Olas del silencio

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El auto avanzaba por la carretera costera, con el viento colándose por las ventanas abiertas. Lena conducía con una mano firme, mientras en el asiento trasero Sam y Alex intercambiaban bromas con Maggie, llenando el aire con risas. Habían salido hace poco de la casa de Jeremiah, el padre de Kara, y el alivio era casi palpable en el ambiente. 

Lillian y Eliza, que habían organizado esta salida a la playa, se encontraban en otro auto, siguiéndolas de cerca. El plan era claro: pasar un fin de semana lejos, en la casa de playa de Lena, pero también había algo más en el aire, una conversación pendiente.

—¿Recuerdan cuando Maggie intentó hacerse pasar por abogada antes de terminar la carrera? —bromeó Alex, provocando una risa sonora de Sam.

—¡Hey! Lo hice bien para ser una estudiante de primer año —respondió Maggie, riendo mientras se volvía hacia Kara—. ¿Tú qué opinas, Kara? ¿Te parece que lo hice bien?

Kara estaba sentada en silencio, observando el paisaje que pasaba rápido por la ventana. Los comentarios alegres a su alrededor se sentían distantes, como si llegaran de otro mundo. Apenas se dio cuenta cuando Maggie le habló.

—Oh... sí, seguro —respondió automáticamente, obligándose a sonreír.

Lena la miró de reojo, preocupada. Sabía que algo andaba mal con Kara desde hacía semanas. Pero, como siempre, Kara se cerraba en sí misma, alejándola sin quererlo.

—¡Basta de historias de abogadas! —gritó Sam desde el asiento trasero—. Este fin de semana es para relajarnos, ¿verdad? Vamos a la playa, sin preocupaciones.

Lena asintió, bajando más las ventanillas del auto, dejando que el aire cálido y salado del océano inundara el espacio. La música sonaba alta, una playlist de canciones que Sam había preparado especialmente para el viaje. Pero Kara apenas las escuchaba. Mientras el paisaje cambiaba de edificios a dunas de arena y palmeras, su mente estaba atrapada en la última conversación con su padre.

Había algo casi liberador en salir de la casa de Jeremiah, pero al mismo tiempo, sabía que no podría escapar de sus palabras, de las miradas frías, de los toques inapropiados y de su control asfixiante. Cada vez que Lena tomaba su mano o le sonreía, Kara sentía la culpa arder en su pecho. "No soy suficiente para ella", pensaba, una y otra vez.

Finalmente, llegaron a la casa de playa, una estructura blanca con amplias ventanas que daban al mar. Lillian y Eliza ya estaban allí, descargando las bolsas del auto. Las dos madres se veían radiantes, pero había algo en sus gestos que Kara notó de inmediato. Se estaban guardando algo.

—¿Listas para un fin de semana perfecto? —preguntó Lillian, sonriendo mientras saludaba a las chicas.

—Definitivamente —respondió Alex, estirándose después del viaje—. Este lugar es increíble, gracias por invitarnos.

—Nos encanta tenerlas aquí —añadió Eliza, dándole un suave apretón en el hombro a Alex. Luego dirigió su mirada a Kara, su expresión dulce y maternal—. ¿Cómo estás, cariño?

—Bien —mintió Kara, evitando el contacto visual.

Entraron en la casa, desempacaron las pocas cosas que habían traído y pronto se encontraron todas juntas en el jardín, donde Lena y Sam ya habían extendido una manta para hacer un picnic. El ambiente era relajado, pero Kara no podía dejar de pensar en lo que Lillian y Eliza les tendrían que contar. Había algo solemne en sus sonrisas, algo que no habían dicho todavía.

Se sentaron alrededor de la manta, y aunque Lena le ofreció a Kara un sandwich, ella solo negó con la cabeza.

—No tengo hambre —dijo en voz baja.

Alex, que estaba observando desde el otro lado, captó el gesto, notando la tensión en su hermana. Sabía que Kara no había comido nada en todo el día, pero decidió no presionarla, temiendo que cualquier comentario hiciera que Kara se cerrara aún más.

—¿Y qué es lo que tenían que decirnos? —preguntó Sam, rompiendo el silencio y mirando a Lillian y Eliza con curiosidad.

Lillian y Eliza intercambiaron una mirada antes de hablar.

—Bueno —comenzó Lillian—, hemos estado pensando mucho sobre esto, y Eliza y yo queremos hacerles partícipes de una decisión importante.

Eliza tomó la mano de Lillian, entrelazando sus dedos con los de su esposa. Kara observó el gesto, sintiendo una mezcla de envidia y tristeza. Sus madres eran tan felices juntas, tan seguras de su amor. Algo que ella no podía siquiera imaginar para sí misma.

—Queremos adoptar a una niña —anunció Eliza, con una sonrisa emocionada—. Hemos estado en el proceso desde hace un tiempo, pero ahora todo está casi listo.

Las chicas se quedaron en silencio por un momento, asimilando la noticia. Luego, las felicitaciones comenzaron a llover. Alex abrazó a ambas, Sam se levantó para celebrar, y hasta Maggie se mostró entusiasmada. Pero Kara, aunque sonrió, no podía evitar pensar en cómo su propia familia estaba rota, en cómo ella misma se sentía irreparable.

La tarde pasó rápidamente, entre risas y charlas. El sol comenzó a descender, y el aire fresco de la tarde les recordó que pronto sería hora de la fogata. Lillian y Eliza se unieron a las chicas para encender el fuego, y las llamas comenzaron a iluminar el espacio con un calor acogedor. Las demás se animaron a nadar, y aunque intentaron incluir a Kara, ella se negó.

—Prefiero quedarme aquí —dijo, abrazándose a sí misma en su ropa larga.

Lena la observó con preocupación, pero al igual que Alex antes, no quiso presionarla. Mientras las demás corrían hacia el agua, Kara se quedó sola junto al fuego, sus pensamientos envolviéndola como una marea oscura. El estómago vacío, el cansancio acumulado, el dolor interno... todo empezaba a pasarle factura.

Lena regresó para ver cómo estaba, sentándose a su lado y dándole un beso en la mejilla.

—Sabes que puedes hablar conmigo cuando quieras, ¿verdad? —le susurró.

Kara asintió, pero el mundo a su alrededor comenzaba a girar. De repente, sintió cómo sus fuerzas la abandonaban, y antes de poder reaccionar, todo se volvió borroso.

El cuerpo de Kara cayó hacia un lado, desmayada. Lena gritó su nombre, pero Kara ya no pudo escucharla.

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Con mucho amor para ustedes 

Es un poco muy corto 

No quiero perderte (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora