.

— Sí, lo siento... me aparto enseguida... —  Arranco el motor, mi jefe le hace unas señas a su chofer y este se marcha dejándome confundida.

—  Déjeme manejar a mi, usted no está en condiciones —  lo miro con el ceño fruncido, no entendiendo que quiere hacer —  Cámbiese de asiento, no dejaré que sufra un accidente.

Cazando a la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora