Habían pasado meses desde su última conversación, Marc y Héctor volverían a reunirse por fin.
Ambos estaban ansiosos. Contaban las horas que quedaban para llegar a Rumanía, donde la selección española sub 19 jugaría un amistoso.
Ambos jóvenes estaban en un avión en esos momentos.
Guiu fue el primero en llegar. Saludó a sus compañeros con su entusiasmo habitual mientras buscaba frenéticamente a uno en concreto.
Fort llegó unos veinte minutos después. Abrió la puerta del hotel mientras hablaba con Pau, su compañero de equipo. Entraron al edificio y Héctor repasó el lugar de arriba a abajo con cierta desesperación.
Cuando sus miradas se encontraron, fue como si el mundo dejara de girar. Sus cuerpos reaccionaron enseguida, haciéndoles sentir mariposas en el estómago y cosquillas en el pecho.
El cuerpo de Héctor empezó a dar pequeñas y casi imperceptibles sacudidas, desesperado por abalanzarse sobre el de Marc.
—¿Héctor? —lo llamó Pau a su lado—.
—¿Eh? —ni siquiera lo miró, sus ojos seguían fijos en el catalán—.
—Creo que el entrenador nos dejará elegir a nuestro compañero de habitación esta noche.
De repente, el pelinegro le prestó toda su atención.
—Ostia, ¿en serio?
Víctor asintió con la cabeza, entusiasmado.
—Ajá. ¿Sabes ya con quién quieres ir, o no lo tienes claro?
—Lo tengo clarísimo.
***
Tuvieron que pasar las dos horas que duró la cena fingiendo que solo estaban un poco alegres por verse de nuevo.
Apenas hablaron, solo mantuvieron largos e intensos contactos visuales. Cuando el equipo terminó de comer y los futbolistas solo charlaban o reían entre ellos, Marc le hizo un sutil gesto a Héctor para pedirle que mirase el móvil.
El menor asintió con disimulo y sacó su teléfono del bolsillo. Tenía dos mensajes sin leer.
—Nuestra habitación es la 204, ya he avisado al entrenador —decía el primero—.
—No tardes mucho en venir, por favor. Necesito estar contigo —decía el segundo, junto a él había un emoticono de corazón—.
Héctor sonrió y alzó la cabeza. Observó como el mayor les decía algo a sus compañeros, se levantaba de la mesa, le mostraba un pequeño y tierno puchero y desaparecía por el pasillo.
Ni siquiera lo pensó, se levantó también.
—Chicos, me voy ya a la cama, quiero estar descansando para el entrenamiento de mañana —les dijo a sus compañeros, que asintieron y le desearon buenas noches—.
El catalán se dirigió al pasillo por el que acababa de desaparecer su compañero y caminó hasta su habitación.
Cuando estuvo frente a la puerta, ya entreabierta, todo su cuerpo empezó a temblar de la emoción. Por fin podría abrazarlo. Por fin podría besarlo. Dios, pensaba estar pegado a él toda la noche.
Abrió la puerta y se encontró con Marc, con ambos brazos a los costados, sonriéndole con cariño. Le sonrió de la misma forma, cerró la puerta tras él y corrió hacia el mayor.
Saltó sobre él, le rodeó el cuello con los brazos y la cintura con las piernas. Oyó la risa de Marc cerca de su oído y sintió como lo sujetaba por las caderas para que no se cayera.
Mientras se abrazaban, el cuerpo de Héctor volvió a temblar, esta vez por un motivo distinto. El más alto escuchó los suaves sollozos que trataba de ahogar escondiendo la cara en su cuello. Llevó su mano libre a la cabeza del menor y la acarició con dulzura.
—Cariño... Está bien. Estoy aquí, ¿mmm? Estamos juntos —susurró, sin dejar de acariciarlo—.
—Te... Te he echado de menos —dijo, su voz sonó débil y temblorosa—.
Marc, sin soltarlo, se sentó en la cama, con Héctor sobre su regazo. El menor seguía aferrado a él como un koala al tronco de un árbol.
—Y yo a ti, mi vida. Mírame, anda —le pidió—.
El culé se alejó un poco y lo miró, sus ojos seguían cristalizados y sus mejillas húmedas. Marc le sonrió y él no pudo evitar hacer lo mismo.
Cuando dejó de sollozar, el mayor le acunó las mejillas con ambas manos y limpió con el pulgar la última lágrima que rodaba por su mejilla.
Justo después lo atrajo hacia él y le dio un tierno y corto beso. Se separaron y Héctor lo miró sonriendo, pensando en lo afortunado que era por poder pasar, aunque fuese poco, tiempo con él.
Lo volvió a besar, esta vez durante algo más de tiempo.
—Ven aquí —murmuró el mayor sobre sus labios—.
Tiró de él hasta que ambos quedaron tumbados en la amplia cama. Dejaron de besarse, pero se mantuvieron abrazados.
Héctor se pegó más a él, Marc los cubrió a ambos con la sábana. Después de algunos segundos en silencio, el menor murmuró:
—Oye.
—¿Sí?
La pausa que vino después fue tan larga que Marc inclinó la cabeza para mirarlo. Héctor estaba, aparentemente, pensando en cómo decirle algo. Lo hizo unos segundos después:
—Te... quiero, Marc. Te quiero muchísimo.
—Ay, cariño... Yo también te quiero. Mucho.
Ambos sonrieron y se pegaron aún más. No se separaron en toda la noche, y les costó mucho hacerlo la mañana siguiente.
***
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Noche de juegos - Football ships (chico x chico)
FanfictionLos jugadores del Barça se reunieron para celebrar su victoria en el primer partido de la pretemporada. Después de varios tragos, no se salvaba ni uno, todos estaban borrachos. Se les ocurrió jugar. ¿Quieres descubrir qué pasó?