Deberia parar

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El sol comenzaba a asomarse sobre el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados. Eliza y Lillian estaban en la cocina, riendo y conversando mientras preparaban un delicioso desayuno. El aroma del pan tostado y los muffins de arándano llenaba el aire, despertando a las chicas.

Kara se sintió un poco más animada al escuchar las risas de sus madres, pero el peso de la noche anterior todavía la seguía. Mientras se sentaban a la mesa, observó la comida dispuesta ante ellas: tortillas, fruta fresca y café. Pero la visión de los platos le causó un nudo en el estómago. Se miró en el reflejo de la ventana, notando su figura, y un pensamiento oscuro cruzó su mente: *Soy gorda y doy asco*. Trató de sacudirse ese sentimiento, pero lo había arrastrado durante tanto tiempo que era difícil dejarlo ir.

—¿Todo bien, Kara? —preguntó Alex, dándole una mirada de preocupación mientras llenaba su plato.

—Sí, solo tengo un poco de hambre —respondió Kara, esforzándose por sonreír.

A medida que desayunaban, Lillian y Eliza compartían historias divertidas de su infancia, haciendo que todas se rieran. Eliza recordó un episodio gracioso de cuando Alex había tratado de hacer una torre de pancakes y había terminado con un desastre en la cocina.

—¡No puedo creer que hayamos tenido que limpiar la cocina durante horas! —exclamó Lillian, riendo—. ¡Y la cocina parecía una zona de guerra!

—Era un arte abstracto en su máxima expresión —bromeó Maggie, levantando un trozo de pancake de su plato como si fuera una obra maestra.

—Al menos nos reímos mucho —dijo Alex, sintiendo que el ambiente ligero ayudaba a calmar sus propias preocupaciones sobre Kara.

A medida que avanzaba el desayuno, Kara intentaba comer un poco, pero la comida parecía atascada en su garganta. Las risas y el bullicio la rodeaban, pero se sentía cada vez más sola. Después de terminar, se sintió abrumada y decidió salir al patio. Las chicas se dispersaron, pero Kara se acomodó en una hamaca, cerrando los ojos mientras la brisa del mar acariciaba su piel. Se dejó llevar por el sonido de las olas y pronto se quedó dormida.

Mientras tanto, Lena, Alex, Sam y Maggie decidieron dar un paseo por la playa. Con cada paso, las preocupaciones sobre Kara comenzaban a fluir en sus conversaciones.

—He notado que Kara ha estado rara últimamente —dijo Sam, jugando con sus dedos mientras caminaban—. Y no puedo evitar pensar en ese chico de la escuela que la está molestando. Creo que eso le afecta.

—Sí, yo también lo he notado —respondió Alex, mirando al horizonte con preocupación—. A veces parece que está aquí, pero no está. Me gustaría saber cómo ayudarla.

—Tal vez podríamos hablar con ella —sugirió Lena, sintiendo una punzada en su corazón al pensar en su amiga—. No quiero que se sienta sola.

—Y si no quiere hablar, ¿qué haremos? —intervino Maggie, siempre con un tono burlón—. ¿Un baile de la lluvia o algo así?

—No estoy segura de que eso funcione —respondió Sam, riendo.

—Quizás deberíamos hacer un baile loco al estilo de Kara. ¡Eso podría alegrarla! —dijo Alex, sonriendo.

—¡O mejor, un baile sexy! —añadió Maggie, levantando una ceja—. ¿Quién quiere hacer un video?

Las chicas se rieron mientras caminaban, pero la risa se desvaneció un poco cuando Sam volvió a hablar sobre Kara.

—Realmente me preocupa. A veces parece que lleva una carga muy pesada.

—Yo también lo siento —dijo Lena—. Siempre ha sido un poco más reservada, pero ahora parece que algo la está consumiendo.

Mientras tanto, el grupo llegó a un rincón tranquilo de la playa. La brisa marina refrescaba su piel, y decidieron sentarse en la arena.

—¿Recuerdan el verano pasado? —preguntó Lena, intentando romper el ambiente tenso—. ¡Hicimos una competencia de castillos de arena!

—Sí, y el mío fue el mejor —dijo Sam con confianza—. ¡El tuyo se derrumbó en menos de diez minutos!

—¡Fue un castillo de arena abstracto! —se defendió Lena, haciendo que todos se rieran.Las chicas continuaron riendo y compartiendo recuerdos, pero la preocupación seguía en el aire. Cuando regresaron a la casa, encontraron a Kara dormida en la hamaca. Las risas de Eliza y Lillian resonaban desde la cocina.

Al entrar, las vieron preparándose para hacer muffins. La alegría de sus madres era contagiosa, y Sam no pudo evitar hacer un comentario.

—Miren a esas dos, siempre bailando y cocinando. ¿No les gustaría ser tan felices?

—Tal vez deberíamos unirnos a ellas —sugirió Maggie, quien se unió al ritmo de la música.

El grupo se unió al baile, riendo y disfrutando de la energía de la cocina. Kara despertó por el bullicio y, al asomarse por la puerta, no pudo evitar sonreír al ver a sus madres disfrutar de la vida. Sin embargo, a medida que su risa llenaba el aire, Kara se sintió una vez más fuera de lugar. Se volvió hacia su habitación sin que nadie lo notara, sintiendo que sería mejor si no estuviera allí.

Una vez en su habitación, cerró la puerta y se metió en el baño. Se sintió atrapada por el miedo y la tristeza, y las lágrimas comenzaron a caer mientras se miraba en el espejo. La imagen que vio la llenó de desesperación.

Con manos temblorosas, buscó en el botiquín y encontró una pequeña cuchilla. Sabía que no debería hacerlo, pero el dolor interno era tan abrumador que sentía que no tenía otra salida. *Soy un estorbo*, pensó, y sintió que se estaba ahogando en esa tristeza.

En un momento de debilidad, se cortó, dejando que el dolor físico aliviara el tormento emocional. El miedo y la soledad se apoderaron de ella, mientras las lágrimas caían en silencio. La soledad que sentía era insoportable, y el alivio momentáneo que le daba la cortada la dejaba más vacía que antes.

Afuera, la risa y la alegría continuaban, ajenas al sufrimiento de Kara. Pero en ese pequeño baño, ella se sentía completamente sola.

Kara se ahogaba en silencio, sintiendo que cada lágrima que caía era una carga más en su corazón. Mientras se miraba en el espejo, decidió que ya no más. No mostraría que estaba rota por dentro, que se sentía vacía y reemplazable. Fingiría una sonrisa, una vida normal, para que nadie se molestara con ella. *Soy una carga*, pensó nuevamente, mientras se limpiaba las lágrimas con la mano, convencida de que era más fácil actuar que abrirse a las demás.

Mientras tanto, abajo, las chicas seguían riendo y bailando, disfrutando del calor del hogar y de la compañía. Eliza y Lillian habían terminado de hornear muffins de arándano y habían decidido sacar algunos juegos de mesa, creando un ambiente de alegría y despreocupación. La risa llenaba la casa, y por un momento, las preocupaciones del mundo exterior parecían desvanecerse.

—¡Vamos, es tu turno, Sam! —gritó Maggie, mientras movía las piezas del juego con entusiasmo—. Si no te apuras, perderás.—¡No puedo pensar con tanto ruido! —se quejó Sam, pero su risa delataba que estaba disfrutando del momento.
La conversación fluía con chistes y anécdotas del pasado, y el ambiente era ligero. Las chicas olvidaban sus trabajos y responsabilidades, al menos por un fin de semana. Alex, sin embargo, no podía dejar de pensar en Kara. Cada risa resonante le recordaba la ausencia de su hermana.

—¿Han visto a Kara? —preguntó de repente, frunciendo el ceño.—Estaba en la hamaca, pero creo que se quedó dormida —respondió Lena, intentando desviar la atención.—Voy a buscarla —dijo Lena, sintiendo un ligero nudo en el estómago. Se levantó y salió al patio, pero la hamaca estaba vacía. Un escalofrío de preocupación la recorrió y decidió subir a su habitación.

Lena tocó suavemente la puerta, pero esta estaba entreabierta. Al entrar, notó que la habitación estaba en silencio. Su corazón latía con fuerza mientras se dirigía al baño y llamó con cautela.—Kara, ¿estás ahí? —preguntó, sintiéndose un poco preocupada.—Sí, estoy bien —respondió Kara desde dentro, su voz temblando ligeramente. Se esforzó por sonar tranquila—. Solo voy a darme un baño.

Lena sintió un alivio momentáneo, pero la inquietud seguía latente. *¿Estará realmente bien?*, se preguntó, pero decidió no presionar.

—Está bien, solo quería asegurarme de que estabas bien —dijo Lena, tratando de mantener la voz despreocupada—. Si necesitas algo, estoy aquí.—Gracias, Lena. En un momento salgo —respondió Kara, apretando los dientes mientras su corazón latía desbocado.

Lena salió de la habitación y volvió al salón, donde las risas continuaban. Con una sonrisa en el rostro, intentó ocultar su preocupación.

—Chicas, Kara está en el baño —anunció—. Parece que se está dando un baño.Las demás chicas asintieron, pero Alex se quedó pensativa, sintiendo que algo no estaba bien. Mientras las otras volvían a la diversión, Alex se quedó un momento más, mirando hacia la puerta del baño, preguntándose si debería hacer más para ayudar a su hermana.Kara, dentro del baño, respiraba profundamente, tratando de calmarse. *Fingiré*, pensó, mientras el agua corría. *No dejaré que nadie vea lo que realmente siento*. Mientras afuera las risas resonaban, dentro del baño, Kara se enfrentaba a sus propios demonios, decidida a mantener la fachada. No quería ser una carga más, no quería que nadie se preocupara por ella.---¿Te gustaría que continuara con este enfoque o hay algo más que quisieras ajustar?





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Podrian decirme si les esta gustando o si quieren que cambie o agrege algo, esoty abierta a opiniones 

No quiero perderte (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora