I : Mackenzie Graham

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Exhaló el humo de mi cigarrillo con los ojos cerrados, la brisa helada golpea mi rostro y el sol mañanero me saluda con una sonrisa burlesca; me agarro el puente de mi nariz con molestia, este dolor de cabeza me estaba matando de mil maneras, pero necesitaba mantener este trabajo, las cosas en casa de mis padres no estaban yendo muy bien y aparte debía mantener mi propio hogar, era una carga muy pesada para alguien de 29 años, aún así, no podía abandonar a mis amorosos padres que dieron todo en su vida para criarme.

Mi teléfono suena con un mensaje que ingresó en el grupo de la oficina, habían citado a una reunión urgente en diez minutos. Tiro el pequeño cilindro de tabaco al piso, acabando con su forma original al restregar en el mi zapato de tacón rojo. Desenvuelvo una goma de mascar sabor menta y la introduzco en mi boca, a nadie le gustaba el olor a cigarro tan temprano por la mañana. Abandono el área de descanso que se encontraba en la azotea del gran edificio de la empresa, que constaba de diez pisos, mis pasos resuenan por el pasillo blanco de cerámica y me detengo al estar en frente del ascensor, arreglo un poco mi falda de tubo color roja que se había subido hace unos instantes y ordeno algunos cabellos rebeldes antes de que se abriera la puerta de par en par, mi rostro muestra una sonrisa ensayada al ver al CEO de la empresa para la que trabajo, hago una pequeña reverencia y me hago a un lado para que pueda pasar, sin mirar al hombre que es jefe de todos, entro en el espacio reducido para dirigirme a mi cubículo y buscar algunos documentos antes de la reunión.

— Ve tú en mi lugar a la reunión, tengo cosas más importantes que hacer — mencionaba la voz masculina, tan gruesa que retumbaba entre las cuatro paredes del ascensor.

— Pero señor... — su secretaria, una mujer de unos 40 años intenta sin éxito convencer a su jefe.

— Ya sabes que no me gusta repetir las cosas — dejándola con la palabra en la boca, camina en dirección al Penhause, al cual solamente él tenía acceso.

La mujer de cabello color cobre y ondulado se apresura a entrar de vuelta en el ascensor, detengo la puerta por ella ganándome una sonrisa de agradecimiento por su parte, sus ojos se veían cansados pero tenían un hermoso color rubí, parecían dos bellas joyas que brillaban a pesar de verse derrotada.

— Gracias —  su voz era dulce, me hago a un lado y solo asiento, guardando silencio.

Una vez haber llegado a mi piso, bajo despidiéndome con cortesía de la mujer y camino haciendo resonar mis pasos hasta mi cubículo de la oficina. En frente de ella estaba Hall, mi compañero de trabajo idiota, que no sabía hacer nada más que llevarse el crédito por mi esfuerzo.

La oficina no era demasiado grande, ya que esta era la sección del periódico menos importante, nosotros eramos los encargados de la parte de investigación, la empresa se dedicaba a sacar boletines informativos sobre los crímenes que azotan a nuestra sociedad y ciudad; en nuestra sección recopilábamos datos sobre diversos casos y luego lo pasábamos a la siguiente sección, ellos redactaban los informes y luego alguien más lo publicaba; a veces habían pequeños "concursos", cuando las otras secciones ya no daban más con la cantidad de noticias, nosotros formábamos parejas y se nos asignaba un caso distinto a investigar, del cual los dos mejores pueden continuar con el caso y después podemos poner nuestros nombres al pie del enunciado; y si aquel periódico era top en ventas, podías lograr un ascenso.

Me sentía cómoda aquí dentro, no era demasiado luminoso pero tenia una hermosa vista al estar frente al parque municipal con bellas áreas verdes, dentro las paredes eran de un blanco opaco, pero nosotros nos habíamos encargado de adornar con algunos cuadros artísticos y una que otra foto de nosotros en algún paseo de trabajo.

— Graham, necesito que me pases tus apuntes de lo que hemos redactado — Hablaba Hall con su voz rasposa, era un hombre atractivo pero solamente eso.

Cazando a la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora