Detras de la sonriza

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Kara salió del baño sintiendo que algo en su interior se desmoronaba, pero aún así, con el agua goteando de su cabello, miró su reflejo y practicó su mejor sonrisa. "Es solo por hoy", pensó. "Solo un día más. Puedo fingir por ellas." Aunque el peso del mundo parecía empujarla hacia el suelo, Kara decidió que no dejaría que nadie lo notara. No hoy.

Bajó al salón, donde las risas llenaban el espacio como una burbuja de alegría. La música suave sonaba en el fondo, y las chicas seguían charlando y bromeando sin preocuparse por el mundo exterior.

—¡Ahí está nuestra chica! —exclamó Sam, levantando su copa en un brindis improvisado—. Kara, ¿quieres algo?—No, estoy bien —respondió Kara con una sonrisa, tomando asiento en el sofá, encajándose entre Maggie y Alex.—Maggie está haciendo un baile raro de nuevo —dijo Alex, rodando los ojos y riendo mientras Maggie hacía unos pasos exagerados en el centro de la sala.—No es raro, es... único —respondió Maggie, moviendo las caderas de forma cómica.

Las demás estallaron en risas, y Kara, a pesar del nudo en su garganta, se unió al ambiente, riendo de las ocurrencias de sus amigas. Sin embargo, cada carcajada era un esfuerzo titánico. Sabía que estaba ocultando un vacío profundo, pero por el bien de ellas, pretendía que todo estaba bien.

El día transcurrió entre bromas, bailes, y chistes. Sam, siempre astuta, mencionó un par de veces su preocupación por Kara, pero lo hacía en tono de broma, como si no quisiera profundizar demasiado en el tema. "Debe ser ese chico en la escuela", comentó en algún momento, como si quisiera darle una razón lógica a la actitud de Kara.

Finalmente, cuando el sol empezó a bajar, el grupo decidió que era hora de llevar a Kara de vuelta a la casa de su padre. Se despidieron con abrazos y sonrisas, y mientras Kara caminaba hacia la puerta, sintió que el peso en su pecho aumentaba. Apretó los labios en una línea delgada mientras se alejaba.

De regreso a sus respectivas vidas, las chicas intentaron volver a su rutina, pero Lena no pudo evitar que su mente divagara hacia Kara de vez en cuando. Sin embargo, el trabajo la esperaba. El lunes por la mañana, Lena llegó a su imponente empresa, una multinacional de arquitectura reconocida globalmente. Su presencia era dominante; desde el momento en que entraba en el edificio, todo el equipo sabía que la jefa había llegado. La mujer estricta y poderosa se hacía notar. Su secretaria, Jes, una joven eficiente y discreta, la recibió en el piso 50.

—Buenos días, Lena —saludó Jes, ofreciéndole una sonrisa y el informe del día—. Tienes una agenda bastante apretada hoy.—Como siempre. ¿Algo urgente? —preguntó Lena mientras revisaba el informe, caminando hacia su oficina de vidrio y acero.—Tienes una reunión importante con unos empresarios británicos al mediodía, pero aparte de eso, solo revisiones y tareas pendientes de las últimas semanas.Lena asintió y se detuvo en seco, observando a Jes con una mirada más relajada.—¿Y tu fin de semana? —preguntó Lena, abriendo la puerta de su oficina y dejándola entrar.—Me lo pasé bien, nada fuera de lo común. ¿Y tú? —preguntó Jes, sabiendo que Lena rara vez compartía detalles personales.—Fui a la playa con... amigas —respondió Lena, una sonrisa pequeña, casi oculta, asomó en sus labios.

Jes, notando ese leve gesto, arqueó una ceja, pero no dijo nada. Sabía que Lena era muy reservada, pero cada vez que mencionaba a sus amigas, había un matiz distinto en su tono, casi como si permitiera relajarse un poco.

—Me alegra escuchar eso —dijo Jes, volviendo a su tono formal—. Bueno, si necesitas algo, estaré fuera.—Gracias, Jes —dijo Lena antes de volver su atención a los papeles en su escritorio.El día avanzó entre llamadas, correos y largas reuniones. La reunión con los empresarios británicos fue agotadora, llena de términos técnicos y discusiones sobre presupuestos y plazos. Cuando salió de la sala de juntas, Lena sintió que su mente estaba a punto de colapsar.

—Jes, ¿puedes traerme algo de comer? —preguntó al regresar a su oficina.Jes salió rápidamente,  cuando la puerta de su oficina se abrió de golpe. Edgar entró sin siquiera tocar la puerta, su expresión era de furia contenida. La atmósfera en la habitación cambió instantáneamente.

—¡Lena! —rugió Edgar, su voz resonando como un trueno en la oficina—. Esto ha sido un golpe bajo, incluso para ti.

Lena levantó la vista de sus papeles, su mirada fría y desafiante. No estaba sorprendida por su irrupción, pero sí estaba cansada de su dramatismo.

—Ah, Edgar, siempre tan dramático. ¿Te refieres al contrato que gané? Porque, seamos sinceros, lo gané de manera justa —respondió ella con una sonrisa que no llegó a sus ojos.—¡No me hagas reír! Sabes que las circunstancias en las que lo ganaste no fueron justas. Usaste tus contactos para asegurarte de que no tuviera la oportunidad que merecía. Te has vuelto una tirana, Lena, y todos en el sector lo saben —se quejó Edgar, cruzando los brazos como si eso le diera algún tipo de autoridad.Lena se levantó de su silla, plantándose frente a él. La confianza que emanaba era palpable.—¿Una tirana? —replicó, inclinando ligeramente la cabeza—. No puedo ayudar que en este juego algunos sean más competentes que otros. Lo que tú consideras un golpe bajo, yo lo llamo estrategia. Quizás deberías aprender a jugar mejor.Edgar dio un paso adelante, acercándose peligrosamente. Lena mantuvo su postura, sin dejar que su mirada se desvíe. —¡Eres insensible! No puedes seguir pisoteando a la gente para conseguir lo que quieres. Hay un límite, Lena, y lo has cruzado. No olvides que esto es un negocio, no un campo de batalla —dijo Edgar, apretando los dientes.—¿Insensible? —replicó Lena, una risa burlona saliendo de sus labios—. No me hables de límites cuando tú eres el primero en amenazar con destruir a aquellos que se cruzan en tu camino. No soy la única que juega este juego, Edgar. Quizás deberías mirar un poco más allá de tu propia nariz.Edgar la miró con incredulidad, su mandíbula tensa. Lena podía ver que estaba intentando controlar su rabia, pero la situación lo estaba consumiendo.—Esto no ha terminado, Lena. Te aseguro que encontraré la manera de hacer que pagues por esto. No te quedes ahí sentada creyendo que has ganado —advirtió, su voz baja y peligrosa.—Puedes intentarlo, pero no te prometo que te guste el resultado —respondió Lena, sin titubear.Con eso, Edgar dio un paso atrás, reconociendo que estaba perdiendo la batalla verbal. Sin embargo, su mirada seguía llena de furia y desdén.—Esto se siente personal, y no deberías. Te lo advierto —dijo, girándose hacia la puerta.—Todo lo que hago es personal, Edgar. Recuerda eso —dijo Lena con un tono sereno, mirando cómo él abandonaba su oficina.

El silencio que dejó a su paso era casi ensordecedor. Lena respiró hondo, sintiendo el eco de la confrontación resonar en su pecho. No era la primera vez que Edgar intentaba hacerla sentir pequeña, pero estaba acostumbrada a lidiar con tipos como él. Una llamada la distrajo de su reciente conflicto, miro la pantalla de su telefono, era alex.

No quiero perderte (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora