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2 Pero ella me dice que solo los feos...

El eco de sus palabras aún resonaba en mi mente mientras dejaba la cafetería. La sensación de desconexión que había compartido con Nadia se sentía más pesada que nunca. Caminé sin rumbo, dejando que mis pensamientos vagaran entre la frustración y la incertidumbre. Las calles estaban llenas de vida, pero yo me sentía invisible, atrapada en una burbuja que no podía romper. A veces deseaba que el mundo se detuviera, que el ruido de las risas y las conversaciones se desvaneciera para que pudiera escuchar mis propios pensamientos.

A pesar de mi intento de abrirme a mis amigas, sentía que no me entendían. Nadia y Gemma parecían vivir en un mundo donde la conexión y la felicidad eran fáciles de alcanzar, donde el dolor era algo que se podía ignorar. Mientras tanto, yo estaba atrapada en una lucha interna, incapaz de expresar la profundidad de mis sentimientos.

Regresé a casa sintiéndome más sola que nunca. La soledad se arrastraba tras de mí como una sombra, y no pude evitar preguntarme si alguna vez podría encontrar un lugar al que realmente perteneciera. Esa noche, decidí que tenía que volver al grupo de apoyo. La idea de Beny seguía rondando en mi mente, y aunque su actitud había sido borde, había algo en su mirada que me hacía querer comprenderlo. Quizás él también sentía esa desconexión, esa lucha contra el silencio.

Al día siguiente, me preparé con más cuidado que de costumbre. Elegí una blusa que me hacía sentir un poco más segura y me aseguré de que mi cabello estuviera en su lugar. La ansiedad me acompañó en el camino al salón. Al entrar, el ambiente era el mismo de antes: cálido y lleno de color, pero la tensión aún flotaba en el aire. Me senté en la misma esquina, y esta vez me esforcé por recordar las palabras que había ensayado en mi mente.

El grupo comenzó y, para mi sorpresa, Beny apareció. Esta vez, su expresión era diferente; parecía un poco más relajado, aunque aún mantenía esa aura de misterio que me atraía. A medida que el facilitador animaba la conversación, me di cuenta de que Beny no hablaba, pero su presencia me intimidaba y me emocionaba a la vez.

Finalmente, fue mi turno de compartir. Con cada palabra que salía de mi boca, sentía que el peso que llevaba en el pecho comenzaba a aligerarse. Hablé sobre mis luchas, mis miedos, y cómo la soledad se había convertido en una constante en mi vida. Al mirar a Beny, noté que me observaba con atención, pero esta vez como si realmente le importara lo que decía. Su mirada intensa me hizo sentir valorada, como si mis palabras tuvieran peso.

Después de la reunión, me acerqué a él, sintiendo una mezcla de nerviosismo y determinación.

—Hola, Beny. ¿Puedo preguntarte algo?— dije, tratando de sonar casual.

—Supongo— respondió, su tono era brusco, pero había un atisbo de curiosidad en su mirada.

—¿Por qué viniste aquí si no te gusta?— La pregunta salió de mis labios antes de que pudiera pensar en las consecuencias.

Beny se encogió de hombros. —No tengo porqué darte explicaciones.

Su respuesta me hizo reflexionar. No era diferente a mí en ese aspecto. En cambio, yo estaba allí por la presión de la sociedad, por la necesidad de encontrar un lugar en el que pudiera sentirme aceptada. Aun así, había algo en su actitud que me mantenía a distancia. La conexión que sentía era real, pero había una barrera que no sabía cómo romper.

—Si alguna vez quieres hablar, fuera de aquí, estoy disponible— le dije, sintiendo que mi corazón latía con fuerza.

Él me miró durante un largo momento, y luego asintió, pero no dijo nada. Su silencio era tanto una respuesta como un rechazo. Aun así, me fui de la reunión sintiendo que había dado un pequeño paso hacia adelante.

Las semanas pasaron, y seguí asistiendo al grupo. Beny no aparecía con frecuencia, y aunque a veces lo veía en la calle, siempre parecía estar en su propio mundo, alejado de mí. A medida que me acostumbraba a la rutina de las reuniones, comencé a abrirme más a los otros miembros del grupo. Algunos compartían historias que resonaban en mí, y poco a poco, sentía que comenzaba a construir un pequeño círculo de apoyo.

Una tarde, mientras hablaba con una mujer llamada Clara, que había perdido a su pareja, sentí que había encontrado una conexión genuina. Clara tenía una forma de ver la vida que, aunque marcada por el dolor, también estaba llena de esperanza. Hablamos durante horas, compartiendo risas y lágrimas, y cuando nos despedimos, sentí que había ganado una amiga. Pero, a pesar de esta nueva amistad, el pensamiento de Beny seguía acechando en mi mente.

Quisiera que nuestra conversación fluyera, compartir historias, de miedo y de risa. Sentía las barreras entre nosotros no se iban a desvanecer, y en su mirada vi destellos de misterio. La atracción que había sentido al principio se transformó en una conexión más profunda para tratar de dar con él.

La travesía por mis emociones apenas comenzaba, pero sabía que cada paso, cada conexión me acercaban más a lo que realmente significaba ser 'inefable'.

INEFABLE ☆ Beny JrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora